La jerarquía católica venezolana ha mantenido un rol activo en cuanto ataque se ha lanzado contra el proceso bolivariano. Ha ocupado su lugar junto a Fedecámaras, CTV, medios de comunicación privados, partidos de oposición, como un actor político más. En cada oportunidad que han considerado indispensable, han salido a la palestra pública para repetir los argumentos falaces de la oposición en contra de toda iniciativa proveniente del Gobierno bolivariano. Hoy reaccionan frente a la solicitud de la enmienda constitucional, iniciando el desfile ante los diferentes medios.
Lo más lamentable es que la Iglesia está consciente de la fe que muchos venezolanos depositan en ella y plantea la situación como sí apoyar al proceso es apoyar a fuerzas demoníacas, es oponerse a los designios divinos. Sin embargo nuestro pueblo ha aprendido y sabe cuáles son sus verdaderos enemigos y no se dejará manipular, demostrando que ha asimilado el verdadero mensaje de Cristo, que lejos de pretender mantener los privilegios en manos de una minoría, procura superar la injusticia social, la mala distribución de las riquezas que existen en este mundo, la permanente exclusión de una gran masa de marginados. Y es triste, confuso y contradictorio que los que deberían velar por la perdurabilidad y materialización del mensaje cristiano, sean los que defienden abiertamente un sistema como el capitalista, basado en la injusticia, la desigualdad y la exclusión social.
Desde que recibí la educación católica en Colegios privados, me atrajo su mensaje, el que estaba plasmado en los Evangelios. Inclusive en las Encíclicas papales se reflejaba ese mensaje (recuerdo la Rerum novarum, la populorum progressium). Leer las declaraciones de los Papas, por ejemplo la de Benedicto XVI, criticando el egoísmo y reconociendo que la crisis financiera actual sólo se puede superar con solidaridad, nos acerca al verdadero mensaje cristiano, pero de la letra y de la palabra a los hechos la distancia es infinita, y lo palpamos en el papel que ejerce la cúpula eclesiástica en Venezuela y su continuo rechazo a ultranza del proceso liderado por Hugo Chávez.
Es muy triste para alguien que profesa la fe católica, encontrarse con esta clase de Jerarcas, que se limitaron a un papel pasivo y, por ende, cómplice, con las cúpulas del bipartidismo que nos gobernó durante 40 años. En dicho período la jerarquía aceptó un sistema político plagado de irregularidades, de corrupción, prodigándole bendiciones a lo largo de sus diferentes períodos, pero cuando un gobierno inicia el proceso de corregir las grandes desviaciones, las injusticias sociales, cuando trata de beneficiar a los excluidos, allí si reaccionan con vehemencia y se convierten en protagonistas preocupados por el futuro del país. La razón es obvia, cuando ven en peligro sus privilegios, sus lujos, salen a defender a la élite económica a la cual sirven. El parecido con los que crucificaron a Cristo no es mera casualidad.
* Prof. Universidad de Carabobo
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