La victoria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, que
hizo posible que Mauricio Funes llegara a la Presidente de la República de El
Salvador, fue una acción política inobjetable, que permitió construir una
alianza con sectores que se desincorporaron de las alianzas con los viejos
partidos de la oligarquía y con grupos e individualidades emergentes que
estaban dispuesto a abrirle al heróico pueblo salvadoreño, un proceso real de
Paz, Democracia y Bienestar.
Escoger la figura fresca, convocante y de inocultables fundamentos democráticos,
como la del periodista Mauricio Funes, le pudo generar fundadas reservas a
algunos sectores del FMLN y sus aliados políticos acerca de que él pudiera
expresar, nítida y consecuentemente, el programa político de esta organización
revolucionaria pero, en un escenario de quiebre de hegemonías políticas y con un
ambiente electoral muy polarizado, hacer alianzas de esta naturaleza no es una
traición a los principios ni una claudicación al programa revolucionaria, sino,
por el contrario, es la confirmación de que los objetivos de los revolucionarios
solo serán posible en la medida en que se acompañe al movimiento de cambio que
exige la sociedad plural y hasta donde las fuerzas revolucionarias acumuladas
de los trabajadores y demás sectores explotados lo hagan posible.
Eso no convierte a un aliado en revolucionario ni hace de un grupo
revolucionario un movimiento revisionista o reformista, sino que enlaza diversos
elementos del movimiento de masas para lanzar esa fuerza en contra del enemigo
histórico del pueblo y avanzar sostenidamente hacia cambios democráticos,
económicos, sociales y culturales que pongan a los revolucionarios y las
revolucionarias, en mejores condiciones para hacer prevalecer el programa
histórico de los trabajadores en su lucha por derrotar en la conciencia del
pueblo, en la hegemonía social y en la dirección del Estado, a la oli-burguesía
y al imperialismo.
Por ello, no tiene porque sorprender que desde un inicio el presidente Mauricio
Funes pretendió hacer distancia del proyecto político bolivariano que lideriza
el comandante Chávez, declarándose “admirador” de la visión política del
compañero Inacio Lula Da Silva y, que fuera en la recta final de las elecciones
salvadoreñas, cuando las encuestas afirmaban un final muy cerrado, a causa de la
resistencia de muchos seguidores de FMLN de votar por su candidatura, que el
hoy presidente Funes aceptara viajar a Caracas y entrevistarse con el líder
bolivariano.
Desde que inició su gobierno, el presidente Funes ha sido consecuente con “su”
proyecto político particular, como corriente política dentro de la alianza
electoral, privilegiando sus relaciones “estratégicas” con el gobierno
imperialista norteamericano y guardando evidente distancia del proyecto
soberanista e integrador de ALBA, la iniciativa solidaria de Patrocaribe y la
defensa del presidente Zelaya derrocada por el gobierno de los Estados Unidos,
al punto de aprobar, en violación de las normas del SICA, por ausencia de
Nicaragua, la incorporación del gobierno ilegitimo de Porfirio Lobo a ese
mecanismo de integración centroamericano; ello en coincidencia con el gobierno
usamericano que pretende legitimar a ese gobierno continuista del Golpe del 28
de junio del año pasado.
Todas esas posturas políticas en materia de política exterior, tienen su
explicación y el presidente Funes solo debe responder ante su pueblo y la
historia, pero ir al foro colonial del Consejo de las Américas, a modificar los
hechos históricos, afirmando que la salida de Álvaro Uribe de la presidencia de
la República se debía a que éste se “ había echado a un ladito”, permitiendo la
"alternancia"; desconociendo que fue la Corte Constitucional que declaró
“enexequible” la ley aprobatoria del referendo reeleccionista, no se corresponde
con su investidura de hombre de Estado y sus antecedentes de honestidad política
y personal y, menos tolerable es que se inmiscuya en los asuntos internos de la
República Bolivariana de Venezuela, sugiriendo que el comandante Chávez, quien
ganó limpia y democráticamente un referendo que lo autoriza a ser candidato en
nuevas elecciones, debería “echarse a un lado” y permitir la “alternancia” en el
ejercicio del gobierno venezolano.
Hay gente que no aprende de la política y hacen del “equilibrismo” su forma de
ejercicio del poder, lisonjeando a uno, golpeando a otros, distanciándose de
algunos y queriendo con ello estar bien “con Dios y con el diablo”, lo que hace
que finalmente terminen desdibujados en su proyecto político e,
irremediablemente, colocados en posiciones reaccionarias al lado de los enemigos
históricos del pueblo. Y este no quisieramos que fuese el caso del presidente
Mauricio Funes, quien quiere ganar simpatías del foro de colonial de Consejo de
las America, cuestionando el demostrado talante democrático del comandante Hugo
Chávez Frías, quien junto a su pueblo, ha vencido a la burguesía apátrida
venezolana y al imperialismo en 15 elecciones democráticas;
El compañero presidente Funes comete la impropiedad de comparar la conducta
democrática del comandante Chávez, con ese personajillo de Uribe, que ganó su
primera presidencia en el 2002 “de los hombros y las sierras” del
narcoparamilitarismo de Jorge 40, Don Berna, Mancuso y los Castaños y, el
referendo reeleccionista y los comicios del 2006 aliándose con los mismos grupos
narcoparamilitares y, que para su nuevo intento reeleccionista del 2010, urdió
un gran fraude político, al comprar votos parlamentarios con cargos públicos
para que aprobaran, ¡por solo un voto!, la ley del referendo, la cual,
finalmente, fue derogada por sentencia de la Corte, mostrándose hoy como lo que
realmente es: un cipayo protegido del imperialismo y evadido de las
investigaciones abiertas por la Justicia colombiana por delitos de Lesa
Humanidad.
Pero muy a pesar de estas inmerecidas e impropias expresiones del presidente
Mauricio Funes contra nuestro comandante Chávez, el pueblo bolivariano es y
seguirá siendo amigo y solidario de la revolución democrática del pueblo
salvadoreño y del gobierno conquistado por el FMLN, en este complejo
proceso dirigido a unificar la pluralidad de nuestros pueblos y gobiernos y
construir el sueño bolivariano de la integración y unificación de Nuestra
América, en una gran Nación integrada por Repúblicas hermanas.”La mejor
política es la honradez”. Carta de Bolívar a Santander. 17/08/1820
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