La derecha suele odiar de manera enfermiza. El Cardenal Urosa Savino, el obispo Baltazar Porras y otros sacerdotes del alto clero venezolano odian a Chávez. Algunos empresarios como Marcel Granier, Miguel Henrique Otero o Alberto Federico Ravell también lo odian. Al igual que periodistas como Nitu Pérez Osuna o Marta Colomina. No es necesario que lo digan, salta a la vista. Se les ve en los ojos y en el rostro. En la época de los cacerolazos era frecuente escuchar, desde algún balcón anónimo, el grito: “Chávez, te odio”. Siempre la derecha. Los blancos racistas de los Estados Unidos odian a los negros. Los nazis a los judíos. Los judíos sionistas a los palestinos. Los gringos alienados a los árabes. La oligarquía colombiana a Venezuela. Siempre la derecha y siempre es un odio enfermizo…
El odio no es siempre un sentimiento negativo. Tenía una amiga que odiaba el queso parmesano. No todos los quesos, sólo el parmesano. Los niños odian las sopas. Una substancia acuosa llena de cosas irreconocibles, la mayor parte de ellas sumergidas, flotando en un líquido poco definido. Algunos grandes escritores, como Wilde y Baudelaire, odiaban a las mujeres, quizás reflejo de la discriminación de la época. La palabra “misógino” describe a esos hombres, al igual que la palabra “misántropo”, a los que aborrecen al ser humano. Estos últimos, sin embargo, lo que suelen odiar es la estupidez, la hipocresía o la miseria humana, más que al ser humano en sí. El amor y el odio son, a veces, sentimientos ambivalentes. Se trastocan uno con otro, lo cual es muy propio de los amores apasionados y tormentosos. Son odios que pueden tener explicaciones.
La derecha, no toda por supuesto, cierta derecha, odia simplemente. Sin explicación. De una manera enfermiza. Los peores sentimientos se conjugan. El egoísmo, la envidia, la ira, por ejemplo. Ese sentimiento se concentra en un grupo étnico o en una persona. El objeto del odio es único y perfectamente identificado. Ese objeto se vuelve una obsesión. Las diferencias religiosas suelen estar presentes. El dinero también. Y la estupidez. Parafraseando a César Vallejo: “Un odio… como si todo lo peor de la vida se empozara en el alma”. Toda la sentina, la suciedad y la fetidez, de la vida. El lixiviado de los alimentos en descomposición, que es ese líquido nauseabundo propio de la putrefacción. Así es el odio de Uribe. Razón tiene Chávez en utilizar la imagen del “basurero de la historia” para referirse al lugar que Uribe ocupará en nuestra memoria.
De esos odios, uno quisiera no ocuparse mucho. Dejarlos en el silencio. Pero no es posible hacerlo porque esos odios son patológicos. Son capaces de cualquier cosa. Del asesinato del Presidente Chávez, por ejemplo. De crear un conflicto armado, por ejemplo. La mejor respuesta, la que todos debemos apoyar, es la ruptura total de las relaciones. Al igual que poner, en alerta máxima, a nuestra Fuerza Armada, en la frontera. La contundencia en la respuesta es indispensable. Fidel ha sido maestro en ello, contra el odio imperial de la ultra derecha estadunidense y la gusanera cubana… La derecha cuando recupera el poder, es vengativa y no perdona. Recordemos el asedio a la Embajada de Cuba. Es la revancha del odio. Los gusanos, esos pequeños invertebrados, de cuerpo blando y contráctil, no tienen la culpa...
inprocoin@gmail.com