La oposición no asume sus errores y menos la realidad. La culpa es del otro. La tragedia de las primarias

Venezuela lleva tiempo pareciendo un campo de guerra donde una multitud de pequeñas fuerzas derrotadas, se reúnen por separado sólo a rumiar sus rencores y odios, sin decidirse a atacar, precisamente por la debilidad de cada uno de ellos y la imposibilidad de definir con exactitud contra quien hacerlo, pues son tantos los enemigos inmediatos o primeros, o para mejor decirlo, para cada fracción, estos son todos. Y expresándolo de manera convencional, cada pequeño lote, que se disuelve en la viscosidad de su odio, tampoco tiene la más mínima idea de quién es el enemigo principal e inmediato. Es tanta su confusión que lo son todos. El odio es el caldo de cultivo donde los grupos flotan y la práctica la decide quien sólo pone énfasis en la meta, ganar, dejar todos los espacios libres para hacer con lo nuestro lo que sea menester.

El acordarse entre fracciones es imposible, pues nadie tiene idea acerca de lo que pueda acercarlos, pues son tantas las diferencias y pocas las cosas en que entenderse, que el odio, por eso se acentúa y hace las cosas por demás complicadas y difíciles de percibir; se mira todo deformado. De repente, el verdadero y potencial aliado, está allá, en otro espacio.

Es decir, viven en el enredo de no saber manejar las contradicciones, en el orden que ellas se presentan y hasta existen en función de su valor. Por el odio, ambiciones, deseos inmediatos de poder, se define como enemigo principal e inmediato, no aquel que las razones reales, auténticas, eso determinan, sino el que dicten las vísceras.

La oposición de hoy no se ha paseado por la experiencia de la izquierda. Los errores en política, más cuando son trascendentes y generan serios y contundentes choques grupales, personales, grandes pérdidas, distanciamientos inimaginables, son difíciles de subsanar. No es posible hacerlo a corto plazo, en veces demanda años, más de los que uno cree y quiere. El enredo es tal que que se tiene, en veces, como amigo y hasta potencial aliado a un enemigo sustancial e histórico y por eso cuesta atenderse.

La izquierda de los inicios de la década del 60 del siglo pasado, no como resultado de la elaboración del colectivo, hablo de las multitudes, trabajadores y citadinos, sino del efecto ecuménico de la "Revolución cubana" y las "emanaciones" del poder soviético, optó por la lucha armada y definió como enemigo, entre tantos, al ejército venezolano, el mismo que había contribuido determinantemente a destituir a Pérez Jiménez y recuperar la democracia y los espacios de lucha de los trabajadores. Tanto es esto cierto que en medio de aquella lucha irracional, se produjeron dos alzamientos militares contra Betancourt, uno en Carúpano y otro en Pto. Cabello. El comandado por Chávez, varios años después, con posterioridad al "Caracazo", habla de la misma contradicción. Y hasta Chávez mismo se vio envuelto en la lucha antiguerrillera.

Y de todo lo anterior, aparte de la humillante derrota de la propuesta guerrillera, destaca como la izquierda se volvió un archipiélago que se "unió", por momentos, como "pegada con baba é perro" y bajo el liderazgo de Chávez, y sólo alrededor de él, para volver, esta vez también por malos manejos de las contradicciones, al mismo estado de orfandad, aluvional, como gustaba decir a Carmelo Laborit, para referirse a la división de la izquierda en pequeños lotes, cargados de odio, uno contra otros. Una manera irracional de culparse mutuamente, sin entender que era una responsabilidad de todos, por haber asumido una concepción estratégica equivocada y ajena.

Al no asumir todos la responsabilidad, porque fue de todos, buscaban explicaciones en errores de los grupos que desde el inicio asumieron esa lucha y hasta en los que nacieron producto de aquellas equivocaciones.

La oposición, de manera colectiva, representada en los distintos grupos que asumieron la lucha contra Chávez, ha navegado en un mar de errores compartidos. Compartieron el intento de golpe del 2002, los disparates de la huelga general sin obreros, las agresiones contra PDVSA, expresadas a través de la paralización de la industria con el sólo apoyo de la alta casta empresarial, "la meritocrácia", pero también se hundieron, compartieron la lucha, en los términos de "La salida", que implicó muchas cosas de las cuales una buena porción hoy hasta se siente repugnada.

