¿Cómo reconciliarse con la derecha?

Los triunfadores ponen las reglas y hasta escriben la historia, se dice con frecuencia. Y en el campo de batalla, el comando perdedor para evitar mayores males a sus tropas y gente toda, antes de rendir sus armas, suele firmar un armisticio, en el cual admite los derechos que corresponden al vencedor, pero procura obtener para los suyos aunque sea un clavo ardiente.

La incógnita es precisamente identificar quién, en los comicios del 2D, resultó triunfador y a qué trofeo se hace acreedor.

Estas reflexiones vienen a cuento, porque desde el bando opositor al presidente Chávez, se habla un lenguaje sibilino, acompañado de un tono de aparente mansedumbre, usado por quienes antes se mostraron violentos y procases sin disimulo alguno, como el magnánimo general vencedor que le tiende su mano generosa al derrotado. ¡Gloria al vencedor, honra al vencido!, dicen que expresó Sucre, al final de la batalla de Ayacucho.

Unos dirigentes opositores, cuyas fuerzas individual o partidistamente consideradas, significan poco, dentro de ese universo nada homogéneo, para no llamarle saco de gatos, por insistir en ser respetuoso y considerado, en nombre del cual hablan o creen hablar, han puesto de moda la palabra reconciliación. Vayamos a la reconciliación dicen y una buena multitud la palabra repite.

Pero, al escuchar ese cántico, de inmediato varias alarmas se encienden y surgen inquietantes preguntas.

¿Quién perdió o salió derrotado? ¿Qué fue lo ganado o lo perdido? ¿Reconciliémonos en torno a qué? ¿Cual es la razón o motivo que nos ha traído a dónde estamos? ¿Es el discurso, la acción o las bases materiales y culturales que han predominado que nos tienen en este estado de separación? ¿Podría haber reconciliación dejando todo igual y haciendo borrón y cuenta nueva?

Pero mientras se medita sobre esas interrogantes vayamos a otro asunto, que pareciera ser distinto, pero es la misma cosa.

Monseñor Luckert, el obispo de Coro, también imbuido de la idea que es jefe de tropa triunfadora, le exige al presidente que no sólo sea él mismo tolerante, sino que imponga a sus seguidores ese estado de ánimo. Si aceptamos, nada más que por hacer fluir el discurso, que Chávez es un intolerante, habría que agregar la interrogante ¿cómo puede cachicamo llamar a morrocoy conchùo?

Monseñor, como la oposición toda, no está en situación de poner condiciones. Chávez y el movimiento popular perdieron una escaramuza, una acción táctica por motivos que se descifran y fácilmente pueden superarse. El comandante sigue siendo el presidente y demostró en estos comicios, que es portador de un respaldo durísimo de más de cuatro millones de votos. Y el asunto es más digno de admiración, si se toma en cuenta que apeló a la audacia de invitar a votar por una propuesta socialista, en un país como Venezuela fuertemente influido por la ideología del capitalismo consumista y de la acumulación brutal de riqueza, en detrimento de las mayorías. En un área donde impacta el espejismo de la riqueza fácil, la cultura del individualismo, el egoísmo y la idea falsa que todos podemos alcanzar los mismos objetivos.

Y aún así, porque no se llamó a votar simplemente por Chávez presidente y un programo revisionista o “humanista del capitalismo”, la mitad de los votantes le acompañó. Y pese a la brutal y falsificante campaña electoral, donde se dijo toda clase de mentiras sobre lo propuesto, en lo que la alta jerarquía eclesiástica participó activamente así como el gobierno americano, la oposición sólo obtuvo un poco significativo porcentaje de ventaja. Y más de tres millones de votos, que antes apoyaron la candidatura del barinès, no asumieron la audacia, generosidad del proyecto de cambio, porque esto siempre genera desconfianza, temor y resquemores, pero más que todo por desinformación, se abstuvieron. Y lo importante y descollante es que el sentimiento de clase, nacionalismo y afecto de ese importante universo, le orientaron para no caer en la trampa de los negativos adversarios de Chávez.

Mientras que la oposición más que un archipiélago, es un entarimado pegado con saliva de loro. Basta con decir que solamente la une la indisposición contra Chávez y cualquier intento de elaborar una modesta y abstracta plataforma en seguida se dividen. Por eso, ellos no plantean ninguna iniciativa sino se limitan a oponerse a lo que Chávez diga.

Llegado aquí uno puede, sin duda, sin subterfugios, hablando en política ¿quién fue el triunfador? ¿Quién está en posición de ponerle condiciones a quién?

¿Y para reconciliarnos qué hacemos? ¿Nos abrazamos, nos juramos fidelidad, nos prometemos amor eterno y comprometemos a dejar todo como está?

¿Por qué no nos comprometemos a cambiar la sociedad, a hacerla justa, equitativa, destruir a los conspiradores, acaparadores, latifundistas, corruptos, mercachifles de la salud, educación y el conocimiento todo? ¿Por qué no armar un frente contra la guarimba, los traficantes y los partidarios de un sistema de explotaciòn y sujeción de las mayorías? ¿Por què no acordamos combatir a los acaparadores y quienes provocan escasez alimentaria?.

¿Por qué no ser tolerantes todos?

Empecemos por quienes ostentando el rango de pastores de los venezolanos creyentes, quienes deben erradicar del lenguaje la vulgaridad, como el hablar de meter chuzo y endilgarle a lo que se proponga, aunque no nos guste, atributos que no tiene. Y pedimos esto, porque a uno le enseñaron que los sacerdotes no mienten, injurian ni levantan falsos testimonios.

Por supuesto que estamos por la conciliación en el sentido que cada quien tiene el derecho a luchar por lo que cree y aspira, dentro de los límites de la ley y los espacios que la democracia ofrece, gozando del respeto de nuestros adversarios. Esto implica tolerar. Respetar a los demás, por aquello que dijese Benito Juárez, que el derecho propio termina donde comienza el ajeno. Pero antes de mirar la paja en ojo extraño debemos ver la viga en el propio.

Conciliación no significa contribuir a barnizar la injusticia de justicia.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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