Cuenta Ignacio Ramonet, en
su libro Tiranía de la comunicación, cómo la televisión construye
eso que se conoce como “actualidad”, sin que necesariamente se corresponda
con lo que es importante para la humanidad, un país o una comunidad.
Refiere cómo esta construcción
puede desdeñar, al mismo tiempo, asuntos de especial trascendencia
y cita cómo durante una rueda de prensa de Bill Clinton y Yaseer Arafat,
la televisión sólo difundió las preguntas dirigidas al presidente
de EEUU sobre su jujú con Mónica Lewinsky.
Un asunto que a lo sumo podía
interesar a la señora Hillary, hoy flamante precandidata presidencial
de la mano de su esposito, fue jerarquizado por la industria de la comunicación
social como algo más importante que el inusual encuentro entre líderes
mundiales que podía conducir a aliviar tensiones en un conflicto internacional
por el que han muerto y sufrido generaciones enteras.
“La imagen de Arafat asistiendo,
impasible, a la travesía de Clinton sobre el fuego de sus entrevistadores,
constituye una de las pruebas más delirantes de la actual deriva de
los media”, comenta Ramonet.
Parte del mismo fenómeno es
el manejo de la noticia como un espectáculo, propio de nuestros tiempos
globalizados, y que ha derivado, según Ramonet, en una nueva y falaz
ecuación informacional: “Si la emoción que usted siente viendo el
telediario es verdadera, la información es verdadera”.
La magia televisiva puede hacer
que alguien se conmueva hasta las lágrimas o se indigne hasta la rabia
frente a algo, al tiempo que torna indiferente y obtiene el consentimiento
tácito de esa misma persona ante un acontecimiento atroz.
Ejemplos abundan. El “huésped
alienante” –¿alguien recuerda quién acuñó ese nombre para la
TV?- tiene el poder de atemorizar hasta la histeria a un padre por el
contenido supuestamente militarista de un currículum escolar y al mismo
tiempo insensibilizar a ese mismo padre para que acepte como normal
y hasta divertida la exposición de sus hijos ante películas, caricaturas
y juegos de video cargados de aberrante violencia, donde se premia la
acumulación de golpes y asesinatos cada vez más “reales”, y se
les entrena en el uso letal de armas de fuego.
Una batalla ciudadana
El título que encabeza esta
columna, sobre una propuesta formulada en 2006 por el alcalde de Chacao,
Leopoldo López, para la construcción de 11 mil 500 viviendas en el
aeropuerto de La Carlota, tiene mucho que ver con el fenómeno.
En las últimas semanas se
armó todo un zafarrancho mediático porque el gobierno de Hugo Chávez
comenzó los trabajos para la construcción de un Parque Tecnológico
en esos terrenos, que incluiría un anexo de 620 apartamentos.
Miles de personas, quizás
millones, entre ellos quien esto escribe, entraron en una especie de
estado de alarma ambiental ante el impacto urbanístico que estas nuevas
viviendas tendrían sobre Caracas, una ciudad atestada de gente y carros,
y necesitada de parques, plazas y demás lugares públicos para el sano
esparcimiento, distintos a los cada vez más numerosos centros comerciales.
Recuerdo haber escuchado por
radio la voz afectada del normalmente aplomado Pedro Penzini Fleury,
quien al margen de las diferencias y consideraciones políticas ofreció
razonables argumentos para oponerse a la construcción de esos 620 apartamentos.
Fue la suya apenas una pieza
en medio del zafarrancho que desató la iniciativa del Ejecutivo Nacional.
Periódicos, televisoras y radios se volcaron sobre el tema para machacar
el peligro que se cernía sobre toda la ciudad, al que dedicaron horas
de programación y kilómetros de editoriales, reportajes y artículos
de opinión.
El que la denuncia proviniera
de un candidato a alcalde, en plena campaña electoral, no fue obstáculo
para que la prensa lo tomara como fuente confiable y de buena fe para
su incesante cobertura sobre este “escándalo”.
Una fotografía de un movimiento
de tierra en La Carlota se convirtió en la prueba madre de una especie
de ecocidio gubernamental.
La opinión contraria de respetables
arquitectos, incluso afines a Chávez, coronó la avalancha que terminó
por forzar a que el Gobierno resolviera paralizar la obra y estableciera
un diálogo con los vecinos.
En fin, toda una batalla ciudadana…
Indiferencia total
Esta preocupación ambientalista
de vecinos y medios contrasta con la absoluta indiferencia de los primeros
y la acrítica aceptación de los segundos ante la propuesta, 2000 veces
más ambiciosa, que hace apenas dos años formuló el alcalde Leopoldo
López, actual precandidato a la Alcaldía Metropolitana, para
meter a vivir 46 mil personas en los terrenos de La Carlota.
“Es mentira que dentro del
Área Metropolitana sea imposible seguir construyendo desarrollos habitacionales.
Estos proyectos que hemos traído hoy son la prueba. Sólo se necesita
voluntad política para llevarlos a cabo”, declaró López luego de
consignar su propuesta ante las autoridades del Ministerio de Hábitat
y Vivienda, según reseña de Notitarde del 2 de septiembre de
2006.
Además de los 11 mil 500 apartamentos,
el proyecto de López incluía un estadio olímpico y uno de béisbol,
conexión con el Parque del Este a través de caminerías, 15 mil puestos
de estacionamiento y un complejo de piscinas públicas.
La propuesta también contemplaba
la construcción de otras 10 mil 500 viviendas en los terrenos del Fuerte
Tiuna.
Los detalles aún están disponibles
en la página oficial de la Alcaldía de Chacao: http://www.chacao.gov.ve
Claro, eran tiempos en que
el foco de los medios estaba puesto en la (luego revertida) expropiación
de los campos de golf del Country Club por parte de la Alcaldía Mayor.
La propuesta de López era
la reacción de la clase social afectada por esa medida y se supone
que pretendía mostrar cómo el Estado dispone de otros espacios también
apetecibles para las empresas constructoras.
La dinámica esquizofrénica de la comunicación permite que los mismos medios, políticos y vecinos que se alzaron contra los 620 apartamentos de La Carlota estén apoyando con entusiasmo a un candidato que propone construir 11 mil 500 viviendas en el mismo sitio. Así, como si nada.
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