“Y quién me devuelve el lago,
el que con aguas de seda
cautivó a Alonso de Ojeda
y fue orgullo del zuliano”
Con la misma melancolía que ha empezado a pasar de generación en generación… la misma que percibí en mis abuelos… la que mis padres heredaron… con esa misma añoranza colectiva crecí. ¿Y quién me devuelve el lago? Era y sigue siendo la pregunta. Pero ahora… y cada vez mucho más profunda. Porque no es solo el Lago. Ahora son un montón de cosas que van desapareciendo a la luz del silencio ensordecedor del falso regionalismo. ¿Quién me devuelve las patinatas en la plaza Bolívar o el Paseo Ciencia, Enrique Gotera?; ¿Quién me devuelve la Plaza Baralt?... pero no la estructura –que también es importante-, ¿Quién carajos me devuelve el espacio, Lía Bermúdez? Yo quiero caminar libremente por la magia del recuerdo; del tranvía del que me hablaron los viejos; “de las dulceras y la gente que le dio vida”, Willian Atencio. Yo quiero tropezarme con Curubinda, no con Mac Donald; quiero tomarme una cerveza en los “bares de mala muerte” con Gustavo Colina y Juan Carlos Guillén… no una maldita coca cola en un “Fast food de buena vida” con un paramilitar, cobrador de vacuna o un vendedor de dólar paralelo.
¿Por qué en vez de levantar gigantescas y ostentosas vírgenes de plástico y cemento por todos lados para que compitan con la humilde tablita de la Chinita, no invertimos en recuperar el Hotel Granada; las casas centenarias de la calle Falcón; los Palafitos de Santa Rosa; el Mercado de los Buchones; los Ferrys… Rafael Sánchez? Explicámelo vos, Osias Acosta. ¿Por qué no denunciamos la venta de la joya colonial que fue la Iglesia San Felipe? ¿No te habéis dado cuenta que la convirtieron en un Salón de Fiestas, Padre Palmar? No me disfraceis de Manhattan la avenida Bella Vista, Manuel Rosales, ni 5 de Julio de Las Vegas. Más bien ¿por qué no nos devuelven el Complejo Ferial?... ¡Claro! El gratuito, no el del Maruma, que solo pueden pagar unos poquitos.
Por cierto, quien me devuelve el Amanecer Gaitero… Cubillán; el tradicional… Bocachico. Aquel al que podía ir cualquier persona y no los mismos que tienen suficiente dinero pa´ irse todos los años al Festival de la Salsa en Cali o Miami. Aquel amanecer gaitero de verdad y no el vallenatero… o merenguero… o reguetonero. Y dejo claro que no tengo nada en contra de esos valiosos géneros musicales. Ojalá hiciéramos nosotros con la gaita lo que han hecho Escalona, Carlos Vives o Celedón con su folclor: exponerlo en todo el mundo sin cargarlo de ritmos foráneos… Oscar González. Lo mismo que han hecho, desde Jhonny Ventura, hasta Wilfrido Vargas y Juan Luis Guerra con el merengue. Pero en fin… “prefiero mi gaita” Danelo Badell. Lo único que nos falta ver, Ramón Soto, es que la Serenata de la Aurora la den los Pela´os, Tacupae y Vacano… mientras Nelson Romero y Ricardo Cepeda discuten en la puerta de la Basílica con los policías regionales pa´ que los dejen pasar.
¿Quien me devuelve la Feria de la Chinita? La mía, no la de Marubini o de los empresarios a los que les importa un pepino nuestro gentilicia. Mucha alaraca hubo cuando los dueños de la Polar y Radio Caracas agredieron nuestra gaita, pero bastó que se asomara el bozal del Oso para que se acabara la protesta. ¿Por qué nadie enciende luces y pinta carros para que nos devuelvan los “Amaneceres Gaiteros”, desplazados por lo que ahora llaman “Amaneceres de Feria”, tras los cuales subyace la imposición transculturizadora en pos del dinero: dos grupos de gaitas, uno de merengue, otro de reguetón y cinco de vallenatos. Allí si no somos regionalistas, porque resulta que ahora la Cervecera Regional –por cierto, de los Cisneros, no zuliana- es más tradicional que la Esquina de San Luis… Alfredo Arrieta. Yo no rechazo el apoyo económico que puedan dar, pero no admito que sea a cambio de nuestros valores culturales. ¿Por qué a nadie se le ocurrió pedirle a estas empresas “tan solidarias”, una casita o una bequita pa´que Moises Bracho no muriera en la inciforia? El Zulia es una fuente inagotable de recursos artístico-culturales, sumamente atractivos a los intereses publicitarios. ¿Por qué no agarramos la sartén por el mango y hacemos que nos paguen por preservar nuestras tradiciones, en vez de venderles nuestra identidad para que la desechen y nos impongan una por la cual no vamos a poder pedir nada, porque al fin de cuentas no es nuestra? Eso es lo que está pasando, frente a la vista gorda de todos los “regionalistas zulianos”
¿Ya sabeis “dónde están los poetas”, Wolfan Romero? ¿Será que los secuestró el mercado? ¿Que están muriendo de tristeza? ¿Será que Luis Ferrer no tuvo más Lago al que cantarle? ¿O que a Pachano se le acabaron las tradiciones? ¿Será que “Mi nostalgia” se le hizo real a Simón García… aun estando en Maracaibo? Mucho aguantó Firmo Segundo. Quien se atreve a imaginar a Luis Oquendo Delgado, un 18 de noviembre sentado en sus escalinatas de siempre, escuchando Las musas del Vallenato. O a Mamaota haciéndole coro a Diomedes Díaz en vísperas de la Aurora.
Decíselo vos Heriberto Molina. Explicale al Papi Zuleta que no sólo faltan poetas, sino que sobran los fantoches… los que piensan que la rima es un accesorio; que la poesía es esa vainita blanca que llaman caspa y que la musa la venden en Sarita y Alvarito después de las diez de la noche. Mandale un zurdazo vos a los que creen que Astolfo es un fabulador que inventó a Luis el Perro e hizo “La otra tamborilera” porque la primera no le gustó. Recordale vos, Pedro Rossel a los compositores “facilistos” que “gaitero no es todo el mundo, porque para ser gaitero, hay que ser maracaibero y haber visto el Catatumbo”. Que no es suficiente con querer y que el paradigma no es Coquimba, sino Barrio Obrero de Cabimas. Las cruces del cementerio El cuadrado no le alcanzaron a Octavio Urdaneta… se le acabaron los epítetos y lanza en ristre marco la retirada.
“La piqueta le cayó, el trabajo es decidido” la feria y su tradición ya pasaron al olvido.
¿Qué vamos a extrañar ahora Jorge Luis Chacín? Sin amaneceres gaiteros; sin festivales de gaita (de verdad, no los políticos o publicerveceros); sin Feria de la Chinita. Después de varios años –alternos- fuera de Maracaibo, entiendo que esas profundas ganas de querer estar allá cada dieciocho de noviembre; trece de diciembre o navidad, no son más que una rabia guardada en un rincón de la melancolía. Tal vez sea la extraña necesidad de estar en mi ciudad desahogando año tras año, junto a los amigos y familiares, la tristeza de no tener todo aquello que nos hacía sentir únicos. Hoy me siento orgulloso, León Magno, de lo que tuvimos… y de lo poco que aún nos queda.
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