Cualquiera tiene razones para pensar que Morel Rodríguez Ávila nació, creció y se hizo adulto con la única meta de ser gobernador del estado Nueva Esparta. Hay razones válidas que soportan esta suposición.
Pero unas recientes declaraciones del gobernador roblero parecen apuntar hacia otro lado, de tal manera que sospechamos que Morel siempre ha abrazado en secreto, muy dentro de sí mismo, tan secretamente adentro de su alma y corazón que ni sus más allegados se habían enterado, la idea de ser escritor, con tendencia a la literatura fantástica.
Esta sospecha tiene sus antecedentes en los Rodríguez Ávila. Quizás más de uno se recuerde que hace algunos años Felipe, el felipillo hermano de Morel, que si no lleva el feli lleva lo otro, cuando aspiró reemplazar el liderazgo de su hermano mayor en una contienda interna dentro de Acción Democrática declaró a la prensa que de perder en ese proceso se metería a poeta.
Para suerte de la poesía los politiqueros no cumplen sus promesas.
Con este antecedente no es muy difícil deducir que Morel, ya en una edad madura, ha decidido dejar la política, los negocios en la gobernación y las peleas de gallo para meterse a escritor.
Ha empezado con buen pie, de eso no hay duda; con tan buen pie que los pocos novelistas que han nacido o andan por estos lares se muestran preocupados, pues ninguno de ellos ha evidenciado una capacidad para fabular como la mostrada por el hoy gobernador.
Algunos consideran que el aire de libertad vivido por alguien en su niñez, como por ejemplo la libertad para hacer trampas en los juegos en la plaza de Los Robles, puede convertirse en un buen antecedente para un gran fabulador.
Y nosotros estamos ante un gran fabulador que en este momento se pierde en la rutina de los negocios que se hacen desde la gobernación.
Morel ha saltado al campo de la literatura con una envidiable propuesta novelística como es eso de plantear la presencia en Margarita de un grupo de las FARC. Si bien no entró en detalles, como todo escritor que se respete, es de suponer que nos espera una fabulosa descripción de estos personajes metidos en todos los recovecos posibles de esta isla.
En su mismo anuncio novelístico, así como para despertar el gustico en los miles de lectores que de seguro encontrará en la isla, inventa, ficciona, fantasea con gran maestría sobre la pronta instalación del comunismo en Margarita.
De esta manera toma por el cogote esa utopía que todavía es como un fantasma que recorre al mundo, y se lo trae en la isla, lo pasea por Playa El Agua y Los Cocos, a lo mejor como si viniese en las alforjas de los guerrilleros de las FARC que compran empanadas en el mercado de Los Conejeros.
Morel, ungido por los dioses de la creatividad, parece un aventajado alumno de la sensualidad poética a la hora de mostrarnos apenas el preámbulo de lo que será su novela.
Ahora, los que corren peligro de ser destronados son mis amigos que dirigen la Asociación de Escritores de Nueva Esparta, pues de seguro Morel está pensando en dejar a la gobernación para irse a presidir esta organización de literatos.
Para ello también cuenta con sus seguidores, pocos, pero los hay, dentro del mundo de los escritores; sino que lo digan algunos que le han sido fieles desde hace años como el cronista Nicanor, el poeta Felito, la Tocuyo Iris o el también cronista Murguey.
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