Si de las características que definen a la cuarta república venezolana tuviésemos que escoger la de mayor peso específico, el clientelismo entre cúpulas políticas y grupos económicos llevaría sin duda el primer lugar. Ese pariente lejano, allá arriba en el árbol genealógico de la vieja democracia representativa, demasiado ocupado en el reparto de groseros privilegios entre elites. Todavía está fresco aquel tiempo en el que, ni para presidente de junta parroquial era posible acceder a la condición de candidato sin el “apoyo” financiero de quienes pagaban por adelantado los compromisos adquiridos a espaldas del pueblo. De allá y de acá salían al ruedo electoral con cartas marcadas, embriagando al electorado para “alternarse” en el poder por más de ocho sufridos lustros.
La “zurda” institucional participó animadamente en el festín, postergando ideologías y principios a cambio de algunas gobernaciones, alcaldías, curules… y dinerito para “capital político”.
Recordamos la figura de Carlito Brigante, el pupilo que en nombre del socialismo continuó los ademanes de la derecha en Aragua. Bajo su manto protector florecieron los jardines de la familia Caprileone, las andanzas criminales de Manasetti y mucho más, mientras los papás invertían la bequita escolar en licorerías y los niños bebían su vaso diario de Lactovisoy.
Carlito iba en llave con Didí, un flemático joven de pocas palabras, que desde la Secretaría de Gobierno preparaba los trucos para sucederle en el trono. Supremamente celoso de no caer en protagonismos, aventajado practicante del método de los tres monitos, Didí llegó dos veces, callado, sordo y ciego, a Gobernador. Después de tres lustros del dúo dinámico en Aragua; vayan a Carmen de Cura o Barbacoa a ver el tiempo cien años detenido entre quintales y fanegas.
Con ocho años sin decir esta boca es mía, la apretada cara de cólico estomacal de Didí pocas veces mostró en eventos oficiales la dentadura, lo suficiente para alejar pensamientos suspicaces que pudieran asociarle con el personaje de Pedro Emilio Coll en El diente roto.
Con motivo del reciente pataleo de Podemos reculando la unidad socialista, supo mantenerse a raya del protagonismo estelar con milimétrico control. Pero cuando menos lo esperaba llegó su sábado, una sigilosa recta por la esquina de adentro reclama la revocatoria del mandato y hasta allí duró la cautela. Un par de minutos con la boca abierta bastaron para desnudar al hombre que calcula detrás del silencio.
Ahora hace aguajes asegurando que saldrá al ruedo en su traje de luces a sortear la embestida del toro que le dará merecida cornada.
Vientos de agua anuncian nuevo jardinero en Maracay. Hay quien vaticina que pronto veremos a Didí en un exclusivo centro comercial, bebiendo agua Evian en amena conversación con Cynthia Machado de Zuloaga.
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