Esta mañana, mientras iba al trabajo en la capital de este destacado miembro del Eje del Mal que es Venezuela, me encontré este titular, expuesto lascivamente en numerosos kioskos públicos, en un país donde la libertad de expresión "ya no existe" (sic):
¿Qué tal? Y todavía queda gente -y no es poca- que tiene las b... (qué importa el vocabulario, lo digo: la ocasión lo merece) las BOLAS de decir que aquí no hay libertad de expresión. Semejante absurdo editorial -decir que estamos en dictadura y que no te pase nada por publicarlo- me recordó inevitablemente a un episodio de Los Simpsons, en aquellos años en que era una gran serie (mediados de los 90). En dicho episodio, en Springfield, el pueblito donde vive la familia, se decía que la localidad se había quedado sin luz, supuestamente no quedaba ni un sólo resquicio de electricidad en la ciudad... y para anunciarlo, usaban un descomunal cartel de LEDs luminosos, de esos que hay en los aeropuertos... y que, por supuesto, necesitan electricidad para funcionar.
Del mismo modo, no se puede vivir en una dictadura y publicar a todo color, en primera plana, sin represalias, que vives en una dictadura. ¡No tiene sentido! ¡Es como anunciar que se acabó el agua inaugurando una fuente!
Ver un titular como el que regaló hoy 'El Nuevo País' a desprevenidos transeúntes -el de
El Nacional fue ligeramente más
sutil- es tan absurdo como caminar por el centro de Caracas y ver en lo alto de un edificio un cartel como el que sigue:
Surrealista, ¿verdad? ¿No entienden tanta contradicción, tanto delirio? ¿Sí lo entienden? ¿Les parece una portada de lo más razonable? Entonces acaban de caer por un vórtice periodístico hacia otra dimensión: están entrando en el mundo paralelo de muchos opositores venezolanos. Ojalá encuentren la salida. Muchos entraron en él hace ocho años, y todavía siguen ahí.
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