La parroquia Miguel Peña es la parroquia más poblada de las nueve parroquias que conforman el Municipio Valencia, Estado Carabobo, Venezuela, con una superficie 200 kilómetros cuadrados. La parroquia Miguel Peña está ubicada en el suroeste del municipio y su nombre viene de un conocido político valenciano de comienzos del siglo XIX, quien fuera participe importante en la independencia de Venezuela y algunos otros sucesos. Contemos algo de la vida activa de este ciudadano. Adelante, pues.
Miguel Francisco Peña Páez nace en Valencia el 29 de septiembre de 1781, y muere en la misma ciudad el 8 de febrero de 1833 a los 51 años cumplidos de edad. Miguel Peña fue un político venezolano, relator del Alto Tribunal de su país durante dos años. Hijo mayor del primer matrimonio de don Ramón Peña y Garmendia, con María Antonia Páez. Estudió en la Universidad Real y Pontificia de Caracas donde recibió el título de abogado. Trabajó en Trinidad en la transición de ésta de manos españolas a inglesas. Cuando comenzaban a surgir las ideas independentistas en Venezuela, Peña se sumó a la Sociedad Patriótica, y el 4 de abril de 1811 pronunció un discurso contundente que definió la historia de Venezuela, pues pedía la inmediata independencia del país. Participó en la lucha emancipadora al lado de Simón Bolívar y Francisco de Miranda. Fue elegido Secretario del Interior y Presidente del Concejo Municipal de Valencia, su ciudad natal. Años después, siendo Presidente del Congreso de Cúcuta, firma la primera Constitución de Colombia; la Gran Colombia.
Nueve años después también participa en la redacción de la Constitución de Venezuela, aprobada por el Congreso Constituyente de Valencia el 22 de septiembre de 1830, pero también interviene en diversos sucesos históricos que tuvieron lugar en esa época. En la naciente República de Venezuela, independiente y soberana de 1830, cuando todo parecía presagiar calamidades y problemas, la actitud y el comportamiento del Dr. Miguel Peña fue la de un político de elevada orientación democrática, la de un hombre de Estado y la de un Legislador Constituyente que sabía a ciencia cierta que era necesario trabajar según la idiosincrasia del pueblo, aportada por la realidad circundante, para llevar a feliz término la exigente tarea de echar las bases constitucionales y políticas sólidas e inconmovibles de la naciente República. Para esta delicada encomienda estaba especialmente preparado el valenciano, versado y diestro conocedor del Derecho Constitucional y las Ciencias Políticas de su tiempo. Hábil y elocuente en el manejo parlamentario supo batirse con adversarios políticos preparados, inteligentes y capaces, por lo que sin duda alguna, desde el punto de vista técnico y claridad en su texto, la Constitución de 1830 llevó la huella profunda de su genio y de su pasión venezolana. En aquella gloriosa y también dolorosa contienda, su verbo elocuentísimo iluminó los augustos salones de la hoy Casa de la Estrella, emocionando siempre a la concurrencia con el encendido brillo de su preclara y emotiva palabra.