Hitler y Bush: Paralelismo entre dos "Supremas" misiones Imperialistas



Si hay algún mérito que reconocerle a Adolf Hitler (si es que tuvo alguno) es que nunca ocultó sus verdaderas intenciones. Toda Alemania y Europa conocían cuál era su plan, una vez que se posesionó del poder: contener el comunismo, reedificar el poderío germano, depurar la “raza” aria de todo vestigio judío y, finalmente, conquistar por las armas el espacio vital para Alemania. Todo esto lo condensó en su opúsculo “Mi lucha”; de ahí que nada de lo planteado por Hitler le era ajeno o desconocido a sus contemporáneos, y esto sin eufemismos de ninguna clase porque a él le correspondería cumplir una “suprema misión”: instaurar el III Reich, el de los Mil Años.

Casi un siglo después, uno de sus émulos, ubicado al otro lado del Atlántico, proclama que su gobierno está llamado a implantar la libertad en cada rincón del planeta, afirmando, de paso, que “el ejercicio de la Presidencia de Estados Unidos es imposible sin una relación con Dios”. No es casual que muchos recordáramos lo dicho por Simón Bolívar en 1829, en el sentido que los Estados Unidos estaban “destinados por la Providencia a plagar la América de miserias a nombre de la libertad”, contando para ello con una serie de planes militares y acuerdos comerciales que, de ser aprobados por sus socios locales, vendrían a crear una situación de dominación neocolonialista, ejercida directamente por Washington.

Este paralelismo apenas difiere en el contenido de los discursos. El propósito es el mismo y los recursos empleados poco se distinguen en ambos casos. Para Bush, al igual que para el Führer austro-germano, el imperialismo de su país está destinado a mantener una primacía indiscutible sobre todos los pueblos del mundo, considerado éste por sus ideólogos militares una inmensa zona de guerra que es preciso someter a toda costa, de modo de asegurarse el control absoluto de las áreas energéticas y de los mercados internacionales. Su desprecio por las culturas extrañas a la anglosajona comienza a manifestarse en la forma como son acribilladas poblaciones enteras en nombre de una lucha global contra el terrorismo y en la manera como son maltratados cientos de prisioneros de guerra en la cárcel de Guantánamo y en Iraq.

A falta de una excusa como la de luchar contra el comunismo, está la de luchar contra el terrorismo, trampa que le ha permitido al gendarme mundial instalado en la Casa Blanca la clasificación maniqueísta de las naciones entre buenas y malas, según su único libre albedrío. Ahora toda disidencia al imperio norteamericano es terrorista y, como tal, merece ser castigado y execrado, aun violando los más elementales derechos humanos y el Derecho Internacional. Igual cosa pareciera estarse gestando al nivel interno de Estados Unidos, donde algunas voces, como la de Noam Chomsky y otros destacados intelectuales norteamericanos, han elevado su protesta por lo que consideran es la ordenación de un Estado policiaco-militar, con una tendencia altamente represiva y que ya comienza a desarticular los programas de asistencia social que benefician a la población negra y demás minorías étnicas; dirigido por una plutocracia corporativa sumamente conservadora y reaccionaria.

Las acciones bélicas y de agresión a otras naciones por parte de estos personajes enajenados bien pudieron ser contenidas por una más contundente censura de la opinión pública mundial, en lugar de dejarse arrastrar por maniqueísmo. Sin embargo, a diferencia de la época de Hitler, se comienza a ver en el horizonte una toma de conciencia globalizada que choca con los arrebatos belicistas de Bush. Y esto mismo comienza a percibirse en el seno de la misma sociedad norteamericana, tal como quedó demostrado durante las protestas organizadas con motivo de la toma de posesión de Bush. En tanto Hitler tuvo que sufrir el rigor de la guerra y la derrota, a Bush quizás le corresponda padecer el reclamo constante y punzante de una fuerza moral constituida por todos los pueblos de la Tierra que no aceptarán, sin luchar con todos los medios a su alcance, para revertir ese orden global imperialista y excluyente que aquel pretende implantar, alegando un destino manifiesto que nadie le ha otorgado sobre nuestros pueblos.-

*Miembro de la Dirección Ejecutiva Estadal del Movimiento por la Democracia Directa (MDD) en el Estado Portuguesa.


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Homar Garcés*


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