Hemos visto como desde los púlpitos de las iglesias y las aulas de algunos recintos académicos aburguesados arrecian los ataques contra la reforma constitucional, que adelanta el Ejecutivo. También hemos presenciado que, recurriendo a una extraña lógica reduccionista, el debate o los señalamientos contra la reforma se han centrado casi exclusivamente en el tema de la reelección presidencial continua o indefinida. Este es el nuevo COCO del oposicionismo, ahora vestido con un ropaje supuestamente democrático. Desde la jerarquía eclesiástica, pasando por el Comando Nacional de la Resistencia, al igual que en algunos círculos de estudiantes sifrinizados e idiotizados se escucha una sola consigna: “La alternabilidad en el poder está en peligro y en consecuencia la democracia está en riesgo… vamos rumbo a una dictadura”. En primer lugar habría que hurgar bien a que responde ese cacareado concepto de alternabilidad democrática y la peculiar visión de libertad que subyace tras el modelo capitalista, diseñado desde los centros de poder para las llamadas naciones en vías de desarrollo. Palabras más, palabras menos, para el sistema capitalista sólo existe libertad en tanto y en cuanto la misma no interfiera en lo más mínimo con el afán desmedido de lucro de las grandes corporaciones transnacionales, bien sean estas mediáticas, petroleras, de la agroindustria o de cualquier otro ramo.
El más tímido intento del Estado por establecer reglas claras, orientadas a beneficiar a toda la población, constituye un sacrilegio intervencionista que nos roba la modernidad y el progreso. Sobre todo cuando ese progreso y esa modernidad son intrínsecamente proporcionales al número de cadenas de comida chatarra que existan en nuestras ciudades, todas ellas sí bien homogeneizadas y tan carentes de alma. Algo similar ocurre con el curioso concepto de la alternancia, tras esa figura subyace una deliberada intencionalidad por fragmentar, tanto los lapsos como la realidad en general. Si observamos con detenimiento, es fácil concluir que los gobiernos de AD y COPEI fueron en si mismos una calamidad por el latrocinio que animaba a sus dirigentes, pero también fueron muy negativos precisamente gracias a ese extraño concepto de alternabilidad, según el cual cada cinco años cambiábamos de mandatario y se truncaban las pocas políticas acertadas que habían. Bajo esa visión conceptos como continuidad, unidad e interés nacional, eran inexistentes. Todo se resumía a un festín, donde una elite se intercalaba para caerle a batazos a la piñata, cada 5 años. Sin embargo, a pesar de que el concepto no es ningún valor realmente democrático, el supuesto peligro de la alternabilidad por la incorporación del carácter continuo de la reelección presidencial no tiene ningún asidero, ya que el tema deberá ser intensamente debatido y además aprobado por el pueblo en votaciones libres y secretas, pero lo más importante aún es que las reelecciones hay que ganarlas y haya que ganarlas en buena lid con otros candidatos democráticos.
De manera que la permanencia en el poder no es automática, será producto de un examen de la población, que tendrá que elegir entre varias opciones. ¿Más democrático que eso imposible?, en el fondo el verdadero miedo de la oposición y su errático liderazgo es que se saben perdedores desde ya. Por ello afinan sus gargantas para volver a cantar fraude en 2013, porque no tienen consigna, no tienen una propuesta de país capaz de emocionar a nadie y lo que es más grave no tienen ningún amor por la patria. Ello explica el nulo interés que les provoca la incorporación al debate de un tema medular para la reforma, como la incorporación al texto fundamental del Poder Popular y los Consejos Comunales. Eso no da rating mediático ni angustia a las señoronas encopetadas, huele demasiado a populacho. En cambio otros 7 años más de Chávez en el poder después de 2013 les deja sin aliento, les enloquece.
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