Ausentarse un buen tiempo y al regreso esperar que algo hubiera cambiado en Valencia la de Venezuela es una esperanza vana. Tendría que decir parafraseando a Silvio Rodríguez “La ciudad se derrumba y yo cantando” claro me pregunto ¿SERA MI DESESPERO? Y comprendo el desastre de la administración de Parra y uno que otro abogado de fantasía, cartas sin estilo, anestésicos con Guayacol intentaron darle el visto bueno, a un desgobierno que trato con odio rencor a una ciudad y a su población que tuvimos el error de confiar y votar por él.
Llego y la ciudad con algunas pinceladas de amabilidad, pero el trabajo es tan lento que el lienzo que soporta dichos trabajos parece podrirse por todos lados, la Plaza Bolívar y su entorno lleno de Buhoneros que ensucian nuestras angostas aceras, huecos no solo para los vehículos, también para los peatones y un dolor tremendo de una ciudad sin alumbrado.
Me impacto y me impacta y hablo con amigos de Radios Comunitarias de esos que nunca se anotaron en la fila de pedigüeños que hacían horas de “paciente “y cómplice fila para esperar el visto bueno de Alcaparra para la pautica acordada.
Mientras tanto veo la Plaza Bolívar invadida sin brillo en sus pisos con personas que ensucia las pocas aéreas “verdes” abandonadas, con personas tomando café y lanzando los vasos de plástico, sin un vigilante que diga, advierta que eso no se debe hacer y que será sancionado quien lo haga.
El camino es de ida y vuelta y mientras mis amigos pintores conversan en el Boulevard de la Facultad de derecho de la UC que parece un depósito de bolsas negras de basura, converso con viejos amigos de Teatro Municipal que hasta hace solo uno meses me hablaban por teléfono ya que podrían ser amonestados si los veían conversando con alguien que se atreviera a criticar lo que acontecía en la ciudad.
¿Sera mi desespero? Pero son tantos años casi una generación del proceso que defendemos y vivimos y este pueblo sigue cayéndose a pedazos o nada se hace en inmuebles o edificaciones culturales. Entre esas cosas paso por mi antiguo centro de estudios la ESCUELA DE TEATRO RAMON ZAPATA donde realice mi primeros trabajos de fotografía y el golpe visual es de espantarse un espacio que se cae a pedazos, paredes que se derrumban y que aunque esta frente a la Gobernación del Estado Carabobo es como si se hubiera decretado en la Gaceta Oficial su olvido y su muerte de mengua.
Si la Escuela de Teatro Ramón Zapata se cae y como si nada, como si preparar jóvenes en las artes escénicas fuera un pedazo de papel sin valor, me llena de rabia y de indignación y con la experiencia adquirida imagino que esta será un mensaje encerrado en una botella lanzado al mar y que quizás no llegue a ningún oído receptivo.
Espero y ya los años y la salud no me permiten el vigor del pasado para levantar una protesta en forma para exigir espacios dignos para estudiar, razonar, discutir y realizar montajes dignos, agradables, divertidos. La Escuela de Teatro Ramón Zapata depende del Gobierno del Estado Carabobo y por lo tanto del Gobernador Ameliach. El teatro como practica y como forma es mucho mas de lo que una o uno se imagina, va mas allá del dialogo simple o de la escenografía y claro va mas allá de un gobierno e inclusive en muchos casos de los mismos hombres y mujeres que lo enriquecen y desarrollan.
Ojala y esta nota no caiga en saco roto, aunque como van las cosas en mi estado y en mi ciudad creo que solo servirá para abundar las listas del olvido. Gracias Señor Gobernador.