Escuálidos balseros rumbo a USA y Europa

¡Están desesperados! ¡Que vaina! Me encontré con mi amiga María Teresa en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela. Ella es hija de inmigrantes españoles, y tuvo el privilegio de estudiar ingeniería. Ahora tiene un apartamento y un vehículo último modelo. Sin embargo, me dice que no es feliz.

 

¿Qué te pasa Mariaté? —le pregunto—, y me responde: tú sabes, la angustia de que viene el comunismo. Y agrega: ¡Claro! Tú sí debes estar feliz..., porque tú siempre con tus ideas. ¡Pero bueno María teresa! ¿no estás ganando más dinero que antes? Si, es verdad. Y también estoy ahorrando bastante, porque antes de que llegue el comunismo me voy para Europa, o para los Estados Unidos. ¡Eso júralo!

 

¡Bien bueno! Amargadita la niña.

 

Esta búsqueda de felicidad material que mi amiga pretende encontrar en Europa o en los Estado Unidos, me hizo recordar algunas experiencias de amigos que una vez intentaron hacer lo propio durante la Cuarta República. Es el caso de Mafe, también hija de españoles. Una vez me contó que cuando fue a realizar estudios en España, el rector de la universidad, en el acto de apertura del año escolar, le pidió a los estudiantes que por favor trataran bien a los suramericanos. Y también el caso de Franco, hijo de italianos. Recuerdo que cuando fue a visitar a sus familiares en Roma después de varios años que no los veía, a su regreso, me dijo: ¡No mi pana!..., el recibimiento afectuoso que solían darme cuando era niño, desapareció.

 

Luego de analizar con ellos, en su oportunidad, recuerdo que coincidieron en atribuir las motivaciones del rechazo a dos razones principalmente. Por un lado, la competencia, y por el otro, a un cierto resentimiento que tienen algunos europeos hacia los compatriotas que abandonaron su tierra natal, antes, durante y después de la guerra. Creo que me querían decir con ello, que no les agradaba el retorno de sus connacionales, porque lo hacían sólo después de que el país había sido reconstruido por aquellos que se quedaron. Eso recuerdo. Si esto es justo o no, no es tema de este artículo.

 

Sin embargo, sí me interesa el racismo y la xenofobia. Ayer me puse a leer unos foros sobre el aumento de la xenofobia y el racismo en España, y me encontré una carta que le envió una venezolana al portal español “20minutos.es”. La carta la titularon “Matar Sudacas” [1]. Aquí la compatriota cuenta una experiencia aterradora que vivió en el metro de Madrid el pasado mes de noviembre. La venezolana presenció a una pandilla de xenófobos cuando gritaban dentro del tren: “Vamos a matar sudacas”. Acto seguido, agredieron a un suramericano. Ella, cuenta, que a pesar de que es de piel blanca, se mantuvo en silencio. Y al final de la carta, escribe:

 

« No puedo expresar el terror que sentí. Supongo que como el de los judíos en la Alemania nazi. Ahora sólo pienso: ¿qué me habría pasado si hubiese hablado? »

 

Pues bien. Para los que no conocen el término “sudaca”, este se usa en España para nombrar a los sudamericanos, o latinoamericanos, en forma despectiva. Incluso, el término se puede emplear a los que descienden de inmigrantes europeos, como modo provocativo y violento de negarles su verdadera identidad u origen étnico. Y también, en algunos países europeos, especialmente en los de Europa del norte, “sudaca” puede designar a algún español o española de ciertas regiones de España que suelen tener características fenotípicas parecidas a la de los mestizos de Latinoamérica.

 

Como ven, aquí no se salva nadie.

 

Ahora, cualquier hijo o hija de inmigrante que pudiera leer este artículo, diría: Bueno, si me desprecian en Europa, me voy para los Estados Unidos.

 

No quiero desalentar a nadie. Todo el mundo tiene derecho a soñar y experimentar. Pero si quien lee estas líneas, considera que no tiene la edad para tanta aventura, es bueno que siga leyendo.

