Mario Vargas Llosa, despechado por la humillante derrota que le infligió el “Chino”, Alberto Fujimori, llamado así por los peruanos, quien le ganó obteniendo el 62.5 de los sufragios, renunció a su ciudadanía, cosa incomprensible en un intelectual de su talla y nombre, para adoptar la española. Es decir, uno podría asegurar además que renunció a su condición de republicano, de una de las republicas bolivarianas, para hacer de súbdito de la monarquía borbónica. Este retroceso, pese a su peso literario, le invalida para opinar sobre lo que aquí pasa. Una cosa es ser español de nacimiento y súbdito, sin quererlo o necesitarlo, de un régimen monárquico y otra el placentero sometimiento de Vargas Llosa.
Uno puede comprender, en el caso de un humilde personaje, que proceda de esa manera para aliviarse la problemática que implica ser extranjero en España y de paso “sudaca”. Pero no para un hombre de la significación intelectual del nacido en Arequipa. Como dato curioso, podríamos recordar que Marcos Pérez Jiménez, vivió el resto de su vida en el país ibérico y no renunció a su ciudadanía venezolana.
Mario Benedetti acaba de morir, con todos los honores, con el orgullo de ser uruguayo, latinoamericano y esto si nos importa y duele.
Ese personaje, Vargas Llosa, ya en España, y cuando Chávez, recién había sido elegido presidente y sesionaba la Asamblea Nacional Constituyente, dio declaraciones absurdas contra éste. Y ahora le traen de nuevo a decir las mismas cosas. Como han traído a tantos, empezando por la también peruana Lourdes Flores, Vivanco el de Human Rigths e intentaron traer a Lech Walessa, un devaluado político polaco. Y como han traído a otros y no cesarán de traer hasta que puedan conseguir tarifados.
Déjenlos que lleguen, que se llenen de expectativas. Que cobren sus honorarios y respectivos viáticos. En fin de cuentas, lo que puedan decir, no tendrá trascendencia en Venezuela y si se exceden, sin que nadie y menos el gobierno les haya importunado, se hace con toda libertad, el correspondiente ejercicio soberano.
Políticamente Vargas Llosa, es un don nadie en su país de nacimiento y menos en el nuestro. Allá no pudo contra Fujimori y fue a esconderse en España. ¿Qué puede hacer aquí? Quienes menos le han leído, justamente se cuentan entre las personas con quienes ahora habrá de reunirse. Esa es la maldición de los conversos.
En aquella época, a la que antes mencionamos, Vargas Llosa habló contra Chávez, cuando este apenas era un sueño y fundamentada esperanza para la mayoría de los venezolanos. No era mucho lo que se sabía de sus proyectos y pensamientos, pero había mucho de intuición, por el atreverse a alzarse y el “por ahora; y no obstante, como veremos, el escritor manifestó su predisposición contra el presidente venezolano, sólo porque éste había sido militar.
El resto de lo que sigue, escrito en aquella oportunidad, puede servir para que entender, lo que ahora pueda agregar el converso español; no será más que llover sobre mojado.
El golpista, como gustan llamar sus adversarios a Chávez, tiene alarmado y sumido en una visión fantasmal a Mario Vargas Llosa.
Dice éste que los venezolanos hemos dado muestras de inmadurez y de poca cultura política al elegir al barinès como presidente y luego apoyarle de manera abrumadora para la Constituyente. Olvida el creador literario, nacionalizado español a los pocos días de haber sido derrotado por Alberto Fujimori, que antes los venezolanos, dimos oportunidad al comedido y moderado Rafael Caldera, para que acomodase las cosas e impusiese decencia y pulcritud en la vida nacional y se nos trancó el serrucho. De modo que el Chávez presidente, resultó del desarrollo de una larga crisis que puso a prueba todo y todos. Al final se concluyó que había que producir un cambio amplio y profundo en la sociedad que pusiese fin a tantos males y las prácticas perniciosas de las cúpulas políticas, escondidas detrás de una falsa imagen de demócratas, que con Caldera siguieron tan campantes.
El estilo de Caldera fue ineficiente e insípido a la hora de abordar la crisis. "No es ese el camino, ni el tipo de hombre", dijo el venezolano. De modo que es falsa la apreciación de Vargas Llosa, según la cual, Chávez resultó de un acto apresurado e inmaduro. Pasó por alto, que el venezolano vivió la larga experiencia de la ineficiencia de los tradicionales partidos y la ferocidad del caracazo.
El autor de "La casa verde", "Pantaleón y las visitadoras", etc., tuvo un mal sueño cuando concibió a Chávez como si fuese Fujimori o Juan Domingo Perón.
Ignoró a conveniencia que hasta el pueblo peruano pudo intuir que, detrás de todo su mérito literario, no había un buen nacional. No importa que para él y otros encumbrados personajes, eso sea una idiotez o valor insignificante y devaluado, salvo que de español, inglés o gringo se trate.
Las circunstancias son otras. Venezuela no es la Argentina de la época de la segunda guerra mundial; ni tampoco inteligente igualar al presidente venezolano con el peruano; la especificidad venezolana muestra diferencias grandes con el Perú de hoy; tampoco es inteligente comparar nuestro ejército con los de los países mencionados.
En "La ciudad y los perros", una novela de juventud, el escritor reveló tempranamente desconfianza y rechazo contra el ejército de su país Y todavía en la madurez, mantuvo esa actitud en "Pantaleón y las visitadoras". A ultranza, desde joven, ve distanciados los intereses del pueblo peruano, la libertad y los "milicos", como dicen en el sur Y por eso, mecánicamente concluye que Hugo Chávez, por el sólo hecho de ser militar, encarna al dictador o gobernante autoritario y de paso, mal compara el ejército nuestro, con otros de nuestra América. Jura que su percepción y experiencia es la nuestra. Y es un brillante escritor. A cualquier cazador se le va la liebre.
Vargas Llosa, pese su enorme capacidad creativa y que, como buen escritor que es, debería tener "ojos pelaos para ver y oídos agudos para escuchar ", se ha vuelto un enredo con el presidente y los soldados venezolanos de ahora. Los vínculos y reacomodos en la tercera edad del escritor, no le permiten entender algo sencillo: un dictador o aspirante a serlo, no convoca una constituyente. Y menos de este tipo, formada por hombres libres, viejos y noveles luchadores por el cambio, discutidores de oficio, discrepantes ancestrales. Ya se habla y uno esperaba eso, que en la ANC, entre quienes apoyan a Chávez, se definen cinco tendencias. El pretendiente a un trono apuntalado por sables no promueve ese tipo de cosas; ni se mete en ese saco de gatos. Cabe aquí, para finalizar, decir como el jurista español Roberto Viciano, "ninguna constituyente ha dado como resultado un sistema autoritario".
Para terminar, agregaría un comentario nuevo. Vargas Llosa y sus opiniones de hoy, no pueden ser motivo de preocupación para quienes motorizan el cambio. El, como todo converso, no logrará nunca la credibilidad ni despertará entusiasmo, en quienes en su época de gloria y mayor significación intelectual, le odiaron. Esos, créanme, siempre se quedan en “Soledad”. Miren para los lados.