Vale la pena destacar que la invitación a crear un socialismo bolivariano es, por el momento, una manifestación incipiente de deseo o intención que agrupa sectores mayoritarios de nuestra población alrededor del reto de construir una sociedad más justa e incluyente. Lo demás es pura especulación.
Llama la atención sin embargo, que voceros de la Conferencia Episcopal sean capaces de “visualizar”, describir en forma y contenido e incluso “pronosticar”, el estrepitoso fracaso de algo que aún no termina de nacer. Sabemos que Sus Excelencias son mortales como nosotros, que no tienen el don de la ubicuidad ni el poder de la premonición; por lo tanto, cuando investidos de autoridad eclesiástica catalogan de totalitario al nuevo socialismo y le comparan engañosamente con la experiencia soviética, persiguen un objetivo meramente ideológico. Operan entre sus feligreses como agentes promotores del interés de sectores elitescos de la sociedad a los cuales por cierto tienen el privilegio de pertenecer. Y lo hacen de manera engañosa, puesto que se valen de la investidura religiosa para practicar proselitismo político; sin duda un delito, tanto aquí en la Tierra como en el Cielo.
Es curioso, por decir lo menos, que Sus Eminencias sean capaces de ver a futuro la paja en el ojo socialista antes de ver la viga en el propio. Sobre todo cuando la Iglesia que representan tiene siglos sin reaccionar positivamente al distanciamiento continuado y agravado de sus enunciados cristianos fundamentales.
Bastará con que Sus Excelencias desempolven la extensa bibliografía que poseen sobre las andanzas para nada religiosas del vaticano en el medio oriente, aquella sangrienta campaña mejor conocida hoy como Las Cruzadas, de la que sabemos no será necesario abochornarles con detalles en esta modesta columna. O de la extensa lista de crímenes y violaciones de lesa humanidad cometidos por la Santa Inquisición, en nombre de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana que los Monseñores dicen representar.
No deberían olvidar Sus Santidades, cuando se refieren al tema de los derechos humanos, la complicidad intelectual y material del Vaticano con la corona española en el mayor genocidio jamás cometido, en la conquista y colonización de América, en la esclavización de millones de africanos traídos acá por la fuerza para sustituir comunidades originarias exterminadas a sangre y fuego en nombre de Dios.
Si la meta es defender la democracia, poco ayuda el método digital (de dedo) empleado ancestralmente por la Iglesia Católica para designar sus máximas autoridades de manera vitalicia, lo que no es precisamente el mejor ejemplo de alternabilidad en el poder. Y podríamos seguir con la exclusión de la mujer en la jerarquía eclesiástica junto a otras “menudas” desviaciones, muchas de ellas públicas; pero no lo creemos necesario para demostrar que carecen de autoridad moral a la hora de enarbolar principios de humanidad, libertad y equidad.
Monseñores, ¿Quo vadis?
cordovatofano@hotmail.com