Recientes conversaciones con un importante integrante del Consejo Legislativo Regional (CLR) y sabiendo la magnitud de lo que se requiere para que el organismo siga funcionando, obligan a retomar el debate acerca de la necesidad o forma de operar del mismo.
De las reflexiones derivadas de estos encuentros optamos por reproducir estos tres artículos, publicados en 2002, tal como fueron publicados inicialmente, con varios fines y porque ahora que hablamos de “demoler el Estado Burgués” y empoderar al pueblo, intentamos que por lo menos volvamos la mirada a asuntos como éste.
Algunos, de manera radical, han sostenido la tesis de la inutilidad del parlamento regional y, otros, demócratas ortodoxos, no sólo han defendido su existencia sino la conveniencia de ampliar sus responsabilidades. Los menos, entre quienes nos contamos, defendemos la obligatoriedad de revisarle, someterle a crítica y reorientar sus funciones, funcionamiento y estructura.
Parece que todos coincidimos que no hay correspondencia entre el gasto que demanda la forma de operar el organismo y los resultados que produce. Es más, la mayoría es dada a pensar que sus tareas poco tienen que ver con la vida cotidiana.
Por la información que el público recibe en abundancia, cunde la idea que los CLR, parecen más tribunas políticas de las fuerzas en pugna en la sociedad venezolana, que mecanismos para expresar la voluntad popular y diseñar tareas para el cambio. La labor cotidiana de algunos parlamentarios parece ser, es lo que se publicita, la denuncia que sólo garantiza espacio, por unos días, en los medios de comunicación. El trabajo legislativo, la acción creadora, la tarea de promover el crecimiento y abrir espacio para la fecundidad, pareciera sustituirse por objetivos subalternos, ajenos al interés colectivo. Otros se limitan a dejar que la vida transcurra y esperar la marcha fúnebre con el bamboleante cadáver del enemigo.
Unos, que si los hay, hacen de tripas corazón para dejar su huella de buenos ciudadanos, dignos representantes populares, que como en oasis, aparecen aquí y allá, en el desierto que unos cuantos han ido dejando.
Por esas cosas, en lugar de seguir acumulando pasivos a cambio de la esterilidad, conviene pensar una fórmula que haga a esos organismos eficientes y lo menos costosos posible.
Uno no ve la razón para que tantos diputados estén en el CLR, dedicados a tiempo completo, percibiendo salarios y otros beneficios ostensiblemente elevados. Tiene razón un diputado al pensar que no puede estar allí a dedicación exclusiva por una dieta o salario menor. Y un abogado exitoso, un médico solicitado, etc., mal puede asumir esa responsabilidad renunciando a la posibilidad de percibir ingresos superiores. Es decir, la dieta parlamentaria por un lado luce como un exceso, si la juzgamos a la luz de los resultados que a cambio de ella se arrojan; por el otro, es una traba que impide que ciudadanos de alto nivel aporten lo que pueden en el debate por el diseño de la sociedad que queremos.
Después hablaremos de sus funciones, funcionamiento y estructura para hacerla rentable; es decir, productiva sin grandes gastos.
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