En medio de la catastrófica invasión a Libia, cuyas dimensiones de saqueo físico y moral pasarán a la historia universal de la infamia y el horror, no debemos dejar pasar una página estelar de nuestra historia venezolana porque, precisamente, lo que ella contiene es una clave para luchar contra el olvido sistemático. Y lo decimos porque éste puede convertirse en amnesia, en una plaga nada discreta que confunde las rutas en el mapa.
En la reciente entrevista que al Presidente Chávez hiciera José Vicente Rangel, éste preguntó al líder de la revolución bolivariana cuáles eran las cosas más importantes de su gestión desde que arribara al poder en 1999. ¿Alguien recuerda cuando habló de “la toma de la colina”?
Pues cuál colina va a ser le respondió Chávez a Alí Rodríguez, y le dijo: PDVSA: ahí esta la sangre de este proceso.
Efectivamente, PDVSA era el contrafuerte de las transnacionales norteamericanas. El golpe de abril de 2002, con el derrocamiento del gobierno y el secuestro del Presidente Chávez por 48 horas, y el terrible paro petrolero de diciembre 2002 y enero 2003, lo reveló fehacientemente.
El Carmonazo no tuvo tiempo de confeccionar el traje completo al gobierno golpista, pero sí de nombrar a Guaicaipuro Lameda como nuevo Presidente de PDVSA, obstinado opositor a la Ley de Hidrocarburos promulgada en la Ley Habilitante;
Recuperado el poder por nuestra Fuerza Armada junto al pueblo movilizado, vencimos ese zarpazo contra la revolución bolivariana y
la respuesta de Chávez fue profundizar aún más la revolución y las misiones sociales.
Pero no solamente ellas, se desarrolló una excepcional e inédita iniciativa política imaginada por la cautela del revolucionario que comprende su tiempo y conspira. Chávez levantó la espada para contribuir al debilitamiento de este Drácula voraz, a través de una muy acertada estrategia de unificar a la OPEP fortaleciendo los precios del petróleo que recibimos a 7 dólares y que hoy sobrepasan los 100.
Se acabaron las manidas explicaciones neoliberales de que el petróleo subía un pelín cuando había una crisis en algún país del medio oriente: la sangre del capitalismo (Drácula) es el petróleo.
Miles de teorías y argumentos desplegados por los genios de la intelectualidad de izquierda sobre si sobrevivía el capitalismo o no; cuanto más aclaraban mayor era la oscuridad. Sus libros heroicos consignas y posturas ni rasguñaban a Drácula.
Perro fue justo un militar patriota, bolivariano, sin ninguna marcada influencia del pensamiento izquierdista europeo, pero con una convicción inconfundiblemente revolucionaria quien clavo la espada en el corazón de la bestia. Sin Chávez es difícil imaginarse el alza de los precios del petróleo.
El sustento y la vida del capital quedaron heridos gravemente. Pero nadie ha reconocido el acierto revolucionario de Chávez y lo que eso significa. Los viejos manuales de la crisis del capital lucen ahora como recetas empolvadas. Por ello cuando vemos la dantesca situación de Libia, comprendemos por qué la bestia rompe todas las reglas del juego: para beber sangre, petróleo barato.
La caída de Gadafi iniciará un descenso de los precios para revitalizar al capitalismo y su modo de reproducción y así debilitar a los países productores, especialmente a Venezuela.
Es la hora de saber dónde están los patriotas, quienes empuñarán la espada para enterrar al capitalismo y apoyar a Chávez y poder vivir.
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