Decía Borges sobre los expendios cárnicos:
“Más vil que un lupanar,
La carnicería rubrica como una afrenta la calle.
Sobre el dintel,
una ciega cabeza de vaca
preside el aquelarre
de carne charra y mármoles finales,
con la remota majestad de un ídolo”.
En estos tiempos en que los medios dicen que no hay carne y que los empresarios botan a la basura su putrefacto acaparamiento, se confabulan los lupanares de la desestabilización regando bolas de desabastecimiento y de temor para tratar de reeditar otro 2D con la ayuda de operadores otrora chupadores de oficio dentro del Gobierno. Resultan más viles que los espacios de lenocinio, pues no trafican con el deseo de dar gusto al cuerpo sino con el hambre y la necesidad del Pueblo.
Cada vez que un Pierrot fedecamarista o cualquier otro trashumante cofrade del imperialismo salen a declarar que no hay comida, acuden los moscardones bobolongianos y ravelinos para montar el show de la escasez en el “dintel mediático”, rubricando con su ramplonería e insensatez la calle.
Como ciegas cabezas de vaca, pretenden presidir el aquelarre político que los tiene enredados entre encuestas y castas, entre gritos de unidad y peleas de patotas “mantuanas” contra “blancos de orilla” y demás especímenes opositores. Y es que al leer estos versos de Jorge Luis, no puedo pensar en una figura que se asemeje más a sus poses en sus incontinencias declarativas, que la de un ídolo decrépito que añora sus tiempos idos. Aún los neófitos, porque nacen con la podredumbre política acaparada.
Sin embargo, como siempre, se les sale la clase pues se les agota el “talante democrático” y la desesperación los conduce una vez más desempolvar los libretos de postergación de las elecciones o el fraude con “Zúmbate” como sucedáneo del CNE. No logran ocultar que lo que quieren es pueblo pero como carne de cañón capitalista y quieren mármoles finales con epitafio presidencial.
A la sazón, los molidos por la revolución, vale decir los leves de moral, apelan a la oportunidad de falsos desagravios o promocionan matrices de opinión como supuración de heridas infectadas por sus propios vicios, pero que quieren achacar al Líder Comandante.
¡Inútiles! Ni siquiera el argumento de libertad de opinión suena sincero en sus escritos que siempre resultan en una exégesis de su impotencia revolucionaria.
Esa levedad moral y ética, lleva siempre a los “politólogos matemáticos” a su máxima expresión: En política, dos más dos no siempre es cuatro”.
Como si eso pudiera trocar instantáneamente su lupanar mental en un oasis espiritual.
- “¡Padre, Padre! Mientras oramos los muy sinvergüenzas detrás nuestro están durmiendo.
- Preferiría que tu también durmieras en vez de murmurar, hijo mío”.*
*Del libro “El Canto del Pájaro” de Anthony de Melo.