Se puede decir que, al menos en Aragua, la gente no duerme tranquila porque las lluvias torrenciales de este período han rebasado la capacidad de entendimiento sobre la posibilidad de una tragedia de grandes consecuencias, si el muro de contención de aguas en la periferia del Lago de los Tacarigua o de Valencia (ya el nombre no importa), construido como un paliativo y que formó parte de un proyecto que se chupó más de 400 millones de dólares, cede ante la presión de la gran acumulación de aguas y algunas presuntas filtraciones que pueden horadar la estructura y provocar el desborde sobre comunidades aledañas, predominantemente de familias de bajos ingresos.
Pero el miedo es mayor cuando se piensa en la posibilidad de un fenómeno telúrico que desbarate el muro y el desborde sorpresivo no de tiempo al desalojo de los vecinos del Lago. Sería catastrófico se dice en los corrillos. Pudiera sobrepasar la cantidad de víctimas del deslave de Vargas, dicen otros que especulan políticamente con una presunta tragedia de gran calada. Dentro de esas especulaciones se dice que el agua, en caso de que esta tragedia se presente, podría llegar muy cerca a la Avenida Constitución, donde hace unos 200 años todavía habían vestigios de aguas dulces, impolutas y cristalinas, pero esta vez serían contaminadas de residuos muy peligrosos, incluidas las excretas humanas vertidas al Lago de los Tacarigua, sin que a ningún ecologista gobiernero de pacotilla le duela.
Hemos construido una sociedad aragüeña y carabobeña que vive de espaldas al Lago de los Tacarigua. Es poco frecuente que este tema sea objeto de debate mediático. Cuando llegan las alarmas, comienzan las escaramuzas, los políticos de uno y otro lado toman partido, pero nadie, prácticamente no hay un alma que transforme esta realidad en una experiencia formativa, que nos llene de afecto por esa parte de la naturaleza y que ahora es un cuchillo filoso en la garganta de la gente; de una visión que implique hacer del Lago el gran proyecto de los próximos 50 o 100 años. Un proyecto estratégico para una sociedad que ve su lago como un emporio y no como una cloaca. Sería el proyecto de largo plazo más ambicioso en alguna sociedad del mundo actual.
No se trata de contener aguas, se debe sí balancear la entrada y salida de aguas de la cuenca, pero no de excretas y polución licuada. La cuenca, otrora fluía a otros espacios de nuestra tierra venezolana. Hoy es una cuenca endorreica, que no puede donar aguas contaminadas a otros espacios, entre los que se han pensado los llanos centrales y hasta una salida de aguas al mar Caribe. Lo poco que se ha hecho ha servido para justificar el pago de empresas consultoras que aportan ideas, que no se comparten con la sociedad, y menos se comparten los cobros dolarizados por el uso del conocimiento. Las plantas purificadoras de agua del Lago están inoperantes, se dice. Los ductos para drenar aguas, o no existen o no avanzan en la construcción o simplemente es otra jugada de la corrupción.
El candidato cooptado a gobernador por la izquierda, debe tomar la batuta tempranamente de este proyecto de largo plazo, socializarlo, hacerlo parte del currículo de la juventud que se forma en Aragua y si es posible armonizar con nuestro candidato de Carabobo para tener un enfoque compartido inicial. Ese proyecto de largo plazo necesita quien lo defienda y lo continúe.
En este caos ecológico mundial, si las lluvias se prorrogan por efecto de "La niña", fenómeno que provoca lluvias en la época de sequía, la amenaza seguirá allí, y no será la evaporación la que nos salve, sino la movilización del excedente de aguas represadas.
No se puede vivir de espaldas al Lago, y menos si lo que pende sobre la espalda es la muerte.