En esto del desabastecimiento de la gasolina, todo el mundo sabe por dónde apunta los cañones; que no es otro que al bloqueo que nos tienen sometidos, pero alguien tiene que poner orden en la pea. En la cola de la bomba Caura, identificada también como Nueva Prensa en Puerto Ordaz, el señor Eger Villalba, en eso del control lo he visto haciendo un trabajo con mucho tino, que marca distancia a los mecanismos anárquicos que imperan en otras bombas. El asunto es que el control para algunos es letra muerta y los organismos policiales que en oportunidades actúa con ligereza se lo llevan preso, sin llenar ningún formalismo legal. Luego de pocas horas de encierro lo sueltan; pero interrumpe un control que venía haciendo satisfactoriamente, para luego convertirse en un caos donde impera la ley del más fuerte, sin respetar el orden de llegada.
El asunto es, si tenemos que hacer pernoctas de 3 0 4 días, el pueblo apela a sus mecanismos organizativos, porque el Estado en lugar de darle mayor viabilidad pretende caotizarlas. No solo los terminales de la placa es un instrumento para surtirse de gasolina. La gobernación por ejemplo, a estas alturas debió haber puesto en práctica un procedimiento que agilice el servicio, y no que se convierta en un obstáculo; no improvisando con ensayo y error en eso de ordenar las colas que lo único que conduce es a la anarquía.
La gasolina se ha convertido en un monstruo de mil cabezas, por cualquier parte puede saltar la liebre, hasta el más avisado cae en sus redes. En algunas bombas pululan por todos lados los revendedores de puestos, que ofrecen al mejor postor en dólares contantes y sonantes,; o las ventas a través de los funcionarios en forma subrepticia a individualidades que no están ubicadas en las colas hacen. Donde más proliferan estas prácticas es en las bombas de los Olivos, Castillito y San Félix. Donde en ocasiones se han dado hechos de sangre, como en la bomba de Castillito fue asesinado un usuario o en una bomba de San Félix que fue agredido un funcionario de las FANB.
