Al despertar de la invasión Odisea al Amanecer, el pueblo Libio, leales o no a Gadafi, entenderá a los pueblos de Afganistán e Irak. Los EE.UU., sus aliados europeos y del mundo árabe nos dirán que triunfaron, que la libertad y la democracia han regresado a Libia. Sin embargo, los logros sociales y económicos de esta nación africana ya no estarán. Su infraestructura, al igual que en Irak estará devastada bajo la promesa intervencionista de reconstruirla siempre y cuando sean empresas extranjeras que legalicen el saqueo de los 200.000 millones de dólares de reservas internacionales.
En ese amanecer, la pobreza y la miseria reinará por doquier, ya no habrá escuelas, ni hospitales, ni agua, ni electricidad como en la Libia Socialista. Sólo tendrán un país hecho ruinas gobernado por un rey, sultán, emir o cualquier otro nombre tutelado por el premio Nobel de la Paz, Barack Obama, o por Francia, Inglaterra y España, al mejor estilo monroniano. Con esos primeros rayos de luz el pueblo Libio será consiente del gran error, de su equivocación. Al Gadafi tenía razón; sí era verdad la presencia de elementos terroristas de Al Qaeda y Talibanes en las revueltas contra su gobierno. ¿Quién los armó o los llevó a Libia?
Por su parte, Barack Obama, premio Nobel de la Paz, al igual que en Irak y Afganistán, seguirá con sus mentiras. No explicará el por qué o cómo esos elementos terroristas fueron parte de la oposición en Libia. Cómo o por qué EE.UU y su cohorte europea financiaron y armaron a estos individuos para luchar contra el gobierno legítimo. Los ingenuos representantes de Brasil, India, China y Rusia ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se lavarán las manos y como en el pasado voltearán la página.
El premio Nobel de la Paz, presidente de EE.UU., con mentiras y terroristas habrán convertido a la Nación Libia en un territorio devastado, desarticulando la unidad del pueblo africano, árabe y la unión sur sur.
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