En Barcelona, Leopoldo López, sacó a bailar a su negra

Leopoldo López vino a Barcelona con su negra. Uno no le creía capaz de ese tipo de jugada. Pues había sido uno de esos peleadores frontales que telegrafían golpes, lanza pegue a quien pegue; hasta su humanidad suele ser víctima de ellos.

No es que Leopoldo sea sincero, sino que por mucho que lo intente, no sabe administrar sus movimientos, jugadas y posiciones con la sutileza necesaria para no quedar al descubierto.

En el golpe de abril estuvo metido hasta las orejas y no pudo ocultarlo. No hizo esfuerzo alguno por disimularlo y antes de tiempo, se vanaglorió de los excesos e ilegalidades en que había incurrido. Con Capriles, por inexpertos y de agallas muy extendidas y extensibles, hicieron esos días aspavientos, sin cuidar forma democrática alguna, esperando cobrar antes de tiempo.

No sólo, de alguna forma ambos allanaron la embajada de Cuba; uno estuvo en representación del otro. Ellos, aunque algunas veces finjan, siempre juegan en llave. Y esto, por culpa de Chávez, se les ha vuelto una obsesión e imperiosa necesidad. No olvidemos que vienen de la misma cuerda y compartieron corral. Dios les cría y ellos se juntan.

Cuando detuvieron “al prófugo” Rodríguez Chacín, responsable de todos los crímenes que ellos le inventaron y anotaron en libreta negra, cual mosqueteros incompletos, como hacían en la escuela y en las calles por donde en pandilla iban de correrías, le cayeron a cogotazos con la ayuda de funcionarios de sus respectivas alcaldías. Cada golpe a éstos les hizo acreedores a bono cobrable en una tarjeta. Y allí mismo, con la ayuda de una “inteligente” abogada, quien todavía se asoma, a un militar retirado y para más ministro de Relaciones Interiores en funciones, detuvieron bajo la acusación de porte ilícito de armas. Les alarmó que el agua mojase. ¡Vaya a El Callao!, dicen acá en oriente, ante una genialidad u ocurrencia de esas.

Pero se salvaron, quedaron inexplicablemente libres de pecados. No porque la Conferencia Episcopal Venezolana, muy dada a otorgar indulgencias a cualquier pecador y sin confesión alguna, les hubiese dado licencia. Tampoco por hábiles y esquivos, como el legendario Mumhamad Alí, sino porque alguien, al mando de una patota judicial, concibió un engendro que llamaron “vacío de poder”. Y en ese espacio nauseabundo, con unos cuantos otros, se acurrucaron ellos.

No tardaron mucho en continuar compartiendo aquel espacio estrecho que se llama Primero Justicia. Era como si con sus familias habitasen el mismo apartamento tipo estudio. Había más oficiales que tropas.

López, lo pensó bien y se fue a Un Nuevo Tiempo (UNT). Había más real, algo de multitud y poco de talento. Manuel Rosales, se le antojó un escollo menor que las fieras “ilustradas”, por falta de referencias adecuadas, que se habían metido en el partido de Chacao, Baruta y El Hatillo.

Y empezó por aprender cosas como sobre aquel experimento demagógico inigualable, de la “tarjeta negra”, que Rosales ofreció a quienes votasen por él. Porque, aunque sea difícil entender, entre Rosales y toda la gente como él, políticos pragmáticos que buscan lo mismo que Leopoldo quiere, éstetasen el mismo tiene mucho que aprender.

Rosales se fue. Su gente del Zulia, más parece estar pendiente del realero que por allí dejó desperdigado en inversiones indirectas, simuladas, préstamos a interés y mautes colocados a la carrera aquí y allá, que de la política. Es un moribundo a quien todo el mundo finge respaldar sólo por ponerse en sus reales o les coloque donde haya.

¿A qué van en caravana o en patota, hasta Lima? ¿A qué Rosales les alumbre? Eso es poco probable.

Mientras aquellos andan tras Rosales, tratando de arrancarle lo que aquel nunca entregaría, Leopoldo López, está tras el provecho de esta coyuntura o zafarrancho, instigado por su olfato que le lleva donde no predomina la frescura, para levantarse como la figura, no ya de UNT, sino de la oposición toda. Y para eso vino a Barcelona con su negra.

Se reunió con gente de distintas tendencias de la derecha. A los que allí asistieron les cuesta mantenerse en pie. Parecen el rosario de islas del Caribe.

Ante aquel esterero del cual él mismo es uno de los esparcidos vestigios junto como el pana Capriles, de su caja oscura, sacó la “tarjeta negra de Rosales”.

“Ofrezco a ustedes una fórmula unitaria. Una especie de burladero toreril”.

Se detuvo un instante, puso los ojos más puyúos de lo habitual, estudió la primera reacción y volvió a hablar.

“A las elecciones vayamos con una sola tarjeta. Así, nadie se percatará que somos un espejo trizado”.

Él no lo dijo, pero por la mala forma reunir a todas las tendencias que se oponen a Chávez, se puede inferir que sería, en lo esencial, una nueva tarjeta negra. Con perdón de la sensibilidad afroamericana; es culpa de Rosales.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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