Por favor vejetes, tengan dignidad

Desde que llegó la Revolución Bolivariana, los venezolanos de pedigrí humano hemos tenido que soportar a varios pergaminos octogenarios, de pedigrí chimbo, dicharacheando de política. Estos milenarios adefesios al parecer no entienden que Judas uno de los grandes traidores de la reciente historia (2000 años) porque el mundo tiene un mojonal de siglos, no es parte de un buen recuerdo por parte de nadie. Los traidores son seres enfermos, icorosos, purulentos, infecciosos, llagosos, y aunque eso no sean más que enfermedades, deben estar en hospitales, en clínicas, buscando en la medicina el bien que les aleje los males. La presencia de ellos en la vida pública, lamentablemente lo que causa es dolor.

En la Venezuela de hoy creíamos contar con dos traidores fijos horadando el espacio de la controversia oposicionista ¡NON FUYAN COBARDES! Les gritaría don Quijote, pero no; no tenemos al glorioso hidalgo entre nosotros, porque de ser así, quizá los confundiría con dos manzanas podridas que estarían dispuestas a causar diarrea y las atacaría con denuedo. Este par de traidores políticos, (no tienen capacidad para traicionar otra cosa) son Teochoro Pez Coz y Pompeyo Márquez, un par de dos que de mirarse al espejo, no vacilarían en callar para siempre y dejar en el estero la paja que per secula han echado. Viejos, fané y descangayados, con los cerebros arrugados por la traición, la, la, lararí…

Teochoro y Pompeyo son dos raquíticos de la sinvergüenzura. Y para colmo como que no tienen familia que le digan que ya, dejen de hacer el ridículo y que , coye, sientan que el pueblo no los quiere ni en pintura, (hagan una encuesta y verán que escribo con la verdad: al par de jurásico no los quiere ni sus perros) ¡Claro esto sin contar al pajarraco Oscar Yánez y al dominocero Raúl Hernández que además de masticar el agua, dura cuatro hora comiéndose el puré que le sirven los chinos de la esquina de Veroes.

Ahora para colmo de males nos llega desde las catacumbas de La Castellana el Matusalén Luis Miquilena a quien en su juventud por los años treinta le decían Luis “Miquimelena”, porque llevaba el pelo largo en una época cuando esa vaina se veía muy mal. De manera que ahora son un trío de tres. La oposición “intelectualoide” que comanda “Cabeza de Güeso” Pérez, el “filósofo” Manuel Rosales, y los “católicos” que no quieren a los pobres, Julio Carlos Andrés Borges y William Ojeda, han ido con picos, palas, sogas y spray para aromatizar el aire a sacar de su tumba a este oscuro personaje del medioevo, y que para que enfrente las reformas que se les darán a la Constitución.

Uno se queda loco de bolas y se pregunta ¿en qué siglo estamos? ¿Qué hace esta cornucopia de los guarismos infectando el aire de la Revolución con sus terribles olores de Génesis bíblicos? Luis Miquimilena, perdón, Miquilena, es una ofensa a la inteligencia. Un Torquemada del siglo XXI. Si decía que MOS lo nombró en una de sus obras literarias y él se ufanaba, como todo viejo egocentrista. Para aquel tiempo, cuando se iniciaba el proceso, el presidente Chávez andaba con este sujeto como atornillado a sus pies. Y él, el vejete, se creía el non plus ultra de la democracia, impartiendo órdenes, confiscando ideas, manipulando verdades, otorgando puestos, colocando amigos en la dirección de la patria, de los tribunales, de la Suprema Corte.

Un viejo necio confundido en su senectud, abrigando aires rejuvenecedores, engañando a la gente que seguía a Chávez. El pueblo llegó a creer aquello de “qué este es mi segundo padre”, porque pensaba que el vejete Miquimelena, ah vaina, Miquilena, ya en las horas postreras de su vida, trabajaba para que la nación lo recordara después de tirarse el peo del abandono. Pero no era así. El octogenario personaje, lo que ansiaba era PODER, PODER, PODER, porque las agallas de impresor se les engrandecieron hasta límites insospechados. Anhelaba más riquezas de las que posee, para comprar conciencia de cipayos y traidores. No fue ni es un viejo de esos a los que todos les brindan respeto, porque él fue irrespetuoso con el presidente Chávez y con el pueblo.

Ahora sale de su catacumba. Huele a alcanfor, a romero, a alpargata de goma, a incienso, a kerosén y aserrín. Huele a posada, a ventero, a parte posterior de retrato, a closet de pensión. La oposición lo buscó allá en su apartamento de La Castellana desde cuya ventana se asomaba todas las tardes a maldecir su infortunio al traicionar a la Revolución, para que se opusiera al futuro. Pero se equivocó la oposición una vez más y el vejete también, porque en esta nación sólo existe un líder, un guía, un hombre que se ha sabido ganar el respeto y el amor por el pueblo y que lleva por nombre Hugo. Y a ese hombre el pueblo seguiría, mientras el sol despierte en la mañana y la luna bailotee en la hoja infinita de la noche. ¡Muerto vuelve a tu tumba!

aenpelota@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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