Desde el momento mismo que Hugo Chávez Frías vino a animar las esperanzas del pueblo venezolano, se activó una serie de acciones (la mayoría, teniendo a los grandes medios de comunicación como sus máximos exponentes) dirigidas a evitar el huracán revolucionario que podría desatarse con él en la Presidencia de la República. Sin embargo, la mayoría del pueblo venezolano, desasistido durante décadas por los sucesivos gobiernos reformistas de turno, optó por el Comandante militar que asumió la responsabilidad de la intentona golpista cívico-militar del 4 de febrero de 1992, sin atender a los cantos de sirena provenientes de quienes siempre les manipularon desde 1958. Se comenzó a hablar de castro-comunismo y de dictadura, conceptos desconocidos para las nuevas generaciones, pero que lograron aglutinar a sectores de la clase media, más sensibles a la posible pérdida de sus posesiones materiales que aquellos pertenecientes a las clases bajas mayoritarias.
De entrada, los oposicionistas colmaron radio, prensa y televisión tratando de enajenar la mente de los venezolanos, haciéndole creer que Chávez estaba conectado con Al Qaeda y los grupos insurgentes de Colombia, percibidos como terroristas y bandoleros, que recibía órdenes de Fidel Castro, que regala el petróleo sin beneficio para el país y, en fin, todo aquello que pudiera inducir un cambio en la simpatía del pueblo hacia el Presidente bolivariano. Todo esto se conjugó con las inquietudes mostradas por el gobierno de Estados Unidos, sobre todo, al oponerse Chávez al ALCA y fomentar cambios en las relaciones de éstos con nuestra América. Pronto, la oposición reaccionaria contó con el aval del Departamento de Estado yanqui para desestabilizar al país, siendo sus mayores acciones en este sentido el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y el sabotaje a PDVSA. Ambas acciones fueron derrotadas por la reacción popular y el apoyo decidido de las Fuerzas Armadas, sin embargo, no fueron aprovechadas por Chávez y los sectores revolucionarios para avanzar de manera resuelta en la profundización del proceso revolucionario bolivariano, lo que vino a propiciar un clima de rumores y guarimbas impune, con una secuela de dirigentes campesinos asesinados por los terratenientes opuestos a la aplicación de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario.
A pesar de ello, la oposición comenzó a fragmentarse entre quienes apostaban por una operación directa de Estados Unidos y quienes quisieron participar en la contienda electoral. Esto se vio claramente en la ocasión de las elecciones parlamentarias de diciembre pasado cuando la oposición decidió retirar a sus candidatos. El objetivo era demostrar que Chávez es un dictador arropado de legalidad democrática. Nuevamente los medios de comunicación arremetieron contra su gestión, destacando la ineficiencia, el nuevoriquismo y la corrupción exhibidos por sus seguidores en cargos de gobierno; preparando el terreno para que el descontento de los chavistas se tradujera en un masivo respaldo electoral a Manuel Rosales como abanderado opositor a la Presidencia. Quisieron crear una matriz de opinión respecto al fraude del cual serían víctimas el 3 de diciembre y de su derecho a exigir el poder, violencia y golpe de Estado de por medio, estimulados desde Washington, en un remedo de lo que ocurriera en Georgia y Ucrania.
Aún así, pareciera vislumbrarse un golpe de timón en las filas oposicionistas, aceptando las reglas del juego democrático (aunque es muy prematuro para vaticinar que se mantendrán en esta línea de conducta); quizás aguardando el momento oportuno para reemprender la toma del poder, valorando que en el chavismo no todo es uniforme y, por el contrario, existe una pugna ideológica y política entre reformistas y revolucionarios que Chávez piensa conjurar con la constitución de un partido único o unitario, cuya esencia y postulados todos desconocen, sin abundar si el mismo será producto de un acuerdo entre las cúpulas partidistas o de la decisión de las bases militantes. Mientras tanto, los oposicionistas se atrevieron y, una vez más, perdieron, derrotados por el nivel de conciencia alcanzado por las masas populares y el carisma de Chávez.