 

Hace unos días estuve revisando la autobiografía e ideología de Adolf Hitler, titulada Mi Lucha, “Mein Kampf”. Y me llamó la atención cómo este señor en el año 1926, cuando escribe la segunda parte de su obra, aplaude las leyes racistas de los Estados Unidos. En el Capítulo Tercero, que trata sobre los “Súbditos y ciudadanos”, dice:

 

« (...) es en los Estados Unidos de Norte América, donde se nota el empeño de buscar en este orden, el consejo de la razón. Al prohibir terminantemente la entrada a su territorio de inmigrantes en mal estado de salud, y excluir del derecho de ser naturalizados como ciudadanos, sin reparo alguno, a los elementos de determinadas razas, los EE.UU. reconocen en parte el principio que fundamenta la concepción racial del Estado nacionalsocialista »

 

Se lee claramente que el führer estaba en línea con el racismo estadounidense. De hecho, en el año 1924, se aprueba en Estados Unidos la Ley de Inmigración de 1924, “American Immigration Act of 1924” [2]. En esta ley se restringe la cuota de inmigrantes provenientes del sur, centro y este de Europa, y se favorece la cuota de inmigrantes provenientes del norte de Europa.

 

La ley de 1924 se fundamenta en las teorías del autor pro-eugenesia, Madison Grant, quién escribió en 1916, El fin de la Gran Raza, “The Passing of the Great Race”. Grant pretende con este libro, alertar a las élites sobre el peligro de extinción de la raza nórdica aria, en el caso tal de que continuara la mezcla con las razas alpinas y mediterráneas consideradas inferiores. Según sus teorías, los italianos, los españoles, los portugueses, los griegos, los eslavos y los judíos, se encuentran entre aquellos que son considerados inferiores a los nórdicos. A partir de esta ley racista de los Estados Unidos, los inmigrantes italianos, españoles y portugueses se vieron obligados a desviar su ruta hacia Suramérica. Esto tenía que ser así, porque no fue sino hasta el año 1965 que a través de la Ley de Inmigración y Nacionalidad, “Immigration and Nationality Act of 1965”, se abolió, muy a pesar de la elite nórdica, la ley racista de 1924.

 

Es verdad, la ley se abolió. Pero hay gringos que todavía sienten nostalgia. De hecho, el 10 de febrero leí por Aporrea una noticia que se titulaba “El Ku Klux Klan resurge en EEUU con los hispanos en el punto de mira” [3]. Según Deborah Lauter, directora de la Liga Anti Difamación, el KKK responsabiliza a los inmigrantes, especialmente a los latinos, de la inseguridad ciudadana y de robar los empleos de los estadounidenses.

 

Con todo lo anterior, compatriotas, creo que a los escuálidos les iría mejor si emigran para la hermana República de Colombia. Que aprovechen que todavía impera en el vecino país, un régimen mafioso de derecha casi dictatorial, tal cual lo anhelan ellos. Pero eso si, que no se extrañen, ni se vayan a molestar, si alguna sifrina de Bogotá, en vez de llamarles “sudacas”, les llama por cariño “venecos”.

 

Un saludo revolucionario a todos los venezolanos de origen europeo, quienes les duele su Patria venezolana, se reconocen como pueblo, no se sienten inferiores ni les jalan bolas a los poderosos de fenotipo ario, y a todos aquellos que entienden las virtudes extraordinarias de liderazgo que reúne nuestro Presidente Hugo Rafael Chávez Frías.

 

 

[1] http://www.20minutos.es/carta/170070/0/Matar/sudacas/

 

[2] http://ocp.hul.harvard.edu/immigration/outsidelink.html/http://nrs.harvard.edu/urn-3:FHCL:921230

 

[3] http://www.aporrea.org/dameverbo.php?docid=90435

 

http://www.fernandosaldivia.blogspot.com

 



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Fernando Saldivia Najul

Lector de la realidad social y defensor de la sociedad sin clases y sin fronteras.

 fernandosaldivia@gmail.com

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