Los resultados del referéndum provocaron un debate que gira en torno a la pérdida de tres millones de votos por parte de Chávez, un año después de ganar ampliamente las elecciones presidenciales. Las urnas tampoco premiaron a la oposición, que subió apenas 200.000 votos. Dicho de otra manera, tres millones de venezolanos decidieron quedarse en casa. Una severa advertencia a Caracas. Surgieron al menos dos interpretaciones sobre este fenómeno. Una considera que debe darse un paso atrás y pactar con la burguesía “nacional” sin renunciar a los objetivos del socialismo del siglo XXI. Esta es la posición del presidente. La otra piensa lo contrario. Millones de personas se están desilusionando tras casi diez años de proceso bolivariano porque las reformas que podrían conducir al socialismo prometido duermen el sueño de los justos. Procede ponerlas en marcha, cambiar de política, sí, pero mirando hacia la izquierda.
“Yo estoy obligado -dijo Chávez a modo de conclusión sobre los resultados del referéndum- a reducir la velocidad de la marcha. He venido imprimiéndole una velocidad a la marcha más allá de las capacidades o posibilidades del colectivo. Lo acepto (…) Prefiero reducir la velocidad, fortalecer las piernas, los brazos, la mente, el cuerpo, la organización popular y el poder popular. Y cuando estemos listos más adelante, entonces aceleraré la marcha”. Dos medidas vinieron a despejar el significado de estas palabras. Una amnistía sorpresiva para dirigentes golpistas de abril de 2002 y el cierre patronal petrolero posterior, además de la propuesta de eliminar el control sobre los precios para algunos productos de primera necesidad que beneficiarán a sectores de la burguesía “nacional”. La misma que cultivó el desabastecimiento como una manera de fomentar la desesperación de los pobres, la base social de Chávez, y su desapego del gobierno. De los intentos desestabilizadores (siempre aderezados por las mentiras de los medios de comunicación) éste le proporcionó a la derecha los mejores resultados políticos en diez años. Algo aprendieron del derrocamiento de Salvador Allende.
Un paso atrás puede ser saludable con una condición. Que Caracas prepare las próximas medidas para avanzar. Chávez también señala algunas causas del deterioro político, como el despilfarro y la corrupción de la burocracia política del Estado. Vale. Habrá que esperar y ver las dos etapas previstas. El paso atrás ya ha comenzado. Faltan las previsiones sobre el cuándo y el cómo acelerará la marcha hacia el socialismo. En todo caso, Chávez cuenta todavía con un apoyo popular amplio que puede aumentar o seguir decayendo. Dependerá seguramente de la orientación política a desplegar.
La segunda lectura del referéndum, que incluye entre otros a líderes de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) cree que la pérdida de votos se debió no a la velocidad de la marcha, a que las reformas hayan ido demasiado lejos o muy deprisa sino todo lo contrario, a su lentitud y escasa audacia. “Si esta desilusión continúa, preparará la contraofensiva de las fuerzas de la reacción que puede minar la revolución y preparar una derrota seria” (Alan Woods). A veces, la línea de menor resistencia conduce al mayor desastre. Dice Orlando Chirinos, de la UNT: “No se trata de extremismos ni de radicalismos. Lo que ha quedado claro durante estos años de proceso revolucionario es que si no se avanza en la nacionalización de la banca, en el monopolio del comercio exterior, en la expropiación de los medios de producción, en la aplicación de la escala móvil de salarios, no vamos a derrotar a los empresarios.” En realidad, no hacía falta una reforma constitucional para nacionalizar la tierra, los bancos y las industrias clave todavía en manos de la oligarquía venezolana. Bastaba una ley aprobada por la Asamblea Nacional. Todavía se está a tiempo, según opinan líderes de la UNT.
El imperialismo y sus colegas venezolanos no han podido todavía con el proceso bolivariano ni su influencia en el conjunto latinoamericano. Porque como escribió Mario Benedetti y cantó Alí Primera, “ni colorín, ni colorado, el canto no se ha acabado”. Dicho queda.
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