Los dos, no por culpa de Chávez, a quien se le acusa de todo, hasta del fenómeno “El Niño”, son cadáveres malolientes, aunque anden por allí como zombis. Tienen sus mañas para evitar la putrefacción extrema o por lo menos que los síntomas de ésta llegue hasta la gente. Es probable que el truco de la botellita de alcohol para preservar los tejidos y disimular los olores siga haciendo sus efectos. ¡Y qué bien lo conocen!
Uno y otro, a quienes les piden con frecuencia alguna señal de vida, y hasta la fe de ésta para poder retratarse quince y último, suelen decirles “no me pidan que cante que no puedo”. Porque, Ochoa y Álvarez, apropiadamente ya no son de este mundo. Están más allá que de acá. Por estos alrededores nada tienen que hacer ni decir; pudieron pero perdieron el tren y la oportunidad y “se les acabó su cuarto de hora”.
Andan entre los vivos, haciendo gestos estrambóticos y hasta diciendo ridiculeces, para llamar la atención; que se fijen en ellos y, quien quita, de golpe aparecer en las boletas, y nada; no ha habido forma de contactar con el más acá. En política, muerto se está aunque todavía nadie le haya fabricado la urna ni forjado los clavos que habrán de cerrarla.
Sus discursos son vagos, ociosos, nada tienen que ver con el mundo circundante y por eso a nadie le interesan. Es un morir como muy hondo y denso, demasiado para alguien que como el viejo cisne, bello se cree y ama en demasía.
Es vieja la discusión acerca del cantar del cisne. Algunos le atribuyen a la extraña ave un canto delicado y exquisito, de trinar y armonías perfectos. Otros lo niegan y lo atribuyen a invenciones o sublimaciones de los clásicos; en este caso afirman que emite un sonido ronco y vulgar. En ambos casos, se asegura que el sonido o “cantar” del cisne sólo lo emite el animal, en el momento de morir. “El cisne es blanco, sin ninguna mancha, canta dulcemente antes de morir; ese canto pone fin a su vida”.
“Cantar de Cisne”, se suele llamar la actuación de actor de teatro, concertista, músico o cantante, quien en el momento del retiro, en el último acto, alcanza sus más altos niveles y deja impresa su huella.
El ronquido de Alvarez Paz, que es repetitivo porque la botellita es buena y cuida los tejidos como Cancerbero las puertas del infierno, dice que “Venezuela es un santuario, un centro de operaciones que facilita el narcotráfico”.
Y el Cisne, con su roncar premonitorio, hizo un hueco profundo, tanto como donde debería estar la urna y conectó. El Ministerio Público habló de llamarle. Ahora espera que le metan preso y la “Mesa de la Unidad”, le haga candidato. Sería la primera prueba fehaciente de la resurrección. ¡Y mire que serían vainas de la Semana Santa!
Ochoa Antich, general de altos cargos con Carlos Andrés Pérez - allí le sorprendió el caracazo - por lo que su andar entre tumbas y cementerios no es casual, y su roncar de cisne no le hallaría lejos ni muy alto, acaba de entonarlo. Ya sabía -¡avispado el muertito!- el llamado que le valió a Alvarez Paz y, lo que es bueno para el cisne también lo es para su hembra.
Por eso, mirando de reojo hacia la urna y el hueco, pero suspirando porque su resuello bronco de ave moribunda atraviese las murallas del infierno y entre afinado y limpio a la Mesa de la Unidad y, para que siga deambulando como alma en pena entre los vivos, aunque sea pagando penitencias, allí también le den su botellita.
Ochoa Antich, como loco buscó a un periodista y le espetó, “hay un gran descontento militar, pero la cercanía de las elecciones aleja o impide que ese malestar se exprese”. El roncar de cisne pareció clamar por un golpe militar. Creyó escuchar el llamado del Ministerio Público y aplausos de la Mesa de la Unidad.
No cantan para el propio morir, por el viaje sin retorno, porque no cantan; roncan para quedarse aunque sea dando pena, viviendo vida de muertos entre los vivos. Y no pueden hacer el canto de cisne de que hablaron los clásicos, porque están demasiados manchados, desentonados y vacíos.
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