Aunque el Comandante Presidente ya expresó su posición acerca de porqué no debemos conciliar con la oposición, considero necesario comentar en detalle algunos argumentos que salieron de “nuestras filas” y cuyos voceros no hicieron otra cosa que dejar aflorar sus propias conciliaciones con la oposición.
Bien decía Engels que en una choza no se puede pensar de igual modo que en un palacio y muchas de las voces conciliadoras se oyeron desde las lujosas ventanas del “Este Ideológico” del país. La exégesis del discurso de José Vicente Rangel, arroja repetidamente una estrategia política, que fue desechada por la gran mayoría chavista por inconveniente. Puede haberse tratado de una apreciación honesta que él hizo del momento político, pero como se constató en la reciente entrevista radial con Ernesto Villegas, la evaluación general de la audiencia no coincidió con las posiciones del ex vicepresidente y el mismo expresó que “Es natural que haya desconfianza. Es lo primero que hay que vencer”. Consideramos que vencer la desconfianza ante esa propuesta es lo primero que debemos evitar, si queremos mantener la resistencia popular, que ha sido la salvación del proceso.
El enemigo no descansa, permanentemente afila sus cuchillos –encienda la radio y escuchará el sonido de los esmeriles, mire la televisión y verá las chispas disparadas en los mensajes de guerra. Bajar la guardia sería abandonar el estado de alerta y echarnos a dormir.
Somos escépticos frente a la conciliación como una iniciativa nuestra, porque ante la pregunta ¿quien la quiere, para qué, y que lograríamos implementándola? Todas las respuestas se muestran a favor de los intereses de la oposición: La oposición quiere la “conciliación”, porque necesitan que los sectores populares bajen la resistencia ante su estrategia comunicacional de descrédito del presidente y del proceso.
Necesitan volver al clima de “concertación” que existía en la IV República, en la que la oligarquía aplicaba políticas de expoliación del pueblo y el pueblo impotente aceptaba “concertado”. Sabemos que la oposición NUNCA desistirá de su guerra mediática, porque es lo único que la sostiene.
No así las personas que sólo vieron en las declaraciones de J. V. Rangel la oportunidad de entregar posiciones, quizá porque evalúan el nivel de los alcances del proceso, a través de sus alcances personales y al considerar que ya han logrado su propio éxito, nos lo quieren imponer como el límite de los logros de las luchas de pueblo. Ellos ya llegaron adonde iban, pero nosotros no; para nosotros no son suficientes las transformaciones alcanzadas, queremos más, queremos el socialismo.
Entre las cosas que dijeron estaba la descripción de los “grandes grupos” en los que se ha dividido el país. Así que la oposición, según ellos creció tanto como el sector chavista y que por ello hablaban de un país dividido en dos partes iguales. Ni numéricamente, ni cualitativamente son iguales; por un lado está el grupo privilegiado -de la derecha y de su inteligentzia, incluyendo a la “izquierda” del momento- que siempre gozaron de los beneficios del desangramiento del país y del otro lado esta la mayoría, con sus diversas gradaciones, tanto sociales como ideológicas, entendido este término en la acepción ludoviqueana, de ideología como una secreción de las sociedades donde existe la explotación del hombre por el hombre.
Las proporciones en Venezuela aún no están definidas, la mayoría se está desplazando a favor del nuevo modelo de sociedad que se está construyendo y ese desplazamiento es dinámico, a la ideología hegemonizante del capital, con sus fetichismos, estereotipos y valores, se está comenzando a oponer una nueva conciencia de clase, que coloca en el centro de su visión del mundo sus intereses verdaderos y una nueva manera de vivir que comienza distar de los fatuos oropeles del consumo y de sus decaídos valores.
La clase opositora aún cosecha los frutos de la ignorancia que sembraron durante 40 años; nada cambia tan lentamente como la mentalidad de los grupos que le siguen, donde vemos un espectro amplísimo que va, desde industriales que comienzan a ver oportunidades de enriquecimiento en el nuevo modelo económico que se propone, hasta habitantes de zonas paupérrimas, hipnotizados todavía por las técnicas adecopeyanas de la mentira y el timo.
