1. EEUU, China, India, Rusia, Japón, algunos países europeos -con gobiernos del salvaje capitalismo- son los países más desarrollados del mundo. La búsqueda permanente de cada gobierno ha sido hacerse más rico y poderoso para someter para sí al mundo. Son esos países los que durante décadas –unos desde hace siglos- han dominado al mundo mediante la acumulación de gigantescos capitales, producto de sus guerras, saqueos, explotación y robo. Acompañando a la tecnología han creado poderosas armas de destrucción masiva.
2. Esos países son los que han desarrollado la tecnología para hacerse más poderosos. A partir de la gran producción y difusión de mercancías para todos los habitantes del mundo, así como la creación de falsas necesidades, dieron nacimiento a la imbecilidad del consumismo. La política que crearon es la producción masiva y el consumo imparable. ¿Acaso los medios de información: televisión, radio, prensa, cine -todos a su servicio- no de manera permanente están llenos de propaganda y publicidad de artículos de consumo?
3. Hoy se publica que los gobiernos de los países más poderosos se niegan a firmar compromisos para frenar la contaminación que producen los gases que provocan mayor destrucción de la tierra, como el carbón. ¿Cómo obligar a esos países que –por ganancias y dominación- de ninguna manera pueden parar su enorme producción de mercancías y, por tanto, la brutal contaminación? Otra vez pienso en una revolución mundial que barra para siempre contra esas clases dominadoras que mantienen al mundo en un hilo.
4. Para frenar el desastre universal que se avecina, hay que detener el desarrollo de la gran tecnología y crear un mundo radicalmente distinto en la que los seres humanos vivan con sencillez y humildad. Hay que enterrar para siempre la competencia que busca tener o acaparar todo que enfrenta a los seres humanos. ¿Acaso no es la gran propiedad la que lleva a las guerras, a los saqueos, a la concentración de la riqueza y a la profunda miseria y hambre de la mayoría de la población?
5. Oímos hablar de contaminación, efecto invernadero, calentamiento global, derretimiento de los polos, el crecimiento de mares y océanos, de los desiertos, la desaparición de la agricultura y los animales para alimentarse; de mil problemas de los que se sufrirán, de los que trataremos de huir cuando ya no podamos más que arrepentirnos por no haber actuado. Pero hoy el 95 por ciento de la población no se imagina por estar profundamente enajenada, desesperada por consumir la última invención de la gran industria capitalista.
6. Para mi es claro que debemos pensar, reflexionar profundamente, en un revolución mundial que no vendrá del cielo ni de los buenos deseos. Hemos probado en 20 países –que incluso llegaron a autoproclamarse socialista- cambios pacíficos con reformas que de nada han servido. Uno a uno el imperio capitalista –con diferentes métodos- los fue destruyendo. La revolución tiene que ser mundial o no es revolución. El capitalismo lleva por lo menos 500 años entreteniéndonos con reformas que son –indiscutiblemente- más de lo mismo.