A los pocos días del golpe de Abril tuve la oportunidad de ver aquí en Maracaibo, como al secretario general de PODEMOS se les salían las lagrimas explicando su esfuerzo “heroico” de tener que atravesar los sótanos de Miraflores junto al negro Aristóbulo para irse abrazar con el resto de los camaradas que habían retornado al poder y me pregunté: ¿pero bueno y porque las lagrimas?, ¿será que de verdad siente esta vaina o es puro teatro? Porque pá lagrimas, las de aquel hombre que entonaba el himno nacional y por supuesto no las chorreaba desde las frías paredes de un hotel de lujo, sino de las riesgosas calles caraqueñas, en las que él mismo estuvo todo el día recorriendo y gritando para que le devolvieran a su Presidente.
"Yo les recomiendo a todos que dejen de lado esas peleítas de gobernadorcitos y alcalditos que se creen una gran cosota, porque la verdad es que sin Chávez no son nada", dijo hace cuatro años el hoy furibundo y converso dirigente. Quizás esa sea la razón por la que el arrechoncho de Allup se ha declarado en campaña y en todas las reuniones públicas y privadas, señala que el no se va a calar a otro Arias Cárdenas, que a Ismael y su combo hay que meterlos en salmuera y sacarlos después que se “vaya” Chávez.
Así las cosas, de verdad que da pena ajena la condición militante que hoy viven los que hasta ayer juraron más lealtad que el mismísimo líder del proceso. Y aquí no se trata de sacar provecho del salto de talanquera, porque la negación a la critica siempre será más riesgosa que la lisonja; pero venir al Zulia y declarar el apoyo a Pablo Pérez y a Manuel, en medio de un lloriqueo desesperado por la unidad y contra la “hegemonía” roja de Chávez, no se la caló ni el propio Rosales, quien ni por agradecimiento estuvo presente en el acto de su proclamación.
En su periplo electoral el ex “camarada” Ismael no tendrá regreso, no apoyará a los mejores, no estará en el centro político como quizás en los primeros momentos del deslinde lo pensó; anda por todo el país enceguecido y acorralado, por sus días del comando Ayacucho y su hilaridad “chavista”. Pocos le creen, ni aquí ni allá le perdonaran sus desvaríos y lo veremos de nuevo en las calles de Caracas; pero esta vez de frente y en contra del negro Aristóbulo, luchando por la hegemonía socialdemócrata de la cual nunca ha debido también abjurar, como lo hizo en los días en que Teodoro le vaticinó que lo esperaba en la bajaíta.
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