Un claro ejemplo de la transferencia de tecnología y la única relación que aceptan las grandes corporaciones transnacionales, lo da nuestra vecina Colombia, hoy secuestrada por un régimen apátrida al servicio de los más malignos intereses, que compró a Israel un lote de aviones supersónicos K-fir, de los que ya habían sido desechados en ese país por obsoletos y que, según el ex ministro y magnate de TV, Manuel Santos, el gobierno de la hermana república repotenciaría para usarlos contra “el terrorismo” (eufemismo que utilizan los regímenes neoliberales y guerreristas para definir a todo aquél que se oponga a sus designios).
Esto nos recuerda un poco a las señoras encopetadas que, en vez de desechar los vestidos viejos, se los daban a la sirvienta, que los aceptaba como la única manera de ponerse algo de calidad. La diferencia, a favor de la patrona burguesa, es que ésta le regalaba los vestidos a la servidora cuando aún servían para algo. En cambio, el subimperio sionista vende los aviones a su subordinado colombiano y el parapeteo de esos catanares sería realizado por empresas israelíes mediante costosos honorarios pagados, por supuesto, a empresas israelíes (no faltaba más). Esos K-fir ya han costado la vida de por lo menos un piloto, en un “accidente” que la prensa globalizada dio a conocer mundialmente, que un vocero de los vendedores del avión calificó como “error humano”.
No es que esté en desacuerdo con que un país que. obedece los mandatos guerreristas de nuestros declarados enemigos estratégicos, compre chatarra militar. Este caso es un botón de muestra de la política de subordinación y dependencia tecnológica que el imperialismo impone a sus sirvientes, de los cuales ya nuestra patria bolivariana se deslindó desde hace una década.
Lo mismo ocurre con todas las compras de bienes y el uso de tecnología que fluye de los países del Norte hacia el Sur: Nos venden lo malo, lo USA-do que ellos desechan, que nosotros compramos a altos precios, y todavía nos cobran la reparación, porque ni siquiera la tecnología obsoleta nos transfieren y en todo el proceso se da el mismo resultado final:
Ellos ganan y nosotros perdemos.
Esa es la razón por la cual los países del ALBA estamos obligados a desarrollar una política de soberanía tecnológica tendente a convertirnos en un polo suficientemente fuerte para no tener que arrodillarnos ante nadie. De allí la importancia del cambio de las reglas del juego en propiedad intelectual, que nos permitirá otorgar patentes sólo en aquellas áreas que no sean vitales para nosotros, como la salud y la defensa nacional, y bajo minuciosos exámenes para descartar las trácalas, aceptar que se fabriquen inventos que sean útiles a nuestro desarrollo y dejar abierto y abonado el campo para nuestras propias invenciones, para nuestro propio desarrollo tecnológico.
Esa soberanía ejercida en “propiedad industrial” complementará la acertada política comercial del Estado venezolano: Que las compras vengan con todo y tecnología. Es un inicio para convertirnos en una potencia científica, tecnológica y económica.
SOLIDARIDAD CON ÁVILA TV,,
LIBERTAD PARA GABRIEL UZCÁTEGUI
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