Un día de cuarentena

Un día de estos, a los que estamos sometidos por causa del Coronavirus-19, me levanté con ganas de escribir lo que había hecho el día anterior. Es decir, escribir una crónica. Fue fácil para mí, ya que todos los días se repetían casi igual los acontecimientos. Me levanté muy temprano (hay veces más temprano que otras, todo depende de si he tenido insomnio o no, o si he padecido mucho dolor, producto del cancer). En todo caso, aun habiéndolo padecido abandono las sábanas , como hoy, primero que los demás), y tendí mi cama. Ese hábito de tender la cama y ser tempranero lo adquirí en mis tiempos de militar. Y me ha servido de mucho, pues, me levanto, tiendo mi cama y me encamino a mis actividades cotidianas. Esa práctica me da algunas ventajas. Entre ellas, mi disposición es óptima: buen ánimo, alegría desbordante, y mucha confianza en mi mismo.

Hoy, no es la excepción. Después de hacer lo rutinario, teniendo en cuenta que estamos en cuarentena, tomó café, hecho por mí mismo, por supuesto. Hago una rápido meditación, y me dirijo a Dios. Luego, me dirijo al ordenador. Buscó a un diario neoyorquino en español, se trata de El diario. Leo las informaciones más importantes sobre los efectos del Covid 19. Me asusto. La cosa en Nueva York sigue de peor en peor. Muchos muertos por doquier. El gobernador Cuomo lanza algunas palabras de aliento, pero se le observa desanimado, a pesar del esfuerzo que hace para vender una imagen sonriente ante los periodistas. "Carajo, qué le pasa a este hombre", me dijo para mis adentros. Han encontrado en el Bronx dos cavas, frente a una funeraria con 50 cadáveres descompuestos en cada una de ellas. Los vecinos no aguantan la hediondez. Mientras el gobernador de Nueva York, Cuomo, dicen cosas que llenan a la gente de más incertidumbre. De inmediato me dirijo a Impacto Latino. Este medio no informa nada nuevo distinto al otro periódico. Así que busco los diarios mexicanos. Me paro en El Universal. En lo primero que me detengo es en la curva que se publica diariamente. En ella observo que la vaina se pone cada vez más caótica en este país. Leo: 2.154 muertos. 23.471 contagios y 6.933 activos. Es suficiente como para pensar en que en los próximos días el disparo de la curva será crucial. Por lo que debemos encomendarnos a Dios, quienes vivimos en México.

Ahora les toca el turno a los periódicos venezolanos. El primer "chicharrón", es Ultimas Noticias. En primer plano aparece el doctor Jorge Rodríguez informando sobre con Civid 19. "Se mantiene la cifra de 10 muertos. 5 casos nuevos de contagios para llegar a 345. Las medidas se mantienen". Eso trae un poco de tranquilidad a mi mente. Lo que me causa un malestar general es otra información que nada tiene que ver con el flagelo que azota al planeta. Un grupo de mercenarios trataron de desembarca por el mar de La Guaira. Anuncia el gobierno que ha dado de baja a 8 paramilitares colombianos, capturado a dos, entre ellos un capitán del ejército venezolano, llamado Robert Colina. Mientras tanto, se amplía las investigaciones. El Fiscal General de la Nación, Tarek William Saab, ha nombrado fiscales especiales para el caso. Así están las cosas. Me refugio en el Universal, un diario conservador, y leo por encima algunas informaciones. Porque su tendencia es publicar noticas que, de alguna manera, afecten al gobierno del presidente Nicolás Mauro. Para terminar, doy un vuelo rasante a "La iguana tv", remato con el portal de Aporrea. Constató que mi "Carta a Diosdado Cabello" se ha publicado. Se trata de abogar por un viejo amigo comunista que hoy se encuentra limitado de utilizar sus manos. A penas puede escribir sus crónicas con el dedo índice. El aspira que, por intermedio del presidente de la ANC, sea enviado a Cuba, o por lo menos, o al Hospital Militar para una cirugía que le permita mover sus dedos.

Antes de comenzar a preparar el desayuno, para mi esposa y mi persona, chequeo las redes. En mi correo encuentro un insulto de algún opositor, ya que escribo en Aporrea. "Viejo, de mierda, termina de morirte, y deja de estar halándoles las bolas a Diosdado Cabello, y jodiendo a Guaido… ¡Muérete!

A estas alturas con las 8 y 30, hora legal en Querétaro. Preparo una masa con harina de maíz mexicana (Leo en el paquete: Harina de maíz nixtamalizado, marca "San Blas", libre de gluten. La revuelvo con una porción de nuestra conocida harina Pan, y le añado trozos de chicharrón bien chamuscado y crujiente, le hecho agua, y compacto la masa, luego de amasar intensamente. Enciendo una hornilla, y a la media hora mi esposa y yo estamos disfrutando de arepitas fritas con chicharrón, y el acostumbrado café con leche. Un reposo de unos veinte minutos.

