El Telefonito es una gran necesidad y como a Popi ha dejado a quien, más desvergonzado que recepcionista de Línea Caliente, tiene varias décadas malversando y prostituyendo al pueblo zuliano. Sólo la calaña de alguien así podría justificar y promover el grado de descomposición hoy en día reinante en la Policía del Estado.
Quien ha pretendido, no sin cierto logro, proclamarse como el principal defensor del espíritu de la zulianidad a punta de llamaditas y billete ha logrado todo un aquelarre donde lo más rancio de la política y sus poscristas costumbres mantiene en punto crítico y en amenaza permanente a toda la región.
A medida que su nefasta red se extienda la amenaza de una colombianización del Estado Zulia será una amarga y posible calamidad. Los niveles de ensañamiento y agresividad presentados por la delincuencia en la región son reveladores. Pareciera incluso hasta normal y esperado que en los últimos tiempos se hayan capturado tal cantidad de peligrosos capos del narcotráfico, jefes paramilitares y droga incautada.
Todo esfuerzo por deslastrarnos de este funesto personaje siempre será poco si tomamos conciencia de la verdadera capacidad y poder que ha venido acumulando. Prácticamente en su directorio telefónico tiene a placer reclutado un verdadero y experimentado ejército.
La gran cantidad de llamadas que han logrado ser intervenidas nos dan una idea de lo frecuente y de qué manera suele utilizar y articular los tentáculos por medio de su telefonito. Del mismo modo francamente aturde y alarma el cinismo de que dispone. Los años que lleva en el poder visiblemente los está invirtiendo para mantener y extender su espacio de influencia, y no precisamente para su retiro.
Realmente asombre, y debiera de rigurosamente ser investigado, la procedencia de las gigantescas sumas de dinero que inyecta para su campaña. El grado de corrosión que desde la Gobernación se está diseminando en la población es descomunal y aberrante, más cuando a diario y a través de supuestas ayudas se está pretendiendo del modo más obsceno y descarado la exclusiva compra de votos, nada de comprar conciencias ni mucho menos militancia.
Y en éste, sólo en éste sentido el susodicho telefonista podría echarnos una desagradable y corrompida sorpresita.
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