Ya sin asombro escuchamos a conocidos malandrines y motolitos decir sandeces sobre la propuesta de reforma constitucional. En programas de entrevistas, los tránsfugas perfeccionan las artes del culipandeo y el yonofuí. La fauna política anárquica acude escuálida a reuniones en sus reductos para enjuagarse el pellejo con “calle mediática”, aunque tatuados con la indeleble rúbrica golpista.
La caterva variopinta de personajes que hace cola todos los días para escupir oxímoros, es incorregiblemente ramplona, hueca y prejuiciosa. La sensatez los persigue pero ellos son más ágiles. Las acciones y avances revolucionarios exacerban la sarna fascista que les tiñe el lomo.
Sus fanfarronerías, dignas de las novelitas vaqueras de M. L. Estefanía, son consecuencia directa de la impunidad. Como el solapado de seis dedos la detentaba, ahora lo invocan y lo sacan en procesión como a un remoto ídolo embalsamado. La impunidad se come con todo; viene para untar o en cubitos, espesa o ligera, para llevar o para comer aquí. Allane embajadas en bajadita con embajador y embalaje incluido para que no se tenga que comer las alfombras. Dispárele a la gente como todo un delincuente, luego acuse al presidente y diga que usted es inocente (que lo preñaron). Si es antichavista y además periodista, promueva golpes en cada entrevista y arréchese si lo llaman palangrista. Siguen jodiendo gracias a la mega plasta urdida por las tribus jurídicas, espuelas de la bota octogenaria.
Reconocidos actorcillos y marionetas de aquí juegan a bajar santamarías y subir el índice inflacionario, a meterse a los cerros y salir ilesos, a bajar al Comandante de la silla y subir el rating, a meter paramilitares y salir de la revolución. Los “big brothers”, sus escritores y muñequeros, los reconocemos porque asomaron sus caras durante el paro patronal, en el sabotaje petrolero, en aquel Abril copioso de sucesos. Lo que hay no es juego y lo que viene menos. Enfrentamos a un imperio exterminador cuyos códigos informáticos entorpecen a distancia economías de países enteros, que succiona con gula pantagruélica conocimientos para defecar muerte, que se pasa por el forro las resoluciones de la ONU, que ha destrozado millón y medio de almas en sus cruzadas “antiterroristas”. La hidra imperial, que hace lo que sea para conseguir energía, tal vez ya avizora que para prevalecer deberá trascender del planeta, una vez que lo haya vuelto mierda.
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