Vuelvo a sumergirme en internet. Esta vez me tropiezo con una entrevista que le hace un periodista de Le Monde al conocido filósofo y escritos francés Edgar Morin. Hacía unos cuantos años había leído uno de sus libros. Fue en aquella ocasión que me sobraba tiempo para leer en la isla del Burro. Leo: Edgar Morin, "es un pensador y escritor francés de destacada labor intelectual con una singular reflexión y un comprometido protagonismo en los debates sobre los acontecimientos más destacados del siglo XX. Miembro de la resistencia francesa enfrentó al nazismo en su juventud, luego acompañó al ejército francés en la ocupación de Alemania para colaborar en la comunicación de posguerra. Se incorpora al partido comunista y permanece hasta fines de los ´60 cuando rompe con el mismo, para iniciar una crítica al marxismo y profundizar en los estudios sobre las causas del totalitarismo de estado". El señor Morin, ha escrito alrededor de cincuenta libros, la mayoría de ellos traducidos a numerosos idiomas, además, doctorado Honoris Causa de más de treinta universidades del planeta.

Juro que yo pensaba que estaba muerto, pero, afortunadamente no. Recientemente el diario Le Monde publico una interesante entrevista al filósofo francés de 98 años, que aún conserva su fuerza y vigor de siempre. "Cuando el entrevistador de Le Monde le pregunta si a sus 98 años conserva el impulso vital que lo ha caracterizado siempre". Morin le responde que sí lo conserva aún, y que lo obtuvo en el útero de su madre que, debilitado por la gripe española, era incapaz de albergar a un feto sin riesgo, pero que aún con ese "impulso vital" no habría logrado salir adelante solo ("el ginecólogo me abofeteó durante media hora para arrancarme el primer llanto", confiesa)".

El escritor confiesa que ha logrado sobrevivir, "gracias a la ayuda de otros, y esa conciencia de la colectividad, de la construcción de la humanidad, que es la enseñanza de crisis tremendas como la que vivimos actualmente". Y añade: "Es una tragedia que el pensamiento fragmentario y reduccionista rija de manera suprema en nuestra civilización y prevalezca en las decisiones en materia política y económica. [...] En mi opinión, las carencias de la forma de pensar, aunadas a la hegemonía incuestionable de una sed desenfrenada de lucro, son responsables de innumerables desastres humanos, incluidos los que ocurrieron a partir de febrero de 2020".

Al responder a una pregunta que le hace el periodista Nicolas Truong, contesta: "Los conocimientos se multiplican de una manera exponencial, de golpe, desbordan nuestra capacidad de asimilación, y sobre todo lanzan el desafío de la complejidad: cómo confrontar, seleccionar, organizar esos conocimientos de manera adecuada al momento de conectarlos y de integrar la incertidumbre. Para mí, esto revela una vez más la carencia del modo de conocer que se nos ha inculcado, que nos hace fragmentar lo que es indivisible y reducir a un solo elemento aquello que conforma una unidad integral que es a la vez diversa. En efecto, la revelación fulminante de los trastornos a los que estamos sometidos es que todo aquello que parecía separado está unido, porque una catástrofe sanitaria se vuelve una catástrofe en cadena que afecta la totalidad de todo lo que es humano", y continua:

"La cuarentena se vuelve más llevadera, a pesar de todo, si empiezas por tener claro que hay personas que no se pueden quedar en casa porque no tienen casa. Que hay muchas más que no pueden trabajar en casa porque su trabajo es forzosamente presencial y, además, si no trabajan hoy, no comen mañana. La pandemia deja al desnudo nuestra realidad. La cuarentena en este contexto es más un privilegio que una imposición".

"Espero que la excepcional y mortífera epidemia que vivimos deje en nosotros la conciencia no solamente de que estamos siendo arrastrados al interior de la increíble aventura de la humanidad, sino que también vivimos en un mundo a la vez incierto y trágico. La convicción de que la libre concurrencia y el crecimiento económico son panaceas sociales atenúa la noción trágica de la historia humana que ahora se ha visto agravada. […] La epidemia mundial del virus ha desencadenado y, para nosotros, agravado terriblemente una crisis sanitaria que ha provocado un confinamiento asfixiante de la economía, transformando un modo de vida extrovertido, volcado hacia el exterior, en uno introvertido, al interior de la casa, y ha puesto a la globalización en una crisis violenta. La globalización había creado una interdependencia, pero sin que ésta estuviera acompañada de solidaridad".

Me alejo del ordenador y tomo el único libro que me traje de Villahermosa (donde recibo tratamiento oncológico), cuando emprendí el viaje a Querétaro con mi esposa, ansiosos de reencontrarnos con nuestra hija menor, y, de paso, ver a dos de nuestros nietos y ayudar en el aterrizaje de Micaela, que estaba ansiosa por abandonar el vientre de su madre. Se trató de la obra de Christiane Zschirnt: "Libros, Todo lo que hay que leer". Busque, sin pensarlo dos veces, a Pedro Páramo de Juan Rulfo. Aprendí que siempre hay que releer todo lo que su pueda. Con esa práctica uno se da cuenta de aquellos detalles que no se captó en la primera lectura. Es como cuando uno pasa, por primera vez, por una carretera y observa el paisaje. Luego en otra ocasión se percibe más elementos. Y si hay una tercera oportunidad, entonces, se disfruta de todo el paisaje, y uno lo refiere a otras personas. Igual pasa con los libros.

