Julio Borges, un apátrida asqueroso y peligroso

Me había prometido a mi mismo no escribir nunca jamás una línea sobre Julio Borges. La ignorancia, frivolidad y carencia de los más elementales principios éticos de este autodenominado justiciero me llevaron a la conclusión de que no valía la pena dedicar un minuto a comentar sus banalidades.



Hoy, sin embargo, me veo obligado a romper mi promesa. La prensa nacional recoge unas declaraciones del mencionado sujeto, que no puedo dejar pasar por alto y que calzan a la perfección en la postura de la más recalcitrante y antipatriótica derecha nacional.



Afirma el definido por Ramos Allup como mariposita, lechuguino y petimetre que el problema que ha surgido entre Venezuela y Colombia, como consecuencia de la instalación de siete bases militares en el vecino país, no es más que un pote de humo creado por la agenda individual de cada uno de los dos mandatarios.



¿Había visto o leído usted, amigo lector, una declaración más infeliz y rastrera que esta?

Trata de minimizar Borges, el peligro que las bases representan para Latinoamérica y Venezuela, y en lo que ya es una práctica más que frecuente, evita asumir una postura cercana a la del presidente Chávez, por más lógica, racional o patriótica que ésta sea.



¡Asquerosa! la postura del jefe de las chicas de Primero Justicia, ante la entrega del territorio y la soberanía colombiana a los yanquis, para que actúen en contra nuestra y de naciones hermanas como Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Guatemala, Brasil y pare usted de contar.



No tenemos dudas de la imbecilidad congénita de Julio Borges, pero no por ello dejamos de reconocer que su ignorancia no llega al límite de desconocer la historia de las invasiones e intervenciones gringas en esta parte del continente. Él sabe perfectamente que esas bases no se instalarán para hacer turismo y mucho menos como una ayuda de los gringos al pueblo colombiano... su estupidez no llega a tanto.



Sin embargo, conveniente es tener en cuenta que la actitud de este personaje, ante el peligro que vive la patria, no le es propia. Es la misma de toda esa oposición que comparte con nosotros la nacionalidad, pero no el amor por la herencia de nuestros libertadores y obviamente forma parte de la estrategia comunicacional del dueño del circo (léase Pentágono). En su sueño de salir de Chávez al precio que sea, se congratulan ante la posibilidad de un conflicto armado entre Venezuela y una Colombia respaldada económica, política y militarmente por los gringos.



Son entonces Julio y los que como él actúan un peligro que no debemos soslayar. Sabemos de que lado están; sabemos que jamás tomarán un fusil para defender el territorio patrio y sabemos que les gustaría disparar a la espalda de nuestras tropas, pero no tienen el coraje para hacerlo; pero conveniente es también que sepamos que en caso de guerra, ellos se convertirían en un Caballo de Troya en favor del enemigo.



Necesario es, entonces, y de allí el porqué de esta nota, que los organismos de contrainteligencia los tengan monitoreados, pues Julio Borges y una buena parte de la derecha reaccionaria no son ni siquiera indiferentes… están a favor de todo aquel que tenga un plan contra Chávez y lo que Venezuela es hoy día, y eso es sumamente peligroso.


Iconoclastas

Abg. Jesús Silva R. (*)

Iconoclastas fueron quienes en su tiempo destruyeron esculturas religiosas como el Imperio Romano que acabó con representaciones de vírgenes y santos. Sin embargo, en nuestros días esta denominación abarca a todos los sujetos que racionalmente nos oponemos a los antivalores y falsas verdades de la clase explotadora. Como iconoclastas, solo hemos pretendido humanizar la sociedad mediante una disciplina revolucionaria basada en altas virtudes morales. Sería imposible relatar aquí todo lo que Marx y el pueblo nos han enseñado, bastaría por ahora subrayar que somos fieles a los afectos genuinos y damos la espalda a los simuladores. Es cierto que al nacer, no tuvimos posibilidad de elegir las circunstancias y hallamos un régimen heredado; sin embargo, fuimos capaces de resistir, aun a riesgo de no hallar quien nos acompañara en esta senda de justificada rebeldía. Aunque la vieja cultura de los resignados y los acomodaticios había dispuesto que fuésemos su continuación, rompimos las cadenas y optamos por abrazar la causa de la libertad con dignidad.

Nuestro compromiso humanista ha sido principal, aun a sabiendas de distanciarnos de temporales mayorías. Nos educamos con la identidad de poder ser y estar bajo la dirección de nuestra propia conciencia, mientras unos necesitaban parecerse a otros, resolvimos ser nosotros mismos, sin temor a deshonestos juzgadores y toda suerte de matrices infundadas. Entre sacrificios y utopías, sepultamos los dogmas del pasado y el cretinismo ruidoso de megalómanos conservadores que pretendieron convencernos de que tenían la facultad de escribir la verdad del mundo por ser los jefes de su diminuta parcela. Aprendimos que el pensamiento humano no es esclavo de herencias genéticas o inevitables tradiciones, sino que es una obra del hombre. Derrotamos expectativas retrógradas y protagonizamos propias experiencias, así nos volvimos hacedores de conocimientos nuevos que consolidamos en ciencia y nos dimos una filosofía científica para vivir.

A su modo lo ha cantado el cubano Silvio Rodríguez, en su genial tema El Necio: "Me vienen a convidar a arrepentirme, me vienen a convidar a que no pierda, me vienen a convidar a indefinirme, me vienen a convidar a tanta yerba. (...) Dicen que me arrastrarán por sobre rocas, cuando la revolución se venga abajo, que machacarán mis manos y mi boca, que me arrancarán los ojos y el badajo. Será que la necedad parió conmigo, la necedad de lo que hoy resulta necio: la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio. Yo no se lo que es el destino, caminando fui lo que fui. Allá Dios, que será divino. Yo me muero como viví."

Hoy humildemente debemos confesar lo que no sabíamos, que la aventura iconoclasta se ha ganado el respeto de una mayoría ayer silente. El actual proceso histórico demuestra que ahora ha despertado un pueblo anteriormente durmiente, descubrimos que no estábamos tan solos, que teníamos la razón al ensayar vivir de otra manera, que nuestros viejos silencios en la lucha peregrina ahora son reivindicados en la conciencia de miles de seres que se han convertido en millones. Dimos mucho sin pensar que daríamos tanto. Sin pretenderlo, fuimos la voz de los enmudecidos y el atrevimiento de los que fueron marginados. Una nueva era de justicia se abre paso para hacerse ahora universal e irreversible. Que lejos hemos llegado los iconoclastas.

areme@cantv.net


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Alexis Arellano


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