El musiú Aristóbulo

¿Por dónde llegaron los caribes, los cumanagotos, los kariñas? ¿De dónde venían esas piraguas que cantó la poesía de siempre? La primera nao que avistó Macuro, ¿era propia o de gente extraña, extranjera? Descórranse los siglos, penétrese en los andurriales de la Mesa de Guanipa. ¿Quiénes llegaron detrás de Oficina N° 1? ¿Quiénes fundaron Anaco, El Tigre, el sur? ¿A dónde recalaron los que huían de la muerte de las Casas Muertas? Esas calles de tiendas y comercios que son puerta de entrada de todos nuestros pueblos, ¿las abrieron gente de nuestras costas y mesas o gente que nos mandó el desierto, el mismo donde escribieron la Biblia, el Corán y los cuentos de las Mil y una noches?

La candidatura de Aristóbulo Istúriz a la gobernación del Estado Anzoátegui impactó tanto a la oposición regional que apenas pudo reaccionar con tres espasmos: ¡Extranjero! ¡Turista! ¡Forastero! Tal reacción fue como escupir para arriba en una región –Oriente- labrada con gente venida de los cuatro vientos, desde los tiempos de la independencia hasta la bella muchacha libanesa o siria que esta mañana nos dio los buenos días.

Pero tampoco tenemos que irnos muy lejos para hablarnos entre compadres y comadres. Aristóbulo no es Tamakún, Sandokan, Marco Polo o Gengis Kan. Si la candidatura oposicionista tembló y se resquebrajó, ha de ser por otro motivo. El abanderado de la revolución tiene la piel de nuestras costas y el hablar de nuestros cerros y barrios. Algunos quieren verle un tumbaíto malandro en su picardía caribeña. Adrede olvidan que es maestro de escuela, en el sentido de entrega y vocación que a la palabra maestro le dieron Simón Rodríguez, Andrés Bello y Luis Beltrán Prieto Figueroa. No se equivoquen con quien sabe enseñar con tiza y pizarrón.

Una adeco de mi pueblo, San José de Guanipa, me llamó para preguntarme si yo apoyaba al “musiú Aristóbulo”. También lo llamó “el jorungo”. No pude responderle al momento porque me privó la risa. Al rato logré decirle: “Bueno, si mi pana Aristóbulo es musiú o jorungo, yo soy suizo”. El derrotado Capriles Radonski dijo que algunos candidatos ni siquiera votan en el estado donde aspiran. Nombró la soga en casa del ahorcado. En 1998, Capriles salió diputado por el Zulia, un estado al que ni siquiera conocía. Su segundo apellido, arribó por aquí desde Polonia, lo que no le resta ningún mérito, por el contrario.

Al compatriota y amigo Aristóbulo Istúriz lo recuerdo en momentos cruciales y difíciles.

Cuando ganó la Alcaldía de Caracas y se mantuvo con su pueblo en la calle porque le querían escamotear la victoria. Cuando se encadenó en la CANTV para impedir su privatización. Cuando reaccionó en el viejo Congreso Nacional ante el grito de ¡Muerte a los golpistas!, que un jefe adeco lanzara contra la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, liderada por el joven comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Y firme, decidido, el 13 de abril de 2002, en la retoma de Miraflores –fue el primer civil en reingresar al palacio presidencial- cuando el pueblo y los soldados de la patria derrotaron la Carmonada. Y por supuesto, en los días estelares de la Asamblea Nacional Constituyente, de la cual fue Segundo Vicepresidente, cuando redactamos la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela.

La tercera firma que rubrica nuestra vigente Carta Magna no es de un musiú. Allí se lee: Aristóbulo Istúriz, para la Historia, con mayúscula.

earlejh@hotmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 6964 veces.



Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

Visite el perfil de Earle Herrera para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Earle Herrera

Earle Herrera

Más artículos de este autor