La muerte de mi tío Pablo Pérez hace un par de semanas en el barrio La Charneca de El Tigre, mi ciudad natal, fundada por margariteños hace 80 años, me produjo un doble vacío en el espíritu: el elemental del duelo y la tristeza interior por no poder asistir al acto funerario. Intenté una apresurada evacuación por agua, es decir, en ferrys o lanchas, llevando mi vehículo pues con la llovedera y la inseguridad, el peligro de los choferes de “carritos” que cubren esas rutas nacionales y el riesgo perpetuo de las gandolas y demás transporte pesado, incluidos los autobuses, me hicieron desistir del compromiso del viaje a pesar de la insistencia de mis familiares. El tío Pablo era para mí, el tío más grande, pero cómo se le hace, tío, si vivo en esta isla aislada, valga la perogrullada, y me sentí como esos camioneros que pasan días metidos en las hamacas debajo de sus bateas de carga, rodeados de perros y salpicados de orines, a la espera de un cupo para salir de Margarita. Igual le ocurre a quienes se les presenta la urgencia de ir a Caracas, Valencia, Barquisimeto, Maracaibo, Barinas o Mérida con la perpetua falta de pasajes aéreos. Pero ese es otro tema.
En la era de Fucho Tovar y su familia (hijos) leíamos en la prensa toda suerte de quejas, demandas y contrademandas contra la empresa Conferry durante las temporadas de mayores visitas; es decir, Semana Santa, receso docente de agosto y época navideña. Después de ser usuario del servicio de esta empresa durante veintidós años continuos, puedo sumar mis quejas y sinsabores, para no utilizar la expresión “mi propia experiencia”. Soñamos que la misma se expropiara y al fin se expropió. Creo haber leído que la transacción rondó los noventa millones de dólares incluidas las reparaciones y puesta en funcionamiento de algunas unidades navieras. Surgió así el actual nombre de la empresa: La Nueva Conferry. También cambió de azul para rojo. Pero los males operativos quedaron del mismo color y del mismo tamaño. Por suerte no se despidió al personal, o quizás sea más franco decir, por mala suerte. No quiero exagerar. Hay fallas evidentes en el personal y su desempeño, y fallas operarias por el mal estado de las unidades. Pero toda esperanza tiene una luz al final del túnel, al final del camino, y se anunció que cuatro nuevas unidades llegarán para su estreno en junio (¿?), aunque no recuerdo si dijeron del año 2013. Pudo faltar ese detalle: La precisión del tiempo.
Los trabajadores de Conferry y la Nueva Conferry no tienen en sí la culpa de cuanto atañe al mal servicio. Se aprecia que hacen un gran esfuerzo. Se requiere de una inversión integral que abarque no sólo a esta naviera sino a las complementarias, Navibús, Gran Cacique y Naviarca, además de Ferriven. Quizás se me escape alguna otra. La isla de Margarita, y de manera integral el estado Nueva Esparta, necesita un servicio constante y seguro, permanente y continuo de transporte marítimo. Cada tres horas debe zarpar al menos una nave en ambas direcciones para cubrir las necesidades vitales de estos pueblos. Hay la suficiente demanda del servicio para sostener los costos. Todas las empresas deben ofertar el cupo para vehículos familiares. Esto contribuye a estimular el comercio y subsana algunas carencias elementales del día a día de la vida insular. Se necesita que de Tierra Firme nos provean de alimentos, libros, medicinas, repuestos, materiales para la construcción y para el hogar, equipos científicos, equipos deportivos y en general de todos los bienes y servicios complementarios a cuanto disponemos.
Esta dinámica tiene una contraprestación. Ayuda a los locales margariteños, siempre hospitalarios y fraternos, a ofrecer su gastronomía, sus bienes culturales, sus atractivos turísticos, su legado histórico, su infraestructura hotelera y de hospedaje, sus aires de familia y su entorno de vida como impulso para el comercio del Puerto Libre (que exige su recuperación y su esencia, pues se hace urgente acabar con los sobreprecios y la excusa de la dolarización por el mercado negro) y al mismo tiempo contribuimos a impulsar el desarrollo del interior del Venezuela adquiriendo la producción nacional que nos ofertan desde Tierra Firme. El pescado margariteño, por ejemplo, debería exportarse para los llanos del país y para Guayana, recibiendo a cambio carnes, pollos, huevos, hierro y aluminio, entre otros productos. Ciertamente este intercambio se da, pero hay que fortalecerlo bajo una concepción integral, dinámica y efectiva.
Un párrafo aparte se merece el aspecto de los muchachos y muchachos, abuelitas y abuelitos, padres y madres, primos y primas, amigos y amigas que arman su gran aventura de vacaciones después de culminado el año escolar, para pasarla bien en Margarita. Paciencia y resignación en la venida (léase espera de cupos en Puerto La Cruz o Cumaná) se estigmatizan con la otra penuria al regreso: Falta de cupos para el retorno, escases de dinero para una estancia prolongada no prevista, algún desperfecto del vehículo y la consecuente falta de repuestos, algún robo aunque esto no debe alarmarlos pues no tenemos esos niveles de inseguridad de otras regiones, algunas lesiones por imprudencia, quemaduras de sol y resacas alcohólicas, como hipotéticas ocurrencias.
La peor de todas es el ferry dañado y su respectivo retraso de seis y más horas, con el viaje lento y penoso, sin aire y hasta riesgo de incendio dentro del barco. Una calamidad que nuestro gobierno revolucionario no debe remendar ni remediar, sino solucionar de manera incuestionable. Casi un millón de personas vivimos en el estado insular y la población flotante durante las temporadas duplica esa cantidad. Desde luego, colapsa todo: el tráfico, los servicios de electricidad, agua, basura y centros de salud. Además, sugiero que se conforme una cédula de residencia o carta de residencia integrada al sistema de venta de boletos para determinar los ciudadanos que estamos residenciados de manera permanente en las islas de Margarita y Coche de quienes sólo acuden esporádicamente o son turistas. Este modelo lo aplican con mucho éxito en las Islas Canarias. Eso también nos da prioridad al obtener los boletos pues tenemos familias y trabajos que atender además de nuestros bienes en territorio insular.
De momento, hermanos venezolanos que están preparando maletas para venir a Margarita, no se desanimen si no ven los ferrys nuevos que llegan en junio. Esta isla es de ustedes y de todos los venezolanos, latinoamericanos y gente del mundo que nos ayude a cuidarla, valorarla, engrandecerle y preservarla como un regalo precioso de la naturaleza en el Caribe, bañada de soles y sales, de leyendas y de historias, con gente buena y solidaria y muchísimas cosas positivas. Por ello vale la pena el sacrificio y la esperanza.