Y luego, cuando en el 2014, ganaron abiertamente las elecciones parlamentarias, donde los electores dieron un aviso del descenso del apoyo a los herederos de Chávez, por asuntos de poca monta, como el cuestionamiento de las elecciones de unos dos o tres legisladores indígenas, abandonaron la legalidad y volvieron a las prácticas ya antes derrotadas. Una porción, inventó la ridiculez del presidente interino, lo que terminó en que un pequeño grupo de opositores incurrieron en actos por demás conocidos y las diferencias y grietas se multiplicaran entre ellos. Y para más, inventaron aquello de golpes militares sin soldados ni oficiales y lo último, intentaron una invasión, fomentados en un contrato firmado con una empresa de guerra estadounidense, donde le otorgaban a esta poderes que agredían la soberanía nacional. Todo esto sin hablar en detalles de lo acontecido con Citgo y Monómeros, donde un pequeño grupo opositor, dispuso de los recursos y destino de esas empresas. Y tampoco de los llamados contrarios a la soberanía e injerencia de poderes extraños o extranjeros.

Todo esto, generó más división y separación en la oposición. Tanto que, factores de esta, están más lejos de los otros grupos de ella que del gobierno mismo.

Y como hemos dicho, los errores en política son por demás costosos; tanto que demanda mucho tiempo, racionalidad y hasta humildad reconocer los errores que no son de un sólo sector sino de muchos y llegar, después de aquel gigantesco distanciamiento, a reconocerse, y hallar entre ellos, puntos de encuentro.

Pero en ese proceso, muy complicado, que se mueve lentamente y se demanda mucha inteligencia y eficiente liderazgo, pudiera suceder que se produzcan alineamientos hasta radicalmente distintos a los del pasado. Pues en eso, en la búsqueda de acuerdos en medio de una crisis y confrontación como la que vive Venezuela, no sólo andan esos factores, antes agrupados en la oposición contra el gobierno desde los inicios de Chávez, sino que también diferentes fuerzas antes ajenas a ellos.

A manera de ejemplo, podríamos decir y casi asegurar, que entre factores antes integrantes de ese núcleo opositor y los procedentes del antiguo "chavismo", dicho así de manera convencional y para lograr una mejor comunicación, hay más acercamientos y esta realidad podría generar un nuevo cuadro, pese desde el inicio, se sepa que eso no asegura el acceso al poder, pero sino la formulación de un nuevo cuadro y diseño estratégico.

La figura de la presidencia interina, dejó una experiencia muy clara. En los grupos opositores, de aquel cuadro del año 2000-2002 en adelante, hay suficientes motivos para desconfiar y hasta reconocerse como separados por hondas contradicciones.

Lo declarado recientemente por Manuel Rosales, con posterioridad a una reunión de éste con Juan Barreto, miembro de un grupo opositor surgido del chavismo, particularmente cuando expresó que la oposición debe reconocerse en parte, por lo menos, decimos nosotros, responsable de la diáspora, es una exigencia a cada grupo opositor y personalidades dirigentes a admitir sus errores y eso implica un llamado a una reelaboración de tácticas, estrategias y aliados. No es posible ni nada fácil otorgar el liderazgo a alguien, por un simple acto electoral hasta viciado, sin hacer las revisiones y correcciones necesarias, como dentro del liderazgo mismo.

Y esta reelaboración, hecha en base lo racional, ajena al odio, puede generar un nuevo cuadro de alianzas y un redescubrir que "no somos todos los que estamos". Pues para decirlo de una vez, en esa oposición, aglutinada de manera contingente, tal como fueron los acontecimientos de finales del siglo XX, que implicó la destrucción de los viejos partidos y el nacimiento contingente y emocional de acuerdos, sin sustento en la realidad, surge la idea de revisar y poner orden las cosas y hasta preguntarse ¿con quién vamos?

Están obligados a revisar programas y fines estratégicos que llevaron a acuerdos puramente emocionales entre quienes, por distintos motivos, son contrarios u opuestos en la visión de país por el origen clasista, desde hace muchos años; hay hondas separaciones o contradicciones, como para pretender resolverlas con un llamado a elecciones primarias, las cuales de paso, de antemano, son excluyentes y hay auto excluidos.

Vuelvo a decir que, la figura de la presidencia interina, fue una demasiado cruel, negativa experiencia, para volver a incurrir en ella con una simple escogencia de candidato, más cuando bien se sabe que, el poder económico y comunicacional, derivado de las clases dominantes y el capital externo, en eso ya tiene tomada su decisión.

No es nada fácil, simple unir a la oposición, aquella antes consolidada contra Chávez, sin revisar lo acontecido y sin que cada quien asuma su responsabilidad, sin pretender mantener un liderazgo inmerecido.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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