En fin, la novela de Rulfo me fascinó desde la primera vez que la leí, aunque debo confesar que esa ocasión no sabía que todos los personajes, incluyendo a Pedro Páramo, estaban muertos. Eran fantasmas que se asomaban por las ventanas de las viejas casas de Comala. Leo: "Pedro Páramo es una novela de fantasmas. Hemos visto como los personajes de La colmena son seres humanos que no saben que están muertos, y lo están porque no saben estar vivos ni ver que su ciudad , es en realidad, un cementerio…".

"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo", estas son las primeras líneas de la novela mexicana más reconocida. Me sumergí en la lectura y el tiempo me atrapó leyendo, entusiasmado. No paré hasta que me tropecé con el fin. Fue entonces, cuando solté el libro.

Eran las 10 am., cuando marqué el número. "Hola, papá, como te sientes de tus males". Era mi hijo Reinaldo, quien reside en Miami. "Aquí, hijo, aprovechando al máximo este encierro. Me he vuelto loco y estoy escribiendo como tal. Mi mujer me amenazó con echarme en un cesto de la basura. "Hasta cuando escribes. Ya estas doblado de puro dolor, y áun sigues pegado de las teclas. Por favor, bájale dos a tu intensidad y a tu pasión". "Rey, ¿cómo están las cosas por allá?" "Jodidas, papá. Esta vaina esta fea. Aunque no asisto al trabajo y estoy resguardado, y cumpliendo con las indicaciones del gobierno, sin embargo no puedo dejar de asustarme. Este flagelo del demonio no cree en cuentos de camino".

Otro número repica en Venezuela: "Hola, papá, ¿cómo te va? ¿Cómo están tus dolores en el cuerpo? ¿Comprantes las medicinas? ¿Las estás tomando? Bien, papá, no te descuides, ¿ese mal es terrible? Luego, hablo con mi otra hija que reside en Villahermosa. Papá, esto esta fea aquí tanto en Villahermosa como en el resto del estado de Tabasco. La gente no le para a las medidas implementadas por el gobierno de AMLO. Bonches por aquí y bonches por allá. La gente anda por las calles, como si nada. Inclusive, muchas personas sin tabocas. Ni modo, papá, aquí estoy pidiéndole a Dios que me proteja y que los proteja a usted, allá en Querétaro". "Me preguntas por Zumba… Nada, papá, no he parado, las clases las doy on line. Tú sabes, hay que rebuscarse, adiós, papa, seguimos en contacto".

Estoy satisfecho he hablado, sucintamente, con mis tres hijos. Ahora, me toca sentarme frente al ordenadrr y terminar esta crónica. Escribo y escribo hasta que bajan del segundo piso mi nieta Arantza Valentina y mi nieto Benjamín. (Dos terremotos). Comienzan por armar una casita y llenarla de juguetes. Dos horas después, no se puede caminar. Todo la sala ha sido invadida con toda clase de juguetes: carritos, muñecos, muñecas, pelotas, y cualquier cantidad de jueguets que usted pueda imaginarse. Benjamín, en un momento dado, me invita a jugar "pau". Así llama él a las pelotas. Mientras Arantza, se me presenta como una doctora que me va a curar de mis males, etc.

Me apresuro a subir al segundo piso de la casa, y le pido a mi hija, María Fernanda, que me coloque en el televisor el canal Milenio y enseguida me informo de la situación de Coronavirus 19 en México. No es nada halagadora: más de 2000 fallecidos y casi 25 mil contagios. Con eso es suficiente. Las otras informaciones se centran en asesinatos y los estados controlados por el narco, y otros provenientes de la delincuencia desatada a nivel de estado mexicano, con incidencias más elevadas en unos estados que en otros.

De pronto oigo un murmullo en el piso de abajo. Me traslado y descubro que todo se debe a una ayuda que el gobierno de Querétaro ha enviado a mi hija, previo registro. No es mucho, pero tampoco es poco. Hay que estar agradecido de ese tipo de ayuda, pues, de alguna manera ayuda a paliar la situación. Son, a estas alturas, más de la 2 de la tarde. Ya hemos almorzado, y yo me dispongo a conciliar una siesta.

Durante la tarde y parte del anochecer, no puedo utilizar el ordenador, ya que es la herramienta de trabajo de Diones, el esposo de mi hija. (Si mis nietos me lo permiten). Él como ella son arquitectos. Así que la tarde la dedico a jugar con mis nietos, y, a hojear el libro, de vez en cuando. Luego que cae la noche, Diones se va a descansar y yo tomo las riendas del ordenador. Y vuelvo a escribir: ora un artículo para Aporrea, ora una crónica. Así pasan las horas hasta que me toca, a regañadientes, irme a la cama. Se ha cerrado el círculo.



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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