Una de las molestias de los entes monetaristas internacionales y de cierto país por ahí interesado en la debilidad de los demás, es que Venezuela canceló su deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). El anuncio lo realizó el presidente Chávez el 14 e abril de este año, y nunca pasará el momento para sacarlo a relucir como hecho de gran trascendencia en el camino hacia la soberanía e independencia económicas.
Medio mundo se molesta, incluyendo algunos nativos -¡insólito!-, porque el pago de la deuda acaba con el jueguito de ser exprimido lentamente, pues los buenos de la banca internacional no te cobran todo el monto de una sino que te dan el chance de pagar los intereses solamente, y por pedacito, de forma tal que el monto real de la deuda permanece inalterado, ganando ellos un realego y para toda la vida. ¡Así cualquiera!
La deuda en esas condiciones constituirá siempre un hecho de lesa patria para cualquier país digno del mundo. Se requerirá siempre una dirigencia irresponsable que permise semejante acto para su país y sucumba a la presión de pedir prestado para luego ante las cámaras de televisión decir la estupidez que en el país se realizan inversiones extranjeras, se mueve capital y hay desarrollo. Ridiculez más grande no hay.
¿Qué algunos países realmente lo necesitan y se ven obligados a pedir prestado? Nadie lo duda, pero todo el mundo sabe que la banca presiona a los países al endeudamiento so pena de no incluirlos en la lista “progresista” de naciones que se superan; es lo que llaman certificación, utilizada por lo general para el chantaje y con fines político. ¿No nos cansamos de ver cómo certificaban a cada rato a la Argentina antes de aquella dolorosa sacudida crítica que en el país se dio, diciendo que se encaminaba hacia el desarrollo y primeros niveles de vida?
El tiempo demostró que se trataba de una perfidia, porque se descubrió el cuento que la pobre Argentina había privatizado casi todo y no le quedaba ni para beberse un refresco. Según dicen algunos exagerados por ahí que quedó en tal condición que no era dueña ni de sus propias carreteras.
Además, si el perfil del "país necesitado" es como el de Venezuela, la cosa no tiene sentido.
El gobierno bolivariano demostró que la deuda era completamente injustificada y que lo único que hacía falta era tener guáramos suficientes para sobreponerse a las presiones y al discursito ese de la inversión para pedir prestado.
Cada venezolano debía de gratis, al nacer, 4 millones de bolívares, según leo en un interesante artículo (Luís Alberto Matos: "La deuda externa" en Temas Venezuela. - (2.007) sep 28-oct 4; pág. 14), y todo por la irresponsabilidad, irrespeto con el pueblo y falta de amor por su país de adecos y copeyanos.
No vale el discursito tampoco de afirmar, para restar méritos, que Venezuela está recibiendo muchos cobres ahorita dados los precios altos de petróleo; porque cuando Carlos Andrés Pérez el país experimentó un boom petrolero y la deuda, en vez de disminuir, aumentó, lo cual no sorprende en un "estadista" que creía que los precios del petróleo debían mantenerse bajos porque los países consumidores se podían poner bravos para luego inventar otro combustible.
Todo el período espurio de la famosa democracia betancourista, 50 años, se la pasó Venezuela endeudada, y sus líderes, seguramente, recordarían a Juan Vicente Gómez como un bruto analfabeta que se ocurrió cancelar la cuenta completamente a la banca, unos 180 millones de bolívares que se debían.
Los sinvergüenzas de la Cuarta República se la pasaban con un jueguito con la democracia y soberanía venezolanas. Así como un día un pelón presidente de aquellos dijo que la banca lo había engañado, refiriéndose a otro asunto, así también, muy deportivamente, Luís Herrera Campins empezó a patear el balón de la falta de dignidad: "Recibo una Venezuela hipotecada", diría, para luego entregar una gestión presidencial que había abultado la deuda con la banca internacional en un 80%, esto es, un monto total de 180 millardos de bolívares.
Se pedía prestado, en fin, para complacer a países amigos, para entrar en la lista selecta de los países certificados por su amos como "en progreso" y para ayudar a la banca internacional -será-, siempre necesitada de víctimas de quienes medrar para toda la vida.
El horrendo período de la historia venezolana en que las políticas públicas cedían soberanía -en palabras de Joseph Stiglitz, de reciente visita en el país- ante el chantaje de la inversión y la promesa del desarrolló, se acabó.
Pero no faltará el loco oposicionista -ese que se opone por oponerse a todo lo que haga el gobierno- que salga con su sesudo cerebro chamuscado a razonar que el pago de la deuda es negativo para el país, que es mejor mantenerse en la nómina de tan importantes entes financieros, que si patatín patatán; así como razonan también que para los trabajadores venezolanos es de efecto negativo la rebaja a seis horas de la jornada de trabajo, los aumentos de sueldo porque generan inflación, o que nuestros trabajadores tengan el segundo mejor sueldo de Latinoamérica, así como también razonan que es muy malo, malísimo que el voto de un profesor en la universidad deje de equivaler a cuarenta de estudiantes, así como muchas otras cosas. Paso y gano, lejos de estos animales políticos.
Lo que es bueno para el país parece ser malo para estos bichos, y así todavía tiene ínfulas de demócratas y se arreglan el cuello de la camisa para declarar cualquier cosa.
Estoy a tu orden en Animal político