"Al que de miedo se muere,
de cagajones le hacen la sepultura"
anónimo
El ser humano nace para ser estudiado y de ahí viene la grandeza del escritor ruso Fiódor Dostoyevski, al abrir el camino para aprender y analizar el comportamiento de personajes, como Juan Guaidó. El mismo que, se autoproclamó en pleno sol caraqueño, rodeado de fracasados politiqueros con sonrisas ensayadas y dispuestos aplaudir, hasta secárseles las manos, impulsados por el generador de artificiales estados de ánimo: el gobierno estadounidense y en esa oportunidad dirigido por el oportunista y alocado por el dinero: Donald Trump.
Este novedoso mercenario sin vestir un uniforme militar, después de haber mostrado las nalgas, como una gracia de último momento, semejante al que pone la cara de c… y por eso en un instante parecía estar presente en un casting para optar luego a la principal representación del imperialismo en sus nuevas andanzas; al sentir en repetidas e inesperados momentos el amargo sabor de las derrotadas al tomar por asalto y saqueo naciones, con el único pretexto: calificarlas, como un peligro para sus intereses económicos y ambiciones incontrolables. Ese mismo libreto lo quisieron aplicar a través de Guaidó contra el gobierno de presidente Nicolás Maduro, pero ahora al sentirse acorralado, voló y no fue, en primera clase, exclusivamente para él, pero tampoco fue por los caminos verdes.
Este autoproclamado ha perdido todo, menos la capacidad para hacer el papel del hazmerreír y el natural miedo, que ahora le corre por las venas, hasta invadirle el cerebro de fantasías propias de los que se sienten desesperados. Por eso el hermano de una amiga, cuando le hacen referencia de estos casos siempre repite y se aleja: "Las desgracias de los demás no me hacen reír" A mí tampoco, pero, qué hago al ver las payasadas de este fracasado, cuando se está convirtiendo en algodón de azúcar.
¡Mi presidente Guaidó! Esa expresión le llenaba la boca a más de uno; más y más inflados que el mismo personaje creado y aparecido de la noche a la mañana. Desde, España, Antonio Ledezma, hizo más planes, que un afortunado ganador de un premio gordo de la lotería. En Colombia, Iván Duque, le faltó poco de ayudarlo hacer las pasantías por unos meses en la casa de Nariño para que llegara a Venezuela, totalmente preparada a recibir el coroto. Y en los países, donde lo llevaron, como un artista de cine, sin dejarlo hablar, porque se daban cuenta, que estaban frente a un loro amaestrado, ahora nadie lo quiere ni disfrazado de Jennifer Lopez, exhibiendo el trasero, como lo hizo en las violentas guarimbas.
El crimen cometido por el parlanchín, Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez, contra el pueblo venezolano, tiene que ser castigado con todo el peso de las leyes venezolanas. Lamentablemente dejaron escapar al pajarito, cuando la única opción que, tenía era la cárcel y la braga anaranjada. Donde llegue, no puede ocultar la cara de gafo, utilizado por el imperialismo y un grupo de vagabundos para enriquecerse aprovechando la consigna del jefe sin cuartel "cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres". El nuevo papel no sabemos, como lo va asimilar, pero no es fácil acostumbrarse a vivir odiado por propios y extraños al pasar de "héroe" a villano, ya que, con esa cara de pendejo engañado y utilizado ni siquiera sus compinches del grupo "los rastrojos" lo van a recibir.