Hay un factor que debemos evaluar en la confrontación mediática, los medios de la derecha manipulan las mentes de los usuarios y usuarias, que se encuentran dentro del radio de su influencia y que son objeto del permanente fortalecimiento de su mensaje, en el principio de marketing de “hacerse fuerte donde ya se es fuerte”. De acuerdo al clima político, los medios de la derecha logran ampliar el radio de influencia y “convencer” a nuevos segmentos de la audiencia de que tienen razón en sus argumentos. Pero lo que debemos considerar, aún más, es que el mensaje que emite el proceso bolivariano está fundamentado en transformaciones de la realidad, es una nueva naturaleza contra la que el ciudadano tropieza, esto es: nuevos edificios, carreteras, líneas férreas y nuevas instituciones, que penetran inclusive los ámbitos de vida de la clase media opositora, refiriéndonos a ésta, como el estereotipo de la más recalcitrante reacción. En esta confrontación son dos realidades, una puramente mediática, de argumentos, rumores, interpretaciones adversas y la otra, material, tangible, positiva y sobre todo, que genera cambios conductuales.
Entonces, las partes en las que está dividida la población con respecto a su posición frente al proceso de cambios no son iguales. La tendencia durante los últimos 10 años es de transformación de la realidad y las conciencias de los grupos populares que apoyan al proceso. Las cifras de participación femenina en las misiones educativas crecen y eso es una muestra del efecto multiplicador de las participantes, que transmiten confianza a sus congéneres, garantizan un cambio radicalmente positivo y transforma la percepción de si mismas que proyecta independencia dignidad.
Entonces, dentro de los procesos vivenciales están presentes nuevos fenómenos transformadores, que median permanentemente en las relaciones entre los ciudadanos; los cambios en los procesos productivos, las nuevas formas de propiedad y la nueva conciencia que comienza a fluir entre los trabajadores. De allí devendrán las nuevas relaciones de producción y el surgimiento de una nueva realidad simbólica.
¿Qué pueden oponer a esto la oposición y sus “mayorías”? Su confrontación mediática, la elaboración permanente de matrices de opinión, que últimamente van a la zaga de la realidad y no como en tiempos anteriores, cuando el gobierno respondía para desmontar el andamiaje noticioso que producía la oposición. Aparte de esta confrontación simbólica, es poco lo que pueden hacer, porque disponen de alcaldías y gobernaciones, pero no de la capacidad de superar su limitación histórica (ideológica), para construir un proyecto alternativo que ofrezca al país mayores bondades y procedimientos más dinámicos para su realización que el proceso bolivariano.
De ninguna parte del paisaje político y/o espiritual de los dirigentes de la oposición, esperamos intenciones de “componer sus ánimos” comparar doctrinas, analizar modelos y explicarle al mundo, finalmente, qué es lo que quieren.
Mientras tanto, los medios sólo muestran ardides para ofender al gobierno y sus seguidores y defender cualquier vana idea que surja en el momento.
Nunca veremos desde la oposición una comparación de resultados de una investigación, emprendida por los “científicos sociales” opositores, distinta a sus encuestas de sospechosa elaboración, que crecen como hongos en tiempos electorales.
Han transcurrido ya varios días desde el referéndum de la enmienda, que originó la polémica sobre el diálogo. Manuel Rosales está a punto de convertirse en un prófugo más, nuevamente los escuálidos han invocado el artículo 350 desde las encendidas tribunas del Zulia. Globovisión balbucea boberías sobre las medidas económicas anunciadas por el presidente ayer, mientras ordenan las ideas para comenzar una nueva ofensiva, otra construcción etérea que se lleva el viento de la realidad hacia la nada, así como han quedado borradas las ansiosas propuestas de dormir con la conciliación, como con una meretriz; algo que parece fútil, si no se tratase de profundos principios.
Ahora, desde la distancia histórica, luego que ha evolucionado la estrategia opositora de estos días con sus paros, marchas, mítines y ruedas de prensa en el Eurobuilding, cabría preguntar a los conciliadores de este lado ¿con quién querían el diálogo, con los medios, con Manuel Rosales? ¿Para qué?
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