Alejados de la realidad social venezolana por diversidad de circunstancias, entre la más notoria de todas, por adoptar una “universalidad” que roza la superficialidad y el simplismo en detrimento de los valores nacionalistas y humanos que debieran defender, quienes integran la oposición al proceso revolucionario bolivariano han entrado en una fase de confrontación irracional, buscando a toda costa demostrarle a todo el mundo lo que siempre ha preconizado a través de los grandes medios de información (nacionales e internacionales), esto es, que en Venezuela se padece una dictadura y va directo al comunismo que representa, según su punto de vista alienado, la debacle total de las libertades individuales y colectivas, respondiendo así a esa propaganda ideologizante reiterada que desde hace ya dos siglos montara la clase capitalista dominante a nivel mundial.
Esta oposición, con un manejo totalitarista de los grandes medios de comunicación que le asegura una cobertura a distintos niveles, concibe al país que desconocen como un ambiente interesante donde se dan algunos hechos y personajes folclóricos o exóticos, lo que evidencia su profundo desarraigo respecto a lo que significa Venezuela como nación soberana, tal como se manifestó con el ultraje cometido a la bandera tricolor, uno de los principales símbolos de la identidad nacional venezolana. Más aún cuando llegan a confundir sus derechos con los de la gran mayoría que respalda al proceso bolivariano, a semejanza de los mantuanos de la época colonial, y siguen suponiendo que éstas responderán, en algún momento, a su llamado “patriótico” y “democrático” para revertir la realidad actual. Exhiben el apego a un tipo de cultura despolitizada, sin ningún tipo de preocupación por lo que pudiera ser Venezuela como nación independiente frente a las grandes potencias, como Estados Unidos; en lugar de ello, invocan su intervención militar del mismo modo como lo hicieran sus antecesores de la oligarquía ante el gobierno imperialista de Gran Bretaña a mediados del siglo XIX ante el avance revolucionario de las masas populares que se alzaron en su contra, ofreciéndole a cambio de su “protección” casi la mitad del territorio nacional, al sur del río Orinoco. Por ello mismo, su mensaje suena vacuo y carente de credibilidad, puesto que un inmenso porcentaje del pueblo venezolano, de uno u otro modo, vive un proceso histórico de inclusión social en áreas tan sensibles como la educación, la salud o la vivienda, de las cuales estuvo excluido durante décadas, a pesar de su confianza en quienes le atraían con promesas demagógicas en cada contienda electoral. En una dirección muy semejante marcha la alta jerarquía de la Iglesia Católica, olvidando la opción preferencial por los pobres y legitimando, como en el Cono sudamericano durante la década represiva de los setenta del siglo pasado o como en la España franquista, la más pura expresión del fascismo, así se cuenten por toneladas las violaciones a los derechos humanos y las muertes causadas por defender la “civilización libre, occidental y cristiana” de la “amenaza” comunista.
Esto no significa que su accionar haya declinado de algún modo. Contrariamente, tratan de generar hechos con una clara intención desestabilizadora, como sucediera al no renovársele la concesión a RCTV y al denunciar un clima generalizado de crimen y violencia en toda Venezuela, aprovechando las debilidades del viejo Estado representativo aún vigente. Todo en sintonía con la campaña de apoyo originada desde Estados Unidos y algunos países europeos, haciéndose eco de realidades virtuales que ignoran adrede los logros, sentimientos y opiniones populares, además del odio racista y clasista de la minoría oposicionista, cuya expresión más conspicua fue la persecución desatada contra dirigentes chavistas posterior al golpe de Estado del 11 de abril de 2002. Ello ha contribuido a ahondar aún más el profundo abismo que siempre existió entre las capas dominantes de la sociedad y las clases populares, viéndose la primera prácticamente imposibilitada para presentarle a las segundas una opción democrática creíble que las haga convencerse de que ello es lo mejor frente al proceso bolivariano actual y su oferta socialista. De ahí que la minoría oposicionista se manifieste dispuesta a recurrir a todos los recursos (legales e ilegales) a su alcance, sin excluir el terrorismo y el asesinato selectivo de dirigentes sociales revolucionarios, en su obsesión por recuperar el poder perdido y retrotraer a Venezuela a etapas superadas, las cuales traumatizaron y desencantaron por décadas la pasión democrática del pueblo bolivariano, siendo necesaria la resistencia y la insurgencia combinada de civiles y militares (desde los años sesenta del siglo XX) para acceder a un camino democrático diferente y de auténtico contenido popular.-
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