En Venezuela, desde hace bastante tiempo, se ha dicho que los aspirantes a funcionarios públicos al dirigirse a un alto jefe del gobierno y pedirle que por favor le de un empleo, le dice: –Compadre, solo basta que usted me consiga un puesto donde haya que yo me encargo del resto. Puede ser que estas palabras no sean exactamente las mismas ni se pronuncien en todos los casos, pero casi seguro que esas son las intenciones de la mayoría de la gente que aspira trabajar para el gobierno. Aquí se sabe que es nula la vigilancia y denuncia sobre el cambio en el modo de vida de los funcionarios cuando ello no está acorde con el emolumento que legalmente puede él y su entorno familiar recibir honestamente por el desarrollo de sus actividades laborales. ¡Qué falta hace en Venezuela una Oficina Contra el Dolo del Funcionario Público! Y como algo para ser tomado en cuenta por los hombres y mujeres que ocupan cargos en la administración pública, seguidamente presentamos la carta fechada en Lima el 12 de febrero de 1.825 que el Libertador, Simón Bolívar, hace llegar al Congreso del Perú al rehusarse a una recompensa pecuniaria; ella aprobada por ese cuerpo.
“La munificencia del Soberano Congreso se ha excedido a si misma, con respecto al ejército libertador, que ha combatido en el campo de Ayacucho. El general en jefe, Gran Mariscal, ha recibido una recompensa propia de los Scipiones, y propia del pueblo Rey. Los demás jefes, oficiales y tropa son tratados con la más noble generosidad. El Congreso rivalizando en magnanimidad a los libertadores de su patria, se ha mostrado digno de representar a un pueblo de augusto. Pero Excelentísimo Señor. ¿No estaba bastante satisfecho el Congreso con toda la confianza que ha depositado en mí? ¿Y con toda la gloria que me ha dado, librando el destino de su patria a mis manos? ¿Por qué quiere confundirme, humillarme con dádivas excesivas; y con un tesoro que no debo aceptar? Si yo admitiese la gracia que el Congreso se ha dignado hacerme, mis servicios al Perú quedarían cubiertos con demasía, por la liberalidad del Congreso; en tanto, que mi ansia más viva es dejar al Perú deudor de los miserables desvelos que yo he podido consagrarle.
No es mi ánimo desdeñar los rasgos de bondad del Congreso para conmigo. Jamás he querido aceptar de mi patria misma ninguna recompensa de este género. Así sería de una inconsecuencia monstruosa si ahora yo recibiese de las manos del Perú, lo mismo que había rehusado a mi patria. Me basta Excelentísimo Señor, el honor de haber merecido del Congreso del Perú su estimación y su reconocimiento. La medalla que ha mandado grabar con mi busto es tan superior a mis servicios, que ella sola colma la medida de mis más ilimitados deseos. Yo acepto este galardón del Congreso, con una efusión de gratitud, que ningún sentimiento puede dignamente expresar. Sírvase Vuestra Excelencia transmitir al Soberano Congreso, a nombre del ejército, y al mío los testimonios más expresivos de nuestra profunda gratitud. Tengo el honor de ofrecer a Vuestra Excelencia las expresiones de mi consideración y respeto”
joseameliach@hotmail.com