No dejan de sorprenderme y deprimirme los niveles de manipulación y
alienación a los que somos sometidos en el modelo sociocultural en el
que vivimos. Basta con que una revista inglesa de records, al que sólo
mueve el interés mercantil de incrementar sus ventas, incluya al
Relámpago del Catatumbo dentro de sus listados de fenómenos naturales,
para que se nos alborote el patrioterismo y regionalismo, sin
detenernos a meditar sobre un pequeño detalle: El Relámpago del
Catatumbo, símbolo de la zulianidad, estandarte de nuestra región, luz
y sentir de nuestro pueblo, y demás cursilerías que generalmente
acompañan su mención, hace ya bastante tiempo que, como fenómeno
atmosférico permanente, desapareció de los cielos zulianos.
El Relámpago no era creado por el aliento de la Chinita, ni era
expresión del dolor del cielo por la muerte de Ricardo, no, el
Relámpago era causado por las perennes masas nubosas que se producían
en el sur del Lago de Maracaibo como consecuencia de los enormes
niveles de evaporación que los grandes humedales que constituían el
delta de los ríos que desembocan en el sur del Lago de Maracaibo
(Catatumbo, Escalante, Chama), a diario generaban. El 90% de estos
humedales ya no existe, y con ellos, y en un mismo porcentaje, también
desapareció el fenómeno atmosférico que hoy en día sólo se puede
observar, como cualquier otro relámpago, en las tormentas de la
temporada de lluvias.
El Parque Nacional Ciénegas de Juan Manuel es hoy apenas la fracción
sobreviviente de esos humedales. En las décadas de los años 60, 70 y
80 del siglo pasado, grandes terratenientes se lanzaron, con la
complicidad absoluta de los gobiernos nacionales y estadales de turno,
a deforestar, desecar y transformar en potreros, decenas de miles de
hectáreas de los humedales de esa zona; todo ello ocurrió sin que
nadie en la región (Universidad del Zulia, sociedad civil, medios de
comunicación, grupos de gaitas) levantaran su voz de protesta frente
al criminal ecocidio de uno de los principales símbolos del Zulia.
Todavía hoy a esos ecocidas, representantes del poder económico y
político de la región, se les sigue considerando como “hombres de
progreso” y “grandes productores” sin que nadie salga a reclamarles su
responsabilidad en ese despreciable crimen contra nuestro hábitat.
¿Qué sucede con la sociedad zuliana?
Destruyeron el hermoso y venerable casco histórico de Maracaibo sin
que apenas se oyera alguna voz de protesta frente a semejante
atentado.
Por 90 años se ha venido envenenando, degradando y destruyendo el lago
que le da sentido, forma y vida a la historia del pueblo zuliano sin
que haya reacciones colectivas airadas y tajantes frente a esta
situación.
Se comienzan a envenenar y secar los ríos de la Sierra de Perijá y a
deforestar y quemar las zonas de protección de las represas de
Machango y Burro Negro, absolutamente vitales para la sostenibilidad
de los grandes centros urbanos del Zulia, y pareciera que eso a casi
nadie le importara.
El desarrollo de la conciencia social de los pueblos se obtiene a
través de la participación y la lucha en defensa de sus derechos. No
existe un derecho más primordial que el derecho a la vida. Nuestras
élites políticas deberían reflexionar sobre ello.