Jamás había visto algo parecido ni con las fiestas de la virgen ni muchos menos por un parto sin dolor, pero lo sucedido la noche del martes fue algo insólito, desproporcionado, inimaginable en la trascendencia oculta, un rumor nos atrapó a todos en los recodos más inciertos de nuestras vidas, es lo que se dice, una algarabía sin límites que un pueblo agradecido hacia sus hijos ilustres como líderes que se fueron a la Asamblea Nacional de la capital de la República a disparar torpedos de sermones académicos, intervinieron en el acoso s los ministros de Chávez con angustiosa sintaxis isleña que recorrió en ondas de entretelones de alegría el mundo de los espabilados, arrancando ráfagas de aplausos de atracción por sus discursos cargados de pasión interplanetarias en un chinchorro de marejadas inquietas y, no era para menos y, sí para más el motivo que se ancló en la Isla, que las sirenas de la mar desbordaron las playas con un aletear de presencia sincronizada y, con su desnudez amanecieron varadas de conformidad.
El cielo nuestro se iluminó de diversos colores de tanto cohete y minas explosivas que salieron sin rumbo en apoyo a una causa que dará sus frutos más temprano que tarde y, en conjunción al alborozo de felicidad colectiva, los pájaros que aún no dormían, salieron es desbandada a planear el cielo con furia intermitente entre pitazos y aullidos.
El que no celebraba, reía y, el que no reía, dormía la borrachera de sus sueños entre mares encrespados de olas parturientas que abrazadas de espumas jugaban al sinfín del momento en, un ir y venir de furia de una noche trastocada de incentivos que se habían vaciado en tierra firme.
Los que no sabían qué se celebraba con tanta resonancia se sumaron a la alegría que corría entre la masa y se encadenó con lactancia a la alegría desatada y brindó la oportuna circunstancia de estar vivo, quizás para compartir la ira bondadosa del momento y, cuando alguien gritaba con vítores hinchados de complacencia, la vida se ensanchaba en cada corazón agonizante de estar presente, para contarlo después, cuando, la marea del futuro crezca.
¡Qué pequeño es el mundo! –Gritaba un soñador despierto- y en los truenos del silencio aparecieron de repente: los nombres de los diputados iluminados con luces de neón que salieron de la oscuridad del firmamento en una franja titilante que, recorrió los peregrinajes de la histeria colectiva de la historia, sellando de por sí un compromiso coherente que no dejó de entretener a todos los paisanos que aman el silencio.
Y es que la intervención pletórica de arrogancia bien planificada de Morel Rodríguez (Morelito) y de Tobías Bolívar –copeyano, adeco-, en que ambos leyeron epístolas lucrativas de emoción, dirigidas a los ministros presentes, encajaron repletos de sabidurías y de verdades por conocer que se comieron de lleno a la isla de Margarita como un temporal que nos fecunda de imaginación, uno en el plan turismo de recreación y el otro guiando el satélite Simón Bolívar por la península de Macanao en busca del cable submarino que va a Cuba, es la mecha que hizo que ambos descubrieran que el polvo sideral perdido llegará pronto a los hoteles de la Isla.
Sus intervenciones han quedado resguardadas para la Historia Universal, con la constancia de una posdata, que era la primera vez que intervenían en la AN, y lo han hecho de manera ejemplarizante que deja mucho de provecho y se han ganado la entrada de la puerta grande del Paraíso Terrenal, todavía no invadido por los chavistas.
Honor y gloria a los dos coterráneos Rodríguez y Bolívar, representantes legislativos, quienes, motivado a su lucidez oratoria espléndida –bien sumisa-, por lo que sin alboroto alguno Baltazar Porras oficiará una misa en la Isla que los espera con los brazos abiertos con caña de sinceridad incluida.
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