El Cardenal Urosa Savino, cambia de colores, forma y hasta opiniones, según las circunstancias. Cuando estrenó en Caracas su capa cardenalicia, se presentó con mansedumbre y habló en el mismo tono. En medio de aquel estado de agitadas pasiones de la Venezuela de esos días, dimos gracias a Dios y al Papa, por haber enviado a un cardenal al parecer ganado a ser fiel de la balanza y competente para apaciguar los ánimos. Hasta el gobierno, cuya disposición tiene algo que ver con ese su elevado evangelio, creyó que a partir de aquel momento, habría alguien muy prominente en la alta cumbre de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), no atado a los intereses partidistas. Por supuesto, no estuvo en los planes de Hugo Chávez y el chavismo que se pusiese de este lado. Pues era y es demasiado obvio, que en el rol a desempeñar un cardenal en Venezuela, como en cualquier país de fuerte presencia católica, incluye entender que la iglesia es de todos y los fieles están en ambos lados.
El cardenal no vuela cadenciosamente sino dando tumbos hacia un lado, tiene un ala quebrada. Y es posible como dicen en Méjico, no la pueda ahuecar y la colita que marca el rumbo esté extraviada. No obstante, es capaz de ver una volátil paja en ojo ajeno pero no una viga en el propio.
Sus primeras apariciones como purpurado, hicieron olvidar los sinsabores dejados por el cardenal Velasco y otros integrantes del alto clero, quienes estuvieron metidos, hasta los tuétanos, en el golpe contra Chàvez o "vacío de poder", como a ellos los opositores gusta decir; pero inmediatamente, pese las expectativas creadas, pasó por alto lo del también cardenal jubilado Castillo Lara (Dios le tenga en la gloria), quien entre otras imprudencias, por no decir una indelicadeza, consumó aquella de pronunciar un discurso político imprudente y agresivo, provocando que centenares de fieles le abucheasen y abandonasen casi en estampida la basílica de Barquisimeto, mientras se celebraba la misa en el día y honor a la "Divina Pastora" . La disociación del alto prelado, en ese instante, llegó a un estado tal, que mostró públicamente poco interés porque sus fieles se fuesen disgustados.
Se pensó que mientras los obispos Porras, Luckert, por sólo nombrar dos ejemplos - ¡vaya qué ejemplos!- continuasen con sus poses de gallitos de pelea o politiqueros de oficio, haciéndole el trabajo a aquellos "dirigentes" de la vieja política que perdieron audiencia por diferentes motivos, menos por acertar, ser consecuentes, honestos y respetables, este nuevo cardenal de hablar pausado y "conciliatorio", haría el debido balance. Mucho mas de medio país soñó, que pondría a los sacerdotes a hacer misa y ocuparse de las cosas de Dios, de los fieles y nada de campañas para ahondar las diferencias entre los venezolanos.
Pero justificó a Castillo Lara, las posteriores y reiteradas procacidades de Luckert, como aquella de "meter medio chuzo", hablando de la figura del presidente, las provocaciones y mentiras habituales de Porras y hasta que la iglesia diese asilo "político" a un personaje perseguido por delitos comunes, como la de agresión con arma de fuego a un agente policial de Mérida e intento de violación y actos lascivos contra una dama también integrante de aquel cuerpo.
Se hizo el loco o el indiferente, cuando Pérez Esclusa, militante de la extrema derecha, acompañado de Leopoldo López, alcalde de Chacao, hizo uso de una iglesia para llamar, a quienes allí acudieron, a la abstención frente a la convocatoria electoral por el referendo de la reforma constitucional y a sumarse a las guarimbas contra la legalidad; acto por cierto, difundido por la televisión opositora. Como también se esconde como el avestruz, pese a las reiteradas denuncias, según las cuales algunos sacerdotes, en lugar de oficiar misa como manda la santa madre iglesia, se dedican a sermonear contra el gobierno y el presidente, confundiendo púlpito y altar con tarimas para mítines de partido.
Y es de todo el mundo conocido como la Conferencia Episcopal, con el cardenal al frente, se declararon en campaña abierta contra la propuesta de reforma constitucional, en muchos casos repitiendo las mentiras o inventos que generaba la oposición, como aquella que se trataba de un proyecto marxista-leninista. Basta con revisar las informaciones y artículos al respecto de esos días.
Pese a todo lo anterior, uno no deja de asombrarse que ahora el cardenal Urosa Savino, con desparpajo, manifieste desacuerdo porque se haya celebrado una misa para bendecir al presidente electo de Paraguay. Y reclama que quienes querían eso, debieron "haberlo hecho en otro lugar y ambiente".
Es decir se queja que se haya hecho aquello por Fernando Lugo, presidente de un país amigo y para más señas ex obispo y practicante católico, mientras que aquí ha apadrinado todo lo arriba mencionado y lo que es peor, no desde "otro lugar y ambiente", sino desde el seno de la iglesia misma y hablando a nombre de ésta.
Pero llega al colmo – y no decimos más por decencia- cuando dice, "favorecer una opción partidista no es compatible con la misión eclesial y pastoral", pese a que lo eclesial se refiere a la iglesia y todos los fieles y no sólo a quienes el cardenal ampara.
Una misa por Fernando Lugo, encomendándolo a Dios para que le proteja e ilumine por una gestión en beneficio de su pueblo, es para Urosa Savino, "favorecer una opción partidista". Aquí, sólo cabe decir, para terminar esto, "cada ladrón juzga por su condición".
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