Cada vez que el Presidente viaja y se reúne con el mandatario de un país hermano para firmar acuerdos de cooperación, complementariedad y solidaridad, empieza la refunfuñadera. ¿Por qué a los escuálidos les molesta tanto la solidaridad del Presidente con los pobres del mundo?
Ya el argumento necio y desgastado de que primero tenemos que resolver los problemas de Venezuela, le quitan a uno las ganas de conversar. ¿Será que ellos pretenden construir una muralla a lo largo de toda la frontera, y también una bóveda, para que el hambre, las enfermedades, las guerras, y el cambio climático no nos perturben? ¿O será que la derecha no tiene como fin último la felicidad de todos los seres humanos?
Esta última interrogante voy a tratar de dilucidarla en este artículo de una forma esquemática. A continuación hago cita de 4 personajes, unos más inteligentes que otros, ídolos de los escuálidos, y que han hecho historia por sus brillantes ideas.
1. José María Aznar
Cuenta el Comandante Chávez que en una ocasión cuando le preguntó al exPresidente de España, qué pensaba de la situación en los países pobres de África, y en Haití, éste le dijo:
«...que se olvidara de esas naciones, que perdieron el tren de la historia, y que estaban condenadas a desaparecer...».
2. Kurt Biedenkopf
Peter Bürger, en su ensayo «¿Guerras alemanas para “el interés nacional”?», de 17/05/2006, cita el libro “Un Diario Alemàn” escrito por el exPresidente de Sajonia y exSecretario General del Partido Demócrata Cristiano, Kurt Biedenkopf, el cual señala:
«¿Podemos aguantar si una parte importante de la humanidad pasa hambre? ¿Cómo pensamos protegernos contra el reclamo de los pobres de la tierra si no estamos dispuestos a compartir? (...) ¿Qué peligros bélicos surgen de esta realidad? (...) Nuestra forma de vivir no se puede generalizar. (...) Esto significa que en el futuro sólo podremos conservar nuestra forma de vivir si la reservamos para una minoría privilegiada: las naciones industriales altamente desarrolladas».
3. Friedrich von Hayek
En el año 1981, en una entrevista para el Diario El Mercurio de Chile, al Premio Nobel de Economía le preguntaron: ¿Cree usted que el liberalismo es moralmente neutro o que los objetivos que este persigue llevan una jerarquía de valores? Y éste respondió:
«Una sociedad libre requiere de cierta moral que en última instancia se reduce a la manutención de vidas. No a la manutención de todas las vidas, porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto las únicas reglas morales son las que llevan al “cálculo de vidas”: la propiedad y el contrato».
Y por último,
4. Adam Smith
En el tratado “Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones”, libro I, en el capítulo “De los salarios del trabajo”, el economista y filósofo británico escribe:
«Todas las especies de animales se multiplican en proporción a los medios de subsistencia, y no hay especies que puedan hacerlo por encima de esa proporción. Pero en una sociedad civilizada, sólo entre las gentes de los rangos inferiores del pueblo la escasez de alimentos puede poner límites a la multiplicación de la especie humana; y esto no puede ocurrir de otro modo que destruyendo una gran parte de los hijos, fruto de fecundos matrimonios.»
Más abajo añade:
«El mercado se hallaría unas veces tan escaso de mano de obra, y otras, tan saturado, que muy pronto su precio se amoldaría a aquel preciso nivel que las circunstancias de la sociedad imponen. Así es como la demanda de hombres, al igual de lo que ocurre con las demás mercancías, regula de una manera necesaria la producción de la especie, acelerándola cuando va lenta y frenándola cuando se aviva demasiado. Esta misma demanda es la que regula y determina las condiciones de la procreación en todos los países del mundo...»
Pues bien. Como pueden apreciar, aquí no hay hipocresía. No hay doble moral. No tienen ninguna carta bajo la manga.
Los tres primeros no merecen ningún tipo de comentario. Hablan claro, sin muchos rodeos. Con relación a las aspiraciones del Adam Smith, el de la “mano invisible” del mercado autoregulado, pueden observar cómo en la primera cita hace similitud entre los seres humanos y los animales, como una especie más. En la segunda cita es más cruel. Aquí determina sin turbación, que la escasez de hombres, igual que las mercancías, regula necesariamente la producción de la especie humana.
Ahí les dejo esa perla.
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