Fue por allá, como decía el abuelo Manuel Pineda en las montañas de San Lázaro, por el año 1782, cuando se inició el cultivo de café, en estas tierras de Los Cuicas. San Alejo de Boconó habría de ser la ciudad en la cual, como lo señala el Prof. Simón López Lares (NURR-ULA), en su trabajo: Trujillo. Un estudio Sociohistórico del Café, en donde el presbítero Juan Antonio Sarmiento, sería uno de los principales productores de dicho fruto agrícola.
Desde entonces, Trujillo se convirtió en un estado cafetalero, su insignificancia económica del período colonial quedaba atrás. Marco Aurelio Vila afirma que, para el año 1876, “los cafetales en Trujillo ocupaban 10.733 hectáreas, reuniendo 12.880.000 matas. La producción se estimaba en 6.440.000 Kg…”, la hacienda de plantación cafetalera se consolidaba como nueva unidad de producción. La misma hubo de permitirnos abrir caminos para el tránsito de recuas, pero también para comenzar a estructurar el espacio geográfico hoy llamado Trujillo, a partir de su integración física y cultural; nos permitió relacionarnos con otras regiones vecinas, nuestro café se comercializaba en Maracaibo, Coro y Portuguesa; nos relaciono con el capital internacional: Hamburgo y New York fueron destinos de las exportaciones del café trujillano; nos abrió al comercio regional, nacional e internacional, “El Totilimundi”, la casa comercial de Don Juan Bautista Carrillo Guerra, “Don Juan de Trujillo” como lo llamó el Maestro Mario Briceño Perozo, el Ferrocarril de La Ceiba y Muchacho Hermanos, son empresas emblemáticas de ésta afirmación; nos incorporó al modelo agroexportador. Pero sobre todo, la hacienda de plantación cafetalera y, junto a ella, el ingenio azucarero, fueron pilares fundamentales para la estructuración del ethos sociocultural trujillano: la Trujillanidad.
Hay quienes culpan del derrumbe de la economía agrícola trujillana al petróleo, por eso lo satanizan, lo han convertido en un “Minotauro”, en el “estiércol del diablo”, cuando las razones son otras. Hay quienes afirman que por culpa del “oro negro” nos despoblamos, es verdad que decenas, tal vez centenares, de braceros trujillanos fueron atraídos por el inicio de la economía petrolera. Para el año 1961, de los 326.634 habitantes que tenía el estado, 192.065 (el 58.8%) vivían en las zonas rurales. Será para finales de los años sesenta y comienzo de los setenta cuando la distribución espacial de la población trujillana variará. Para el año 1971, de los 381.334 habitantes de Trujillo, 178.978 (el 46.9%) habitaban el medio rural. A partir de entonces el descenso de dicha población se hizo indetenible, en el año 2001 apenas el 23.3% de los trujillanos poblaban el medio rural.
Los dirigentes de la IV República, agrupados en la MUD, no han querido reconocer que lo que destruyo nuestra economía agrícola, fue la imposición de un modelo de desarrollo que ninguna relación tenía con nuestra formación social. No han querido entender que somos hombres de montaña, que en dicha forma de relieve se fragua nuestra estructura social, económica, política y cultural. Por ello, de manera sumisa e irresponsable aceptaron el modelo económico, basado en la industrialización sustitutiva de importaciones que se impuso al país, para el desarrollo trujillano, desecharon la “vocación agrícola” de nuestra economía; aceptaron que se nos modelara como ciudadanos de otras urbes: el andino y la andinidad dejaron de ser conceptos socioculturales. Esa dirigencia cuarto republicana, que hoy pretende regresar al poder, y que es la que dirige la campaña regional del candidato de la derecha neoliberal, Henrique Capriles, no ha querido entender que lo que hay que desarrollar no es el territorio sino al trujillano; sigue colocando el crecimiento económico como lo fundamental del desarrollo; esa dirigencia, que sigue anclada en el pasado, no logra entender que el desarrollo es un proceso, un permanente estar haciéndose; pero, por sobre todo, no es capaz de entender que el desarrollo trujillano sólo será posible, cuando el sentido fundamental del mismo sea la igualdad, la felicidad, la libertad del ser social trujillano. Allí están las razones que explican el Trujillo al revés y los obstáculos que le pusieron al Trujillo al derecho.
Allí reside, asimismo, la diferencia raizal entre la propuesta neoliberal de la aristocracia venezolana y del capital usurario y descapitalizador de las potencias imperiales, encarnado en Henrique Capriles y la propuesta humanista, igualitaria y de justicia social que encarna Hugo Chávez. La importancia de las elecciones del 7 de octubre está allí.
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