Cuando se realiza un balance exhaustivo de las causas que produjeron el derrumbe del socialismo real en la URSS y en la Europa Oriental, destacan en otras la implosión del modelo debido a la alta burocracia que sustento el estado de transición, la asfixia de la creatividad social del pueblo, y el afán de lucro desmedido de lo que Milovan Djlas llamaba la nueva clase
En el libro el socialismo del Siglo XX Alexander Buzgalin expresa que “Las llaves para la victoria del socialismo; no son la dictadura de la nomenclatura ni el totalitarismo ideológico, sino que son la auto-organización desde abajo y el poder popular”
Es obvio que la experiencia socialista tuvo dificultades para consolidarse, a consecuencia de los errores cometidos en el sistema de planificación pública, la falta de eficiencia y eficacia para solucionar las tareas que requiere todo estado, y la incomprensión de la elite política del papel real que deben jugar las masas.
La revolución bolivariana que es la primera expresión socialista del presente siglo está obligada a aprender de las experiencias históricas, y fortalecerse para que el transito al socialismo pueda realizarse con menos dificultades, nuestros dirigentes deben hacer esfuerzos para pasar de la democracia protagónica formal a la democracia real de calle con la gente, dando un salto cualitativo y cuantitativo en el sistema de indicadores de gestión pública, que pueda ayudar a solucionar las grandes calamidades del pueblo con los recursos necesarios, y en el tiempo requerido.
Desmontar la burocracia estadal y tratar de hacer más eficiente al estado, necesita de funcionarios preparados ideológicamente. La ineficiencia en un alto porcentaje está vinculada a una carencia de ideología, lo cual genera una falta de compromiso con los objetivos del estado revolucionario. En los cargos públicos hay compañeros a los cuales se confiere una tarea que puede solucionarse en cinco minutos con una simple llamada, que nunca es hecha alegando múltiples ocupaciones, con lo cual la tarea se alarga hasta el otro día, y así en una especie de círculo eterno, lo cual evidencia una falta de voluntad que solo es comprensible para alguien que mentalmente no esté comprometido con objetivos macros de la política.
La lucha contra el estado burocrático debe ser abordada desde tres perspectivas: La situación administrativa ideal y la real. La aprobación y realización de cualquier trámite debe ser hecho en un tiempo estipulado. En mi estadía en cargos públicos me puse como norma no dejar nada sin firmas o revisar de un día para otro, responder las órdenes al instante que se formulan, hacerle seguimiento varias veces al día a todos los trámites que se realizan desde el despacho, para ir averiguando donde se detienen más y por qué.
La segunda perspectiva tiene que ver con el papel asignado a los funcionarios públicos, y el carácter ideológico de esa función. La mayoría de nuestros cuadros políticos están convencido que la ejecución administrativa es un hecho frío y que no reviste la importancia de una atención personal, sin embargo la resolución definitiva de muchos de los problemas planteados están directamente vinculados a la legalidad de su ejecución. Un funcionario puede tener la voluntad necesaria para solucionar un problema de vivienda, pero si carece de presupuesto es obvio que no podrá solucionarlo en lo inmediato, pero está obligado moral y éticamente a indicar y plantear la solución, y si no puede hacerlo debe repensar su función en la administración pública.
El tercer aspecto está vinculado directamente al papel real que deben jugar las masas, y la manera cómo se facilita ese papel. En una larga conversación con el desaparecido Profesor Jesús Rivero, me conversaba sobre el error que significaba no prestarles atención a los llamados jefes civiles que presidian las viejas prefecturas, su tesis era que estos jefes civiles debían ser los mejores cuadros del partido, los más preparados ideológicamente con el objetivo de que el gobierno tuviera una vinculación real con la gente.
Sería interesante que los Alcaldes pudieran crear la figura de la autoridad única territorial para diversas zonas planificadas y cuadriculadas en el territorio municipal, el establecimiento de las llamadas asambleas de barrios, y la creación del Consejo Superior comunitario, y muchas otras experiencias que vayan más allá de las discusiones de presupuesto participativo, pueden diseñarse para construir juntos un gobierno popular.