Hemos venido afirmando desde hace meses, pero más intensamente desde que se conocieron los resultados de las elecciones primarias de la oposición agrupada en la Plataforma Unitaria Democrática, que con casi toda seguridad María Corina no sería habilitada para participar en las elecciones presidenciales de este año. Reconociendo incluso que esa inhabilitación es inconstitucional, hemos dicho que la lideresa debería prepararse para ese escenario, en el entendido de que no tiene la opción de enfrentar la decisión del TSJ ni política ni militarmente. La política se hace sobre bases realistas y no con base en fantasías, ni deseos ni para dar rienda suelta a los odios, con todo y lo justificado que pudieran estar. Lo peor que puede ocurrirle a un grupo político o a un dirigente es tener una quimera como pilar de sus acciones.
Es obvio que el gobierno está instrumentando acuerdos con el Departamento de Estado en relación con las sanciones económicas y con la flexibilización de la producción petrolera nacional, por lo que la posición del gobierno gringo no está en absoluto determinada por la ocurrencia de cambios importantes en la conducta electoral de Maduro, independientemente de las generalidades de los discursos de algunos funcionarios. Lo que determina los acuerdos entre Biden y Maduro es la satisfacción de las necesidades energéticas estadounidenses, las cuales han sido puestas en peligro por los conflictos geopolíticos existentes en regiones muy importantes para el sostén de la demanda energética mundial. Los acuerdos de Barbados son secundarios y eso debería entenderlo toda la oposición venezolana y más la que negoció en Barbados.
Mientras escribo, me entero que el TSJ ratificó la inhabilitación de María Corina Machado, algo que todos sabíamos ocurriría, aunque algunos se negaban a aceptarlo. Esta realidad no se puede enfrentar desconociéndola ni haciendo lo que el gobierno quiere: que se asuman acciones violentas de calle, o llamados desesperados a que invadan Venezuela, ni mucho menos llamados a la abstención en las presidenciales venideras. La respuesta tiene que ser política e inteligente y debe ser no sólo de María Corina y sus seguidores, sino de toda la oposición. Entiendo que inicialmente se produzca un duelo en la directamente afectada por la decisión, sus compañeros dirigentes y sus seguidores, pero si no se procede cerebralmente y se vence el duelo van a terminar en la inacción, que es la condición en que Maduro los quiere tener.
La opción sigue siendo un gran acuerdo nacional sobre un candidato opositor de consenso, un estadista, cuyas características hagan recuperar la esperanza en el futuro y con ello la decisión de votar y derrotar al PSUV. Ese candidato no existe todavía, pero debe construirse esa candidatura. La selección del mismo debe hacerse por consenso de las organizaciones y de la sociedad toda. Se debe aceptar aquél que reúna un número mayor de voluntades partidistas y grupales, así como nacionales, es decir de la gente y de los votantes. No debe ser sólo un pacto de cúpulas, sino debe haber una sintonía con lo que la ciudadanía siente y exige. María Corina tendrá un peso importante en esa decisión, siempre que no se aparte de la realidad.
Ella tiene que tener los pies en la tierra si es que realmente tiene el temple que se requiere para enfrentar lo que viene. Debe saber que cualquier candidato que ella ponga, será inhabilitado de inmediato por el gobierno. Incluso, correría peligro el candidato que ella apoye, razón por la cual debe ser muy prudente en sus movimientos políticos y electorales. Sigo pensando que el candidato debería ser alguien como Eduardo Fernández, dirigente serio, honesto, sensato, bien preparado, sin actitudes sectarias, conocedor del país y del entorno internacional, con un buen discurso y con un programa claro y concreto. Una persona respetuosa y respetable, con amplia experiencia política, conocida por los venezolanos, que no anda en funciones de vengador ni perseguidor de nadie, capaz de trabajar incluso con adversarios ideológicos, con chavecistas si es necesario, en función del interés de la nación venezolana.
Hay muchos que pudieran acompañar esta candidatura presidencial: gente preparada como Antonio Ecarri, luchadores honestos como Manuel Isidro Molina, partidos como el MAS y muchos otros, y si no lograra el acuerdo de todos los partidos, lo que no me extrañaría conociéndolos en sus limitaciones y ambiciones, con seguridad sería visto por la gente, por los electores, como el mejor candidato, lo que lo haría el seleccionado por la inteligencia popular.