Los partidos de oposición parecen decididos, en su gran mayoría, a participar en el referendo constitucional del venidero mes de diciembre, pero aún en el seno de los sectores que adversan al gobierno bolivariano persisten voces que alegan la falta de condiciones para ir a una contienda electoral y repiten los ya desgastados argumentos sobre la falta de un organismo electoral confiable, que garantice resultados transparentes.
Es curioso ver cómo entre los mismos opositores se acusan de hacerle el juego al gobierno. Los abstencionistas califican de tontos útiles a quienes desean participar, y les achacan incluso la responsabilidad de legitimar al proceso de cambios que lidera el presidente Hugo Chávez. Pero a su vez, desde la fila de los partidos convencidos de hacer campaña por el NO, responden que quienes llaman a la abstención sí que en verdad le dan un punto de apoyo a lo que ellos llaman el “régimen”, porque desmovilizan al electorado y de hecho le restan votos a los factores que rechazan la reforma constituciónal.
Lo que llama la atención es que el abstencionismo opositor no ofrece una línea de acción clara, No presenta alternativas para lograr movilizar a una masa opositora carente de líderes que se caractericen por la credibilidad, y que además salió desmoralizada de las aventuras y locuras convocadas en nombre de una supuesta resistencia contra el gobierno. El abstencionismo no se atreve a revelarle a los ciudadanos su propuesta para enfrentar al gobierno. O carece de ella, cosa muy probable, o simplemente se trata de la repetición casi al calco de acciones destinadas a promover el enrarecimiento del clima político, pero que francamente no serían acompañadas por la población opositora, que parece curada de espantos luego de los experimentos de 2002, 2003 y 2004.
Como en sus aventuras fracasadas, todavía el abstencionismo cuenta con el apoyo de medios que se quejan por el supuesto ventajismo gubernamental, pero que andan en desenfrenada campaña contra la reforma desde principios de año, cuando ni siquiera se conocían esbozos de la propuesta presidencial.
El abstencionismo no tiene la misma fuerza. Carece de capacidad de movilización a lo interno, ha perdido uno de sus principales megáfonos, RCTV, hoy con el mismo discurso agresivo de siempre pero con escasa sintonía en el cable. Pero la pérdida de fuerza no le impide al abstencionismo seguir jugando al chantaje que una vez les funcionó, y que provocó, por si no lo recuerdan, que hoy la oposición haya perdido su valioso espacio parlamentario. Aunque pareciera que en definitiva la oposición agrupada en partidos no está dispuesta a incurrir en el error de no participar, el síndrome de la abstención la persigue como una sombra . Veremos si puede sacudírsela.
Déjese ayudar
No tiene sentido que el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, acepte la ayuda del presidente Chávez para el logro del canje humanitario y que se oponga a dar facilidades para que el mandatario venezolano pueda cumplir con la encomiable misión de contribuir a liberar a los secuestrados por la guerrilla a cambio de la liberación de prisioneros pertenecientes a los movimientos armados. El encuentro de Chávez con representantes de las FARC es indispensable para que esta iniciativa avance. Para ello es necesario que el jefe del Estado colombiano flexibilice sus posiciones y atienda como debe ser al clamor de los familiares de las víctimas del secuestro.
El canje humanitario sería el inicio de un eventual proceso de negociación política que pudiera abrir caminos a la paz en el hermano país. Si el canje fracasa se impondrá de nuevo la opción militar, que es la peor de todas, porque en sesenta años no ha dado más resultados que violencia